Exceso de confianza

Vistas Santiago

El exceso de confianza que había caracterizado a Chile terminó por pasarnos la cuenta e indujo a muchos a creer que la adopción de modelos de cumplimiento corporativo para prevenir lavado de activos y financiamiento del terrorismo, corrupción, faltas a la libre competencia o a la protección de datos personales, entre otros, era algo que podía dejarse "para más adelante".


Hace unos días, Trasparencia Internacional dio a conocer el Barómetro Global de Corrupción 2019 para América Latina y el Caribe y los hallazgos no son alentadores: la ciudadanía cree que la corrupción ha ido en aumento, que el soborno es un problema generalizado y que el sistema político y económico hacen poco para combatirlos.

En Chile, el 54% de las personas cree que la corrupción aumentó, el 85% sostiene que se trata de un problema grave en el gobierno y -curiosamente- somos el país que menos cree que la intervención de la ciudadanía es relevante para frenarla. De hecho, casi la mitad de los chilenos cree que los ejecutivos de empresas son mayoritariamente corruptos (48%).

Las investigaciones a la policía y al Ejército debilitaron la imagen país respecto de la ocurrencia de actos de corrupción -por un lado- y, por otro, abrieron dudas acerca de cuántos otros casos han estado bajo desconocimiento público.

El exceso de confianza que había caracterizado a Chile terminó por pasarnos la cuenta e indujo a muchos a creer que la adopción de modelos de cumplimiento corporativo para prevenir lavado de activos y financiamiento del terrorismo, corrupción, faltas a la libre competencia o a la protección de datos personales, entre otros, era algo que podía dejarse "para más adelante". Que mientras no se produjera un incidente relevante que comprometiera penalmente a la empresa y a sus directivos, se podría seguir operando "como siempre". Sin ir más lejos, actualmente la queja de ciertos directivos es que hay un "exceso de compliance" y que las organizaciones están "ahogadas" en normas.

Si esto último fuera cierto, reflejaría que esos modelos están mal diseñados y que más bien fueron implementados como elementos "exógenos" para la organización. Segundo, la reputación corporativa ya dejó de ser un bien "suntuario" bajo los estándares de casi toda la legislación mundial y nacional. Hoy, actos de corrupción constituirán irremediablemente pérdidas patrimoniales relevantes tanto para la organización como para sus componentes.

La inversión en modelos preventivos y de integridad son hoy condición sine qua non con la que se debe operar. El exceso de confianza, las costumbres instaladas y formas tradicionales de hacer las cosas, no constituyen ninguna justificación para descuidar el patrimonio, la reputación y la operación de las compañías. Cualquiera otra actitud, es innecesariamente temeraria desde el punto de vista de una gestión responsable.

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