La columna de Guillermo Larraín: “Dos reformas acotadas ahora para salvar la estantería”

"Es obvio que la Constitución actual no es apreciada por una parte importante de la población. Debe ser obvio también hoy, tras 4 años perdidos, que el camino para resolver el problema es el Congreso y no una asamblea constituyente".


El déficit de credibilidad de las instituciones políticas nos está pasando la cuenta. Nadie puede decir qué grupo o qué idea ganó ayer. Una vez conocidos los resultados, el silencio en las calles habla por sí mismo. La hipótesis más plausible es que lo de ayer es coherente con los resultados de las últimas elecciones nacionales: la gente vota en contra de lo que le pongan por delante, más que a favor de una determinada propuesta o candidato. En contra de la convención, de Kast, de Boric, o del Consejo. Toda la responsabilidad de hacer algo ahora para salvar la estantería tiene un nombre: Congreso.

Es obvio que la Constitución actual no es apreciada por una parte importante de la población. Debe ser obvio también hoy, tras 4 años perdidos, que el camino para resolver el problema es el Congreso y no una asamblea constituyente. Este es un vehículo que polariza, que contamina las medidas estructurales y de largo plazo con problemas coyunturales, y sus contenidos crecen con la imaginación de los asambleístas.

Más allá de las declaraciones al fragor de los resultados de ayer, para evitar que se repita algo como esto hay que negociar en el Congreso para tener una constitución habilitante, no una que sirva de excusa (real o ficticia) para esconder la incapacidad mental de llegar a acuerdos. Tenemos la posibilidad de transformar lo que queda de la Constitución de 2005 en algo parecido a una constitución habilitante y apostar fuerte a que este instrumento remozado gane “legitimidad de uso”. El camino debe ser uno de reforma parcial y acotada de la Constitución, no de su reemplazo total.

Requerimos dos reformas constitucionales. La primera es reformar el sistema político, que todo el mundo considera un peligro público, casi un riesgo para la seguridad nacional. Para hacer una reforma rápido y no entrar en un debate interminable, lo más fácil es tomar el proyecto de los expertos que fueron en su momento nominados por el propio Congreso. Ese régimen político está lejos de ser perfecto, pero es una mejora importante respecto de lo que tenemos hoy. Lo segundo es el aumento de los quórum de reforma de la Constitución. Los bajos quórum viabilizan agendas populistas de izquierda o de derecha totalmente indeseables, y que es necesario prevenir. ¿Alguien cree que con una economía estancada no habrá algún candidato que no ofrezca un nuevo retiro de fondos de pensiones? Eso es mucho más probable hoy que hace dos años.

En el horizonte aparece entonces la posibilidad de un acuerdo entre 4/7 de los parlamentarios. Necesitamos que ese grupo piense primero en Chile y después en ellos, que estén por mejorar la gobernabilidad y la estabilidad política.

¿Existirán 88 diputados y 29 senadores dispuestos a esto? Espero que sí. Me dicen que estoy soñando y que los incumbentes jamás votarán a favor de una reforma que ponga en riesgo sus puestos. Los ciudadanos organizados tendremos que ejercer presión institucional si no lo hicieran.

Si no se encara este problema ahora mismo, con grandeza y liderazgo, será difícil que la economía, pese a tener condiciones objetivas favorables para crecer más rápido, pueda hacerlo. Con una economía estancada, crecerán las posibilidades, en los próximos dos años de elecciones, que demagogos y populistas de lado y lado se den un festín de promesas y, si son electos, un festín de malas políticas públicas.

* El autor es académico de la FEN, Universidad de Chile

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