Ha-Joon Chang: “El objetivo de Chile debiera ser radical, pero para llegar a ese punto se requiere de gradualidad y realismo”

Ha-Joon Chang

Según el economista coreano, académico de la Universidad de Cambridge, Chile no se enfrenta a una elección entre dos extremos y esa visión más bien refleja lo dividido de la sociedad. Dice que Kast no representa a la derecha más extrema y que en Europa, Boric sería considerado un socialdemócrata. “El enfoque antineoliberal es bastante potente, la duda está en cómo exactamente vas a ser antineoliberal”, opina sobre el curso que ha seguido Chile durante los últimos años.


En América Latina el antineoliberalismo está bien asentado, de acuerdo al economista de la Universidad de Cambridge, Ja-Hoon Chang. Dicho esto, asegura que las alternativas para reemplazarlo han sido distintas en la región, como la de Tavaré Vásquez y José Mujica en Uruguay, Lula Da Silva en Brasil y los Kirschner y Alberto Fernández en Argentina. En ese marco, considera que Chile todavía tiene que definir la ruta que seguirá, tanto por el proceso constituyente en marcha como por la posibilidad de que sea electo presidente Gabriel Boric. El intelectual coreano -un referente del Frente Amplio chileno- no cree que Boric represente un extremo político de izquierda, así como tampoco José Antonio Kast representa un extremo de derecha, menos aún tras moderación programática de ambos de cara a la segunda vuelta.

¿Considera que Chile se está enfrentando a una elección entre dos alternativas extremas en lo político y económico?

—Tratar de ver esto como una elección entre extremos solo refleja cuán dividida está la sociedad chilena, porque yo no llamaría a sus candidatos como extremistas. Quizá Kast es un poco más extremo que Boric, pero aun así él no es el candidato de la derecha más extrema. En cuanto a Boric, creo que en Europa sería clasificado como socialdemócrata.

Hay a quienes les preocupa la alianza de Boric con el Partido Comunista. ¿Qué opina al respecto?

—Lo cierto es que la gente ni siquiera sabe lo que significa comunismo. Comunismo significa que la propiedad total está en manos del Estado. No están en ningún caso cerca de eso. No creo que el Partido Comunista de Chile sea verdaderamente comunista, para esos estándares.

En todo caso, es una perspectiva natural: si no te gusta algo, quieres consignarlo como algo extremo. Así, la gente de izquierda llama a sus oponentes “fascistas” y gente de derecha quiere llamar a sus oponente “comunistas”, pero no me parece que esa sea una forma muy productiva de conducir un debate político, descartando a tu oponente.

Lo importante es debatir sobre los detalles. Todo el punto sobre la defensa de la democracia tiene que ver con que, incluso cuando estés en desacuerdo, puedas tener una conversación para dar con compromisos comunes.

Eso es lo que ocurre en buena parte de Europa. Por ejemplo, en Alemania, donde se disolvió el gobierno, hay una colisión entre el Partido Socialdemócrata, el Partido Verde y el Partido Demócrata Libre. En un nivel estos tres partidos están fundamentalmente en desacuerdo en muchas cosas, pero se comprometen y hacen de manera conjunta un gobierno. Esa es una forma en la que puede funcionar la política. Si el Partido Demócrata Libre llamara al resto comunistas y los otros lo llamaran fascistas no podrían comprometerse en nada.

Sé que hay una elección por delante y entiendo que cada uno quiera hacer lucir al otro como extremo, pero no creo que realmente eso refleje como es la realidad en Chile. Entonces la gente es la que está llamada a ver qué representa cada uno en realidad, qué los diferencia y todas las cosas en las que en realidad son bastante similares.

Boric toma la bandera antineoliberal. ¿Cree que eso es algo nuevo o es una tendencia que ya hemos visto? Algunos consideran que esto podría conducir al país a ser un laboratorio antineoliberal...

—El neoliberalismo ya ha sido rechazado por muchos otros países latinoamericanos. Vásquez y Mujica en Uruguay, Lula en Brasil, Kirchner y Fernández en Argentina, Correa en Ecuador...

Chile solo se está sumando a otros países latinoamericanos. El neoliberalismo tiene fuertes raíces en Chile, pero ¿por qué están teniendo está elección? ¿Por qué tuvieron elecciones para una asamblea constituyente? Todo eso es porque mucha gente rechazó el modelo neoliberal.

El enfoque antineoliberal es bastante potente, la duda está en cómo exactamente vas a ser antineoliberal. El concepto es un resumen de lo que no quieres ser, pero creo que en este punto, con una elección presidencial y una nueva Constitución, necesitas mirarlo con más profundidad.

Por ejemplo, puedes ser como Uruguay, que se enfocó más en asuntos sociales en lugar de económicos. Los países toman diferentes reglas para cambiarlas y Chile deberá optar exactamente qué significa para el país ser antineoliberal. Rechazar algo es más fácil que construir algo nuevo.

¿Qué opina de los temores que rondan en torno a la otra candidatura y que comparan a Kast con alternativas de ultra derecha como Jair Bolsonaro o Donald Trump, por una visión proclive a la baja de impuestos, su política migratoria y su agenda valórica?

—Primero hay que señalar que no hay ninguna evidencia de que la rebaja de impuestos es buena para el crecimiento o las empresas. Si fuera así, ¿por qué no todas las compañías se van a Paraguay donde los impuestos a las corporaciones son de 10%? Ellos no van para allá porque al no cobrar impuestos más altos el gobierno brinda malos servicios. La infraestructura es débil, la fuerza de trabajo no está bien educada...

El nivel de impuestos que están pagando es un debate que deben dar, en función de la calidad de los servicios que requieren. Si las cosas baratas son mejores, por qué la gente compra autos caros, celulares caros...? Porque piensan que la calidad es suficientemente buena como para justificar el precio. Hay que pensar de una manera similar los impuestos.

No estoy en contra de reducir los impuestos per se, pero se tiene que pensar en cuál exactamente es el problema que se quiere atender, exactamente qué quieres conseguir al reducir impuestos, por ejemplo, para estimular qué actividades.

Chile también tendrá que decidir sobre esos otros asuntos. Aunque, desde mi punto de vista, quienes están en contra de las políticas que favorecen a las mujeres están en una pelea del siglo XIX más que en una del siglo XXI.

De todas maneras, este es un patrón común. En Estados Unidos y Brasil hemos visto presidentes que quieren más libertades en la esfera económica, pero intentan restringir libertades en la esfera social. Para mí son importantes todas las libertades, la económica, social y política. Sin embargo, esas agendas ponen énfasis excesivos en la libertad económica, básicamente en la libertad para hacer dinero, para usar tu propiedad, lo cual es relevante pero se tiene que balancear con otras libertades.

Si para defender solo esa libertad depones, por ejemplo, las elecciones democráticas, te encuentras en una dictadura como la de Pinochet. Asimismo, hay que considerar otras libertades, como la de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, de la gente a demandar derechos humanos básicos.

No hay una sola fórmula, cada país pone distintos énfasis, pero se requieren balances. De hecho, creo que uno de los problemas del neoliberalismo es que pone mucho énfasis en la libertad económica, eso es lo que lleva a Milton Friedman a respaldar abiertamente a Pinochet. ¿Es tan mayormente importante la libertad económica como para respaldar una dictadura? A mí no me parece.

Ambos candidatos se han moderado de cara a la segunda vuelta. Por ejemplo, Boric habla mucho más de cambios con gradualidad y Kast ya no apunta a rebajar impuestos corporativos inmediatamente. ¿Qué le parece este cambio?

—Para mí, el objetivo de Chile debiera ser radical, pero para llegar a ese punto se requiere de gradualidad y realismo. También ser capaz de cambiar tus políticas cuando la situación cambia o si la evidencia muestra que no estabas en lo correcto.

Desafortunadamente a los políticos les gusta ser principistas y mantener lo que dijeron en un comienzo. Por supuesto, hay principios que deben ser fuertes, como oponerse a una dictadura, pero hay otras cosas en las que es bueno cambiar.

Me alegra que Kast diga hacia dónde quiere ir, pero que enfrente el camino con precaución, así como el que Boric se atreva a cambiar algunas de sus definiciones. Así es como se hacen compromisos en una democracia. Tú quieres hacer algo, pero no puedes pretender llegar ahí en el primer año o los primeros seis meses. Eso crearía otros problemas, aun cuando la política que implementas sea la correcta. Las políticas requieren de preparación para ser implementadas apropiadamente. Si tratas de hacer muchas cosas, rápidamente y todas al mismo tiempo, es muy probable que cometas errores.

¿Qué le parece la propuesta de un Banco Nacional de Desarrollo de Boric? ¿Va en línea con su visión sobre el rol del Estado en el desarrollo en la economía?

—Esa no es la única forma de hacerlo, pero ha sido una forma muy efectiva de promover transformaciones estructurales. Pequeños cambios puede hacerse sin una gran intervención de Estado, pero para grandes cambios, como desarrollar nuevas tecnologías energéticas para enfrentar el cambio climático tratando de usar el litio chileno o algo como eso, se requiere de grandes compromisos y asumir riesgos altos, porque se trata de nuevas áreas, de áreas de alta tecnología.

En muchos países se han establecido estos bancos de desarrollo, que facilitan estos préstamos porque los bancos comerciales te prestan por un año o seis meses y te mantienen renovando el préstamo, y es probable que en realidad tengas el dinero en cinco o más años. Algunos te van a prestar a tres años, pero es muy poco usual. Los bancos de desarrollo típicamente te prestan a cinco, diez o quince años.

Pese al riesgo, los países han usado los bancos de desarrollo ampliamente. Alemania, Japón, Corea del Sur, China, Brasil... Estados Unidos no ha tenido uno, pero el gobierno ha financiado muchos de estos proyectos riesgosos en áreas como la tecnología, farmacéuticas...

Mi amiga Mariana Mazzucato se volvió famosa por escribir este artículo donde consigna que cada pieza de tecnología, incluyendo el iPhone, fue inicialmente financiada por el gobierno de Estados Unidos. Sin un banco de desarrollo, implementaron diferentes fondos para financiar estos enormes proyectos transformadores.

No tienes que tener un banco de desarrollo, pero desde el punto de vista de la mayoría de los países es una alternativa para desarrollar transformaciones estructurales. Si quieres cambiar la matriz productiva, hacer cosas diferentes en lugar de solo cultivar salmones o extraer cobre, me parece que es una buena idea el establecer uno.

¿Este tipo de intervenciones estatales se fundan en una desconfianza en el mercado?

—Creo que esa es una visión muy simplista. Si miras historias económicas exitosas alrededor del mundo, todas ellas tienen una asociación cercana entre el Estado y el sector privado. Si le hubieras dejado el desarrollo el microchips sólo al sector privado quizá no tendríamos nada, porque inicialmente eran proyectos muy riesgosos.

Cuando Corea del Sur inicialmente trató de industrializarse no usó muchas empresas estatales, pero el sector privado necesitó del apoyo del gobierno, en términos de protecciones comerciales, subsidios, préstamos de bancos de desarrollo... Estaban tratando de competir con compañías que eran mucho más grandes y poderosas. Por ejemplo, cuando Hyundai comenzó con su propio modelo de autos en 1976 tuvo una producción de 10.000 autos, en el mismo año General Motors produjo 4,8 millones; Ford, 1,9 millones... Si simplemente se hubiera dejado a la compañía en el libre mercado, probablemente no hubiera prosperado, en cambio para 2015 Hyundai estaba produciendo más autos que Ford y General Motors.

Esas cosas pasan. El Estado y el sector privado tienen que trabajar juntos, tienen que tener una suerte de asociación y sólo así se puede conseguir el éxito. Incluso Chile ha funcionado así. El éxito de la industria del salmón obedece a que hubo agencias gubernamentales, como Corfo o ProChile, que contribuyeron a su desarrollo.

Otro ejemplo es Singapur, que es una economía de libre mercado que da la bienvenida a los inversionistas extranjeros, pero el 90% de la tierra del país es propiedad del Estado, el 85% de las viviendas las proveen empresas estatales y alrededor del 22% de la producción nacional es producida por estas mismas, incluyendo la famosa aerolínea de Singapur.

No quiere decir que esa sea una fórmula para el éxito, porque otros países lo han hecho de otras formas y también les ha ido bien, pero no debería haber temor en usar al gobierno si el gobierno funciona.

El líder chino Deng Xiaoping decía: “no importa si es un gato blanco o un gato negro; siempre que pueda atrapar ratones, es un buen gato”. Tienes que preguntarte cuál es el propósito de nuestro gobierno, de nuestro desarrollo económico y para cumplir con aquello a veces puedes usar empresas estatales, otras el libre mercado, a veces algo mixto. Estamos obsesionados con las herramientas que vamos a utilizar, en lugar de lo que queremos construir.

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