Cuando Iván Zamudio (54) tomó su celular, tenía varias llamadas perdidas de un número desconocido. Cerca de las siete de la tarde, contestó. Era Marcelo Vega (21), joven al que había conocido haciendo trabajo social para la Municipalidad de San Bernardo.

—Don Iván, tengo un problema. Mataron a mi pareja.

Con la voz temblorosa, aún en shock, Vega le dijo lo poco que sabía a Zamudio quien, desde 2012, es presidente de la Fundación Daniel Zamudio y da charlas en colegios de San Bernardo y Quilicura sobre diversidad sexual. El asesinato de Marcelo Lepe (20) había ocurrido la madrugada del miércoles 17 de febrero en la Población Angelmó de la comuna, conocida por sus altos índices de delincuencia y narcotráfico. Por lo mismo, Zamudio dudó. Pensó que podía ser un tema de drogas. Partió junto a Jacqueline Vera, su ex mujer y madre de Daniel, a la casa de Marcela Parraguez (38), mamá de Lepe, para conocer los detalles de la historia.

Allí las vecinas comenzaron a acercarse a Iván. Que había sido la Rucia. Que el Marcelo era bueno. Que lo habían asesinado por ser homosexual y que lo venían molestando hace rato. Que ayudara a Marcela, que estaba destrozada.

Marcelo Lepe era un joven tímido.  Pero era cuando se vestía de mujer que su semblante cambiaba. Se podría decir, incluso, que era feliz. Su madre lo apoyó desde que salió del clóset y comenzó a trabajar en el circo transformista Katiuska. Incluso le compraba ropa y maquillaje.

Una vez que se convenció, Zamudio se dio cuenta de que tenía que tomar decisiones. Corrió a su casa y escribió un mail con asunto "URGENTE!!!!" a los miembros del Frente de la Diversidad Sexual, fundado en 2013 e integrado por once organizaciones pro derechos de los homosexuales, como Iguales, MUMS y la misma fundación Daniel Zamudio.

"Mis estimados.
Cerca de las 2 de la madrugada del miércoles 17 del pte. En la población Angelmó, en San Bernardo y muy cerca de la 14 Comisaría de Carabineros. Una madre salió en defensa de su hijo gay, por reiterados insultos muy ofensivos y discriminatorios en su contra, siendo golpeada y pateada en el suelo. Debido a este ataque, el propio chico agredido salió en su defensa, siendo igualmente agredido junto a su madre. Tal fue el odio al joven por entrometerse y con insultos tales como 'hueco culiao' y otros.

En el momento de dejarlos tirados, la mamá intenta llevarse al chico a su casa y en el trayecto vuelven los atacantes. La mujer le dispara al joven en el cuello y como siguió corriendo. El tipo toma la pistola y a pedido de la mujer, con frases como: 'mata al fleto culiao', le dispara a quemarropa en un costado de la cintura, huyendo ambos. SU FAMILIA QUIERE JUSTICIA Y QUE SE APLIQUE LA LEY ZAMUDIO. NECESITAN EL APOYO DE TODOS".

Según explica Zamudio, a diferencia de cuando asesinaron a su hijo, esta vez sí existía una red de apoyo organizada que pudo acudir en ayuda de Marcela Parraguez, quien trabaja como vendedora ambulante en la calle Estado. Porque ahí no se habían acabado los problemas para la familia: el mismo día del funeral, el 20 de febrero en la noche, amigos de los acusados le rompieron los vidrios del departamento en un block de la calle Ducaud de la población, gritándole que saliera, que acaso no le había gustado salir en la tele, que ahora la iban a matar a ella. A las 4 de la mañana tomaron un auto y se fueron. Hasta hoy no han podido volver a su casa.

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Marcelo Lepe era un joven tímido. A veces, como cuenta su ex pareja Marcelo Vega, "le bajaba la depresión" y se iba a refugiar a la iglesia bautista Angelmó, que quedaba a pocas cuadras de su casa. Pero era cuando se vestía de mujer que su semblante cambiaba. Se podría decir, incluso, que era feliz. Su madre lo apoyaba desde que salió del clóset, a los 17 años y, cuando comenzó a trabajar en el circo transformista Katiuska, le compraba maquillaje y ropa, con las que emulaba a su ídola, Gloria Trevi.

A la vez que comenzó a trabajar en el circo, entró a la agrupación "Ángeles por una causa", donde, junto a varios de los transformistas del Katiuska, iban a hospitales y hogares de menores y de ancianos a hacer caridad.

La vida del "Pestañita", como lo llamaban sus compañeros del circo por sus largas pestañas, mejoraba. Pensaba, incluso, empezar un pololeo formal con Vega, con quien desde el 2012 tenía una relación abierta, desde que lo conoció en la discotheque gay Bokhara, en el barrio Bellavista. Habían decidido volver y hacer los esfuerzos para entrar a la universidad. Según Vega, la única forma de salir del barrio donde vivían.

Los problemas, según la familia de Lepe, quien soñaba con estudiar Derecho, comenzaron en diciembre, cuando dos mujeres conocidas en la villa como la Rucia y la Gorda comenzaron a hostigarlo luego de que realizara una performance vestido de mujer en uno de los pasillos del primer piso del block donde vivía que, de tan pegado que está a los otros que conforman el paisaje de la población, hace que, desde cualquier punto, se pueda ver lo que pasa en los pisos de abajo.

A partir de ahí, cada vez que lo veían lo insultaban y le tiraban piedras. "Te creís mujer, pero tenís el manso pico", fue el insulto que más se ha reiterado en los testimonios que, hasta el momento, seis testigos han dado al fiscal Pedro Aravena, a cargo de la causa.

Pocos días antes de la Navidad, ambas mujeres persiguieron a Lepe hasta su casa y le rompieron los vidrios del departamento de un segundo piso, donde vivía Marcela Parraguez con sus dos hijos y sus padres. Otra vez lo habían insultado. Vega, de hecho, recuerda que el 10 de enero Lepe le comentó sobre dos personas que le hacían bullying en la población, a los que él había tratado de traficantes para defenderse. Eso, los enfureció.

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La madrugada del 17 de febrero recién pasado, estábamos Marcelo y yo viendo la repetición del capítulo de la teleserie de Mega "Eres mi tesoro", mientras el resto de la familia dormía.

Estábamos en eso, cuando Marcelo me dijo que tenía sed. Yo le dije que fuera al mueble de cocina y viera si había un juguito. Marcelo bajó, volvió a subir al dormitorio y me dijo que no había y que fuéramos a comprar bebidas donde la Ronca, que vende hasta tarde. Le dije que lo acompañaba.

Eran alrededor de la 1.40 de la madrugada. Bajamos, cruzamos la calle y fuimos a la Ronca. Estábamos gritándole a la señora para que nos abriera cuando, desde el pasillo que está un poco más allá salió la Rucia, acompañada de la Gorda. Al ver a mi hijo ella dijo :"Mira quién está aquí. El maricón que le gusta vestirse de mujer y tiene el tremendo hoyo".

Al ver eso yo la increpé y le dije que dejara en paz a mi hijo, que él no le hacía nada. Ella reaccionó violentamente diciéndome "¿Qué te pasa, maraca conchetumadre?". Ahí ella y su amiga se abalanzaron sobre mí. Entre las dos me tiraron al suelo y me pegaron combos y patadas.

Luego aparecen dos hombres, el J.C.A. y un amigo suyo que, al parecer, venían detrás de ellas. Mi hijo decía suéltenla, suéltenla, y ellos se abalanzaron sobre él. Le pegaban combos y patadas, lo tiraron al suelo y le pegaban con piedras. Ante ello, las vecinas del segundo piso empezaron a tirar agua caliente con baldes. Fue ahí que ellos nos soltaron y se fueron del lugar.

Ayudé a mi hijo a pararse, lo tomé de la manito y él a mí de la cintura, y nos empezamos a dirigir a la casa. En eso oímos unos gritos y la voz inconfundible de la "Rucia" que decía "vamos, peguémosle, matemos al maricón".

Ahí vi a la Rucia, que tenía un revólver en la mano y como a unos cuatro metros de distancia disparó hacia mi hijo. No le dio, pero la bala le pasó rozando el cuello.

Con Marcelo nos estábamos dando vuelta para seguir caminando cuando J.C.A. le quitó el revólver de las manos a la Rucia y le dijo, "Presta pa' acá, yo le pego"… Y le disparó a Marcelo. La bala le entró por el costado. Marcelo caminó unos pasos y se desplomó. Ellos huyeron del lugar lanzando disparos al aire.

Cuando le dispararon, yo tenía a Marcelo tomado de la mano. Cuando cayó me agaché, lo tomé en mis brazos y le subí la polera para ver dónde le habían disparado. No le encontraba la herida. Lo acomodé en el suelo y corrí hacia mi casa para pedir ayuda y despertar a mis padres. Volví donde mi hijo, que aún estaba con vida. Yo lo acariciaba y le decía que se arrepintiera de todo lo malo que hubiese hecho en su vida. Lo besé, y le dije al oído "Te amo". Él me miró y me dijo: "Yo también te amo". Esas fueron sus últimas palabras.

Alguien apareció en un auto, lo subimos, lo llevamos al Hospital El Pino. Ahí mi hijo falleció, luego de dos reanimaciones, cerca de las cinco de la mañana. Sufrió un hemotórax masivo bilateral, producto de la herida a bala.

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El relato anterior, extraído de la querella presentada por Marcela Parraguez junto al Frente de Diversidad Sexual por homicidio simple contra J.C.A. y todos aquellos que resulten responsables —la que se suma a la interpuesta por el ministerio del Interior contra los mismos, pero por homicidio calificado—, es radicalmente opuesto al que propone la defensa del, hasta el momento, único formalizado del caso: J.C.A.

"Toda la evidencia me dice que esto fue una agresión contra un sujeto, que derivó en un homicidio con arma de fuego, por el hecho de ser homosexual, por reconocerse así y por estar orgulloso de serlo", asegura Pedro Aravena, el fiscal a cargo de la causa.

Para Roberto Rodríguez, su defensor público, éste no fue un crimen de odio. Según su versión, los acusados fueron provocados por Marcelo, quien acudió ante ellos ese día para venderles ropa robada de una tienda de retail, que incluso tenía alarma, para seguir consumiendo pasta base. Ahí se habría provocado una discusión que desencadenó, una pelea a golpes en la que habrían participado Marcelo, su madre, J.C.A., la Rucia y sus otros dos acompañantes. En eso, supuestamente, a la Rucia se le cayó una cadena de plata que se devuelve a buscar, a lo que Lepe y su madre comienzan a pegarle. Según el defensor, J.C.A. habría vuelto a la escena donde Marcelo lo estaba esperando con dos cuchillos, para entablar una especie de duelo. Ahí llegó un tercero y le disparó a Lepe.

"La madre ha levantado la tesis de que fue un crimen homofóbico, pero fueron otros los móviles. Yo vi las fotos de la autopsia y el joven no parecía homosexual, parecía normal, como cualquiera de una población de San Bernardo. El tema del móvil homosexual se levanta, pero entendemos que las organizaciones lo hacen para elevar banderas por su propia causa", afirma Rodríguez.

Macarena Car es abogada y miembro de Seres, Centro de Estudios de la Realidad Social, integrante del Frente de la Diversidad Sexual. Dada su experiencia anterior como fiscal, decidió tomar el caso. Y respecto a la tesis del consumo de drogas por parte de Marcelo, es tajante. "No hay antecedentes en la carpeta investigativa, no está acreditado que haya habido consumo de drogas por parte de Marcelo. En los juicios de homicidio, en general, las víctimas terminan siendo juzgadas por sus comportamientos, como si alguien mereciera que lo mataran. Así pasó en el caso Zamudio. En estos casos, sabemos que siempre va a ser así", dice.

Para el fiscal a cargo de la causa, Pedro Aravena, todo indica que la versión de Marcela Parraguez sería la verdadera. Y, a la vez, no cree en la tesis de que Lepe haya estado drogado la noche del 17 de febrero. "No hay antecedentes al respecto. De hecho, los testigos me han dicho que no era consumidor de drogas. Y aunque llegara el informe toxicológico de la víctima, junto con la autopsia, y me dijera que esta persona había consumido pasta base el mismo día, aun así yo no tendría antecedentes como para decir que la pelea se produjo por eso". Y agrega: "Porque toda la evidencia me dice que esto fue una agresión contra un sujeto, que derivó en un homicidio con arma de fuego, por el hecho de ser homosexual, por reconocerse así y por estar orgulloso de serlo", asegura.

Formalizado J.C.A., las tareas principales del fiscal son dos: acreditar la agravante (apelar a la Ley Zamudio) y confirmar la coautoría en el asesinato de la Rucia. Todo esto en el plazo de 75 días que se fijó para la investigación que, como en la mayoría de los casos de esta complejidad, es probable que se alargue.

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El jueves 3 de marzo se cumplieron cuatro años del horror. Cuatro años de aquella brutal golpiza que sufrió Daniel Zamudio y que terminó quitándole la vida veinticuatro días después en el quinto piso de la Posta Central. Desde 2013 que la Fundación Daniel Zamudio organiza para ese día una velatón en el Parque San Borja, donde ocurrió el asesinato, para conmemorar su muerte.

"Este es un compromiso que hice en el momento en que entré al hospital y vi a mi hijo. Sentí impotencia, una montonera de cuestiones. Dolor de papá. Es imposible no comprometerse a luchar para que se condene a estas personas y para que nunca más le pase algo así a un cabro como él", explica Iván Zamudio.

A la ceremonia, organizada con apoyo de la Municipalidad de Santiago, asistieron los alcaldes de Santiago y San Bernardo, además del subsecretario general de Gobierno, Osvaldo Soto. Pero hubo una presencia que, como dice Zamudio, le "alimentó el alma". Ese día, Marcela Parraguez también quiso estar presente. Y, aunque Zamudio le dijo que podía no hacerlo, quiso subirse a hablar al escenario.

Sólo pidió justicia.

El sábado pasado, Zamudio organizó un asado en su casa en San Bernardo, al que invitó a la familia Parraguez. Ahí, entre los collages de fotos de Daniel colgados en la pared, pudieron volver a reír, aunque sólo fuera por un rato. "Organizar la fundación es una forma de ir amagando el dolor y la culpa, que siempre van a estar. Nunca te olvidas del dolor, porque es el que te motiva a seguir metiéndote en el tema".

"Este es un compromiso que hice en el momento en que entré al hospital y vi a mi hijo. Sentí impotencia, dolor de papá. Es imposible no comprometerse a luchar para que se condene a estas personas y para que nunca más le pase algo así a un cabro como él", dice Iván Zamudio.

Una de las tareas pendientes, según Zamudio, es lograr que la ley que lleva el nombre de su hijo sea capaz de prevenir este tipo de delitos, no sólo de castigarlos una vez cometidos. Según cuenta Luis Larraín, presidente de Iguales, durante la última campaña de Michelle Bachelet lograron que incluyera una reforma a la ley antidiscriminación dentro de su programa. "Hay que prevenirla creando una institucionalidad que se preocupe de recopilar información, de influir en el Mineduc para modificar los currículos escolares para que incluyan la diversidad sexual. Porque hoy la gente sale de cuarto medio sin saber nada", explica.

Iván Zamudio dice que lo que ocurrió con Marcelo es un golpe, pero que el trabajo que tienen que hacer con la fundación, de educar a la gente, es permanente. Porque, según él, "Chile es un país con Alzheimer". Y él se prometió a sí mismo no dejar que nadie se olvide de lo que le hicieron a Daniel.