Como dos meses antes del golpe estaba conversando con un Charlie Lemay -que después sería Almirante- y me pregunta: '¿Han tomado alguna precaución por si pasa algo y comience una verdadera batalla? Porque ustedes son blanco de la izquierda y pueden matarlos ese día'. Mi respuesta fue que no habíamos tomado ninguna precaución. Me recomendó hacer una lista con quiénes son los que deberían cuidarse y me pidió que nos pusiéramos de acuerdo con una contraseña por si pasaba algo. Y nos pusimos de acuerdo con la siguiente contraseña: la insulina para mi mamá. Se acabó la conversación y a mí se me olvidó.

El 10 de septiembre teníamos un acto de la juventud adicta a nosotros, al gremialismo, programado en el Aula Magna de la Universidad de Chile, en que los oradores eran Jaime Guzmán y yo. El acto fue muy emotivo y de ahí partió mi admiración a Jaime, porque me acuerdo como si fuera hoy que en algún momento de su alocución dice: 'El señor Presidente -apuntaba a Allende- acaba de decir, refiriéndose a nosotros, que somos conspiradores y yo quiero decir que por una rara vez estoy de acuerdo con el señor Presidente, porque conspiración significa coaspiración y nosotros realmente coaspiramos con todos los chilenos en el deseo de sacarlo a él de La Moneda'.

Esa noche tenía una comida en el departamento de Jaime Celedón y estábamos comiendo cuando me llaman por teléfono, eran como las 10 de la noche. Era Raúl Zahli, que me dice que estuvo buscándome toda la tarde para contarme que se había reunido con un general y que me había mandado un recado: 'Dile que la insulina para su mamá está lista para mañana en la mañana'. Entonces, le señalé a Jaime que lo sentía, que me tenía que ir. Ahí me recogió quien era el gerente general de la Sofofa en ese tiempo, Fernando Agüero, y echó a andar el dispositivo famoso que habíamos diseñado para fondearnos.

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Foto: Mario Téllez[/caption]

Cuando empezaron las noticias alarmantes de lo que estaba pasando tuvimos tiempo de llegar y juntarnos todos en un departamento que quedaba cerca de la calle Pedro de Valdivia. Ahí estuvimos todo el día, casi todos los presidentes de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC). Estábamos como loros en el alambre viendo las noticias, oyendo la radio, ahí supimos de la muerte de Allende, empezaron las declaraciones de lado y lado, estábamos atentos y contentos, obviamente, porque estábamos viendo que estaba ocurriendo lo que habíamos predicho que iba a pasar con la situación que tenía Allende en el país.

*

Yo tuve una conversación con Allende un mes antes del movimiento militar. Como tenía una buena relación con el general Carlos Prats, él un día me llama y me dice que está haciendo esfuerzos porque esta situación se controle y quería pedirme que aceptara juntarme una vez más con Allende. Llegué a las 7.30 a Tomás Moro, salió Allende, que se notaba desde el primer momento muy alterado y partió diciéndome: 'Yo sé con quién estoy hablando, yo siempre creí que usted era una persona bien intencionada, pero ahora estoy convencido de que es un simple conspirador', empezó muy, muy agresivo. Entonces, yo me puse de pie y le dije: mire, Presidente, no he venido ni por mis ganas ni porque quiero tener esta reunión y, ciertamente, no estoy dispuesto a aceptar insultos. De manera que si usted me disculpa, me voy.

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Foto: Mario Téllez[/caption]

Ahí se calmó y me dijo 'no se vaya, sabré cumplir con mis deberes de anfitrión, tiene razón usted, no corresponde que lo agreda, pero vamos al grano, le quiero hacer una oferta: todo el clima que hay en Chile, toda la agitación que existe en este país proviene, en el fondo, de un hecho, que ha sido nuestra incapacidad, que reconozco, de definir el área social de la economía. ¿Cuántas empresas hemos expropiado?'. Ochocientas 36 empresas, Presidente. 'Bueno, usted sabe que esas son cosas que se han escapado de las manos y la verdad es que quiero ofrecerle lo siguiente: definamos el área social. Le garantizo que le entrego un listado de menos de 100 empresas y le devuelvo en un acto público todas las demás y firmamos, además, de cara al país un convenio de asociación para el desarrollo de Chile entre el gobierno y el sector privado de la economía, ¿qué le parece?'. Le respondí que era una proposición que tenía que transmitir al Consejo de la Sociedad de Fomento Fabril y a mis colegas de la Confederación para ver qué es lo que dicen. Entonces, explotó y me contestó 'qué consejo ni qué nada, no me venga con mascaradas aquí, lo único que interesa es si usted aprueba esto o no'. Mire, Presidente, dije yo, no me mando solo, de manera que no es cuestión que lo apruebe o no, pero si usted quiere preguntarme mi opinión, es no, porque usted no tiene poder para hacer lo que está ofreciendo, porque usted no tiene cómo cumplir un pacto como ese y sus propios partidarios lo van a impedir. Además, yo llevo tres años en este cuento, usted sabe muy bien que soy un empresario y no un político, pero si algo he aprendido de política es que nunca se pacta con un derrotado y usted está derrotado, de manera que no tengo nada que hablar con usted. Pero en homenaje a su cargo voy a llevar su proposición donde corresponde y le contestaré. Entonces, se dominó y me dijo: 'No tengo nada más que hablar con usted'. Empezamos a caminar hacia a la calle, de repente se para y me dice: '¿Usted cree que los militares van a dar un Golpe de Estado para salvar la fortuna de los Edwards?'. No, Presidente, no van a hacer un alzamiento para salvar a los Edwards, sino para salvar a Chile. En ese momento, me tomó la mano y se la puso en el brazo y me dijo: 'Toque… es carne de estatuas, voy a tener monumentos y no en Chile, en todas partes y esa será mi victoria final'.

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Cuando cayó Allende, me incorporé al gobierno inmediatamente después como encargado del área económica. Todo el primer período fue de emergencia, no se puede hablar de política. Lo único que hacíamos era correr de un lado a otro para pasar el platillo y ver quién diablos nos abría créditos, quién diablos nos daba algún respiro para poder hacer importaciones. ¿Si logramos financiamiento de la CIA? Esos son las fantasías de la izquierda, que cree que anda un gallo con cartel en el pecho que dice CIA, en las películas los muestran. No he conocido en la vida alguien que yo podría creer que es de la CIA o asegurar que es de la CIA.

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Foto: Mario Téllez[/caption]

Me fui del gobierno en mayo de 1974. Las gotas que empezaron a colmar mi vaso partieron con la ida a Naciones Unidas en octubre de 1973. Decidimos usar esa instancia para tener el pretexto de ir a Estados Unidos a conversar con el gobierno norteamericano. Logramos una reunión con Henry Kissinger (secretario de Estado de EE.UU.) y le transmitimos el siguiente mensaje de parte de la Junta: el movimiento militar chileno fue inevitable, la situación del país no daba para más, este proceso va a durar lo necesario para plebiscitar un proyecto constitucional nuevo; se calcula que este es un proceso que no puede durar más de tres años, cuando esté vigente la nueva Constitución se llamará a elecciones de inmediato; en el interin habrá un presidente civil con la junta de comandantes actuando como Poder Legislativo.

La idea era que el almirante Ismael Huerta iba a pasar a retiro y lo iban a designar Presidente de la República y la junta iba a actuar como Poder Legislativo durante un período que no podía exceder los tres años. Para marzo, o sea, cinco meses después, estaba absolutamente convencido de que ese cuento se había ido por el tubo y que no hubo un solo Golpe de Estado sino dos: uno que botó a Allende y otro Golpe de Estado detrás que botó a la junta y se transformó en la dictadura de Pinochet. Eso y los problemas de derechos humanos me orillaron a dejar el gobierno, y "el que diga que no estaba enterado o no oía algo" de los problemas de derechos humanos "o es tonto o es mentiroso".

-¿Conoció al expresidente Salvador Allende?

-Sí, por mi rol de presidente de la Sofofa.

-¿Conoció al exgeneral Augusto Pinochet?

-Lo conocí como un año antes del golpe en alguna actividad social, pero nunca tuve ninguna vinculación con él hasta un incidente extraordinariamente complicado. Durante el tiempo en que Carlos Prats fue ministro del Interior, un día me llama para invitarme a tomar desayuno, vísperas del 1 de mayo, y me dijo: 'Mire, Orlando, yo me voy de viaje y creo que usted es el hombre mejor informado de Chile y le pregunto qué opina usted de ausentarme del país en este momento'. Lo encuentro un desastre, le dije, era comandante en jefe, no debiera por ningún motivo salir de Chile. Pero argumentó que tenía que ir primero a Estados Unidos y después a la Unión Soviética. Entonces me dijo hagamos un pacto: yo sé que usted es un patriota y le voy a pedir que si ve que las cosas en ausencia mía se ponen demasiado álgidas, avíseme y yo me regreso a lo que dé lugar. ¿Y cómo le aviso? Usted solo transmítale a una persona que es necesario que yo vuelva y dice: 'Díganle al general que entre', y entra Pinochet, que me da dos teléfonos, el de la Comandancia en Jefe del Ejército y uno privado. Y esa fue la primera vez que conversé con Pinochet.

-¿Cuál fue el hecho que más lo marcó en este período?

-La pena de ver a mi país sumido en un régimen militar completamente inesperado, sabiendo que el sentimiento interno de ellos era bastante distinto de lo que al final resultó. Algún día la historia va a ser lo suficientemente ecuánime para darse cuenta de lo bueno que se hizo en ese período, pero que fue completamente oscurecido por la represión que costó sostener por 17 años un régimen que no tenía ninguna justificación para durar ese periodo. La ambición de Pinochet transformó lo que pudo ser una verdadera oportunidad para Chile en un trauma que lleva 45 años dando bote en Chile. Este trauma fue una tragedia, me duele harto.Por eso después hice el movimiento de independientes por el No y el movimiento independientes por Aylwin y hasta fui candidato.