Los fantasmas de Miguel Krassnoff

<P>A la hora de referirse a las acciones por las cuales enfrenta una condena de 144 años de prisión, el brigadier (R) suele evocar la herencia cosaca de sus antepasados como una explicación de su odio a los comunistas.</P>




"SOY un cosaco, por lo que tengo un legado muy serio por el cual responder que me dejaron mis padres y abuelos, antepasados que rindieron sus vidas a manos de un sanguinario adversario en otras latitudes por razones y causas similares contra los que yo tuve la misión de combatir en esta preciada tierra chilena", escribió Miguel Krassnoff Martchenko a los más de 100 invitados al homenaje que el lunes pasado se le rindió en el Club Providencia.

En una extensa carta de seis páginas, leída por un joven integrante de la Fundación Pinochet, Krassnoff agradeció el gesto, defendió el Golpe Militar y se declaró inocente. Reiteró sus críticas al Poder Judicial y político que lo tiene en "un campo de prisionero político", a la vez que dijo estar confiado en que recuperará su libertad cuando "prevalezca la verdad".

En la ceremonia se presentó la cuarta edición del libro Miguel Krassnoff, prisionero por servir a Chile, biografía financiada por el ex ministro del gobierno de Augusto Pinochet, Alfonso Márquez de La Plata, y escrito por Gisela Silva. En el texto se relata el origen cosaco de la familia Krassnoff, su trayectoria militar y las críticas que hace el brigadier (R) a las decenas de procesos que lo tienen encarcelado en el penal Cordillera desde 2005.

En el relato, Krassnoff menciona en reiteradas ocasiones la herencia y valores cosacos que dice tener. Los mismos de su abuelo Piotr Nikolaievich Krasnov (1869-1947), atamán (comandante) cosaco que llegó a ser un alto militar ruso, nombrado príncipe a comienzos de siglo por los Romanov y que trató infructuosamente de instaurar una República Cosaca en el valle del río Don. En todos estos intentos se enfrentó a monarquistas y bolcheviques. Tras la llegada de Wladimir Lenin al poder en 1924, luchó contra el Ejército Rojo, acusándolo de transformar a Rusia en una nación atea, en contraposición con la tradición ortodoxa del zarismo.

Un cuarto de siglo después, fueron los soviéticos quienes ordenaron su ejecución y la de su hijo Semeón (padre del militar chileno) por crímenes de guerra y traición a la patria, luego de que Krasnov liderara la alianza de los cosacos con los ejércitos de Hitler en la invasión de la URSS.

Como sus cuerpos nunca aparecieron, Krassnoff Martchenko se dice a sí mismo pariente de detenidos desaparecidos y suele evocar su descendencia cosaca, al señalar que el destino lo puso a él también a luchar contra los comunistas. Pese a esto, asegura que no ha actuado por venganza familiar.

Como ex miembro de la Dina, mandatado por Manuel Contreras para eliminar al MIR, el brigadier (R) ha sido condenado en 21 causas por el secuestro permanente de 26 personas, más el homicidio de Lumy Videla. Estas sentencias suman en total 144 años de cárcel, y lo sitúan como el tercer oficial con más condenas después de Manuel Contreras y Pedro Espinoza.

Aparte de estas sentencias ya ejecutoriadas, Krassnoff aún debe enfrentar 59 procesos más por violaciones a los Derechos Humanos, según el observatorio de DD.HH. de la Universidad Diego Portales.

Aparte de su participación en las desapariciones, diversos testimonios lo han sindicado como torturador, entre ellos el de Osvaldo Andrade, presidente PS. Se le ubica en los centros de detención Londres 38, Villa Grimaldi y José Domingo Cañas.

Por esto, el homenaje y lanzamiento de la cuarta edición de su libro Miguel Krassnoff, prisionero por servir a la patria provocó fuertes protestas en las afueras del club de parte de familiares y víctimas de DD.DD.

Una semana antes, la polémica había llegado hasta La Moneda, luego de que una asesora del Presidente Sebastián Piñera lo excusara de asistir, pero deseara felicitaciones y éxito a los organizadores. El gobierno calificó el asunto como un error y despidió a la funcionaria, a la vez que el alcalde de Providencia, Cristián Labbé (UDI), amigo de Krassnoff, fue criticado por su partido.

El mismo día del acto, el ex presidente de la Comunidad Judía, Gabriel Zaliasnik, cuestionó el homenaje y puso el foco en el abuelo cosaco de Krassnoff. Dando cuenta de una "cruel coincidencia", dijo que el acto se realizaba en el aniversario 37 de la desaparición de Diana Arón (causa por la que Krassnoff está condenado a 15 años de cárcel como autor de secuestro calificado) y que los cosacos fueron reconocidos antisemitas. Agregó que toda su familia paterna murió en una de las matanzas -"progromos"- llevadas a cabo por estas tropas entre 1918 y 1920, y que parte importante de las fuerzas cosacas se unieron a las SS (fuerzas de elite a cargo del genocidio) en la época en que lucharon contra la URSS.

Para Krassnoff, en cambio, los recuerdos de su abuelo lo enaltecen y gran parte del libro está dedicado a sus hazañas. El único punto en que coinciden detractores y amigos, es que hay que conocer la historia del atamán para entender a Krassnoff.

"Con el diablo mismo, pero en contra de los bolcheviques". Con esa frase, pronunciada en una Rusia convulsionada en medio de la revolución de octubre de 1917, el atamán cosaco Piotr Krasnov resumió la lucha que marcó su vida y la de su familia por un siglo entero.

Acababa de unirse al recién derrocado primer ministro ruso, Aleksandr Kérenski, para combatir -junto a él- a las tropas de Wladimir Stalin y Leo Trotzki en la lucha por San Pertersburgo. Meses antes, Krasnov, como líder del Ejército cosaco que defendían al zar Nicolás II, había estado a cargo de reprimir las revueltas políticas que ya auguraban la caída de 400 años de monarquía. En su rol como brazo armado del zar, despreciaba a dirigentes como Kérenski, que había asumido el gobierno provisional tras la caída de los Romanov. Pero frente al avance del Ejército Rojo, Krasnov no dudó en aliarse a su ex enemigo y le salvó la vida.

Se enfrentó a las fuerzas de Trotsky y fracasó. Fue apresado y luego liberado bajo el juramento de que él y sus tropas no se enfrentarían más a los bolcheviques. Pero Krasnov no cumplió su palabra.

Nacido en 1869 en una acomodada familia de San Petersburgo, Krasnov fue hijo de un alto oficial de la guardia real Romanov que siguió el mismo camino de sus antepasados. Desde hacía varias generaciones, los cosacos habían jurado obediencia a la monarquía y eran quienes se encargaban de controlar el orden del reino. Un pueblo nómade de la estepa del sur de Rusia y Ucrania, eran reconocidos jinetes, militares y defensores de su libertad, de los cuales hay registro desde el siglo XIV.

Eran muy religiosos, y sus vidas estaban controladas por el cristianismo ortodoxo. Los historiadores los describen como salvajes, antisemitas y apegados a sus costumbres. Vivían en campamentos que fueron creciendo hasta transformarse en una fuerza militar con presencia en toda Rusia, donde se les reconocen sus luchas por la corona frente a Napoleón. "Dénme 20 mil cosacos y conquistaré Europa y el mundo entero", es la frase que se le atribuye al gobernante francés sobre sus rivales.

Pero fueron los ataques a poblados judíos denominados "progromos", en Ucrania y Polonia, fundamentalmente, donde los cosacos mostraron su lado más temido. Entre 1918 y 1920, líderes como Simeón Petlura condujeron ataques que dejaron más de 150 mil judíos muertos.

Tras ser liberado por Trostsky, Krasnov volvió a la región del Don para rearmar su Ejército y seguir enfrentando a los bolcheviques, a quienes decía detestar por haber transformado a Rusia en una nación atea.

En 1918, en medio de la guerra civil, proclamó la República Cosaca con estatutos, bandera y parlamento. En 1921 fue derrotado y partió al exilio en Alemania y Francia por más de 20 años. Allí fue un prolífico escritor de novelas, en las que plasmó su rechazo a los comunistas y su antisemitismo, según relatan Paul Heller y Claudio Velasco en La venganza es mía, investigación sobre la familia Krassnoff realizada en 2004 para el Centro de Derechos Humanos de Nuremberg.

Entre 1922 y 1945 los cosacos fueron perseguidos por los soviéticos, siendo Krasnov el principal líder en el extranjero que, tras enterarse de la arremetida de Hitler sobre la URSS, decidió aliarse a Alemania.

Según la literatura que recoge el episodio, en 1943 Krasnov -con 74 años- logró la unidad de los cosacos en el exilio para atacar a los "rojos" (donde también había cosacos). Entre sus tropas también estaban su hijo Simeón (50 años) y su sobrino Nicolai.

Pero el fin de la Segunda Guerra Mundial lo obligó a rendirse ante los británicos y, debido al pacto secreto de Yalta, él y su pueblo -cerca de 45.000 personas- fueron repatriados. La URSS quería de vuelta a los cosacos que se habían aliado al enemigo. Estos habían viajado con sus familias y establecido campamentos en el norte de Italia, donde luchaban con las guerrillas de Tito. Al finalizar la guerra, debieron cruzar los Alpes a pie y establecerse en Austria, en la zona de Lienz. Allí esperaron la repatriación que dejó varios muertos.

Krasnov, su hijo Simeón y su sobrino-nieto Nicolai fueron enviados en avión a Moscú. El atamán fue asesinado en 1947 en la cárcel de Lefornovo por crímenes de guerra y traición a la patria a los 77 años. De su hijo se perdió todo registro y los restos de ambos nunca fueron encontrados. Nicolai fue enviado a Siberia, donde cumplió una pena de 10 años de trabajos forzados.

Dhyna Martchenko (de 28 años) quien se había casado en 1944 con Simeón Krasnov y estaba embarazada, se escondió junto a su madre en una aldea, hasta que un diplomático chileno las asiló. El libro de Krassnoff define su nacimiento en Austria así: "una semilla de la heroica dinastía de los Krassnoff había sobrevivido".

En 1949, Dhyna Martchenko, llegó a Chile junto a su madre, María Chipanoff, y su hijo Miguel de 1 año.

Krassnoff creció como un niño más, hablando ruso en casa y aprendiendo desde pequeño las vivencias de su abuelo y las aventuras de los cosacos en los relatos de Chipanoff. Su madre fue traductora en el Ministerio de Relaciones Exteriores y de a poco logró progresar. Primero vivieron en dos piezas y un baño arrendados en el barrio Brasil, y luego terminaron viviendo en Macul.

En el texto, Krassnoff reconoce a su abuela como la principal formadora de su personalidad. Ella, una fumadora empedernida, fue quien lo crió bajo los valores cosacos "del amor a Dios y a la Patria". En su infancia fue monaguillo en la iglesia ortodoxa.

Según el libro Krassnoff, arrastrado por su destino de Mónica Echeverría, la relación madre e hijo se enfrió cuando ella se volvió a casar en 1960 con un obrero de origen mapuche. Según la versión de Krassnoff, fue un matrimonio poco feliz y él describe a su madre como una mujer que "vivía aparentemente sin recuerdos". Nada dice en su libro de su media hermana Elizabeth Escudero Martchenko, quien cuidó a su madre hasta el día de su muerte en 1992.

Tras el fallecimiento, relata el ex militar en su biografía, fue a visitar a su hermana a la casa de Quilicura, donde vivió su madre, y pidió quedarse con una foto de su abuelo dedicada a Martchenko. "No tenemos ningún contacto con ella", señala la esposa de Krassnoff, María de Los Angeles Bassa.

La carrera militar de Miguel Krassnoff comenzó en 1963 cuando, pese a la oposición de su madre, ingresó como cadete a la Escuela Militar. Egresó en 1967.

El 11 de septiembre de 1973 era profesor de ética en la Escuela Militar, cuando participa en el asalto a la casa de Salvador Allende.

En enero de 1974 viaja a Panamá para participar en la Escuela de las Américas, centro de instrucción militar del Ejército estadounidense, donde se entregaba formación en inteligencia. En agosto de ese año entra a la Dina, y en octubre participa en el enfrentamiento donde muere Miguel Enríquez.

Por esta acción fue condecorado por Pinochet con la Medalla al Valor, reconocimiento que no se entregaba desde la Guerra del Pacífico. Un mes después ocurre el secuestro de Arón. Según declaró Osvaldo Romo en el libro de Nancy Guzmán Romo, confesiones de un torturador, Krassnoff se refirió duramente sobre Arón tratándola de "marxista y judía", después de apremiarla.

En 1979, tras la disolución de la Dina, Krassnoff asciende a mayor y es destinado a labores de inteligencia en Defensa. Su carrera sigue con diversas asignaciones, pero -según su biografía- le duele no haber podido asumir la agregaduría militar en Rusia en 1995 "por razones políticas", y no haber ascendido a general en 1997, debido a su paso por la Dina.

En 1998 renunció al Ejército.

En la cárcel, el militar hace mucho ejercicio, lee sobre la historia de Rusia y responde cartas en ruso. "Los cosacos somos uno solo", suele decir según cuenta su esposa. Por las noches, reza en ruso y en voz alta.

Sobre las acusaciones de antisemitismo de su abuelo y de él mismo, Bassa cuenta que nada de eso es cierto, "solamente son especulaciones".

En la cárcel lo pueden visitar sólo 423 personas que él definió. Los más frecuentes son Márquez de La Plata, su esposa y su abogado, Carlos Portales.

Hermógenes Pérez de Arce, quien ha ido a verlo, indica que Krassnoff "siempre es muy formal, pero excesivamente optimista con su causa".

En enero, el libro de Krassnoff fue lanzado en Moscú, en una versión en ruso. Este año ha concedido dos entrevistas a medios de comunicación rusos: Canal 1 y la revista Eco Planeta, donde se explaya sobre su situación judicial, reivindica su paso por la Dina y alega inocencia.

"Mi vida en los últimos casi siete años -hasta ahora- ha transcurrido en prisión, privado ilegal, ilegítima e inconstitucionalmente de libertad, por supuestos cargos nunca comprobados relacionados con ciertos delitos cometido en contra de los 'Derechos Humanos', concepto muy hipócritamente utilizado y prostituido en Chile por parte de los marxistas criollos", dijo a la revista Eco Planeta, a la cual La Tercera tuvo acceso.

El militar alegó por las supuestas irregularidades de los procesos en su contra: "Miguel Krassnoff no necesita de perdones, misericordias, favores, indultos o leyes especiales para obtener su libertad. Sólo necesito que se cumpla con la ley".

En la conversación, Krassnoff también se refiere a un episodio que pudo cambiar su suerte, cuando el año 2000 el entonces embajador de Rusia, Vladimir Chkikvadze, le ofreció nacionalizarse ruso, para lo cual debía renunciar a la nacionalidad chilena. "Ante esta exigencia, le expliqué a ese señor embajador que para mí no era fácil cumplir de inmediato ese requisito, por ser Chile el país que nos recibió con los brazos abiertos cuando mi madre y abuelita materna -junto conmigo que tenía 1 año de edad- logramos escapar de la persecución soviética desde Austria". Su argumento fue que Chile es su patria adoptiva. "Además soy un Oficial Superior del Ejército de Chile y juré ante Dios y su bandera defender a esta nación y a su pueblo hasta rendir mi vida si así fuese necesario. ¡Y vaya que lo fue!".

Sin embargo, todo lo ocurrido en estos años hoy lo hacen arrepentirse: "El éxito logrado en bien de toda la nación ha comenzado a ser destruido por los mismos vándalos y cretinos seguidores de aquella atea y maldita filosofía que hace casi 40 años, literalmente, destruyó a Chile. (...) Al tener que reconocer esta triste realidad que afecta a Chile, siento que ya nada le debo a esta antipática y malagradecida sociedad en su conjunto. (...) si hoy tuviese la misma oportunidad que se me dio años atrás (...) seguramente mi respuesta y actitud serían muy diferentes a las que tuve en aquella época".

Según Pérez de Arce, la oferta de Rusia sigue en pie.

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