El general Banda: el héroe de la gesta voleibolista chilena ante Estados Unidos

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Introvertido, tranquilo, pero a la hora de jugar es quien controla los hilos de todo: Matías Banda, el armador de Chile, es quien le entrega la magia al sexteto y en Lima vive su propio sueño.



Introvertido, callado, pero uno de los líderes del sexteto nacional. Matías Banda (24 años) estuvo pensando hasta comienzos de año que quizás no podría formar parte de la selección que ayer derrotó a Estados Unidos por 3-1 (25-17, 25-17, 17-25 y 25-22) en los Juegos Panamericanos. Banda fue la figura.

Una operación en las rodillas lo tuvo casi un año sin poder remachar, temiendo que no pudiera vestir la camiseta chilena, ni cumplir el sueño de todos en este equipo, que era poder representar a Chile de buena forma tras 48 años de ausencias en el megaevento continental.

Pero lo consiguió y ayer se transformó en uno de los héroes de la noche. "La temporada pasada no la jugué porque me operé las rodillas. Fue muy duro, porque estuve casi un año parado. Este año me costó mucho volver, pero ya me siento a full", reconoce ahora a La Tercera.

Esa dolencia lo ayudó a crecer, ha replantearse todo, a tener más hambre por conseguir lo que en otro momento se creía imposible. "Me sirvió mucho para trabajar la cabeza", dice. Incluso debió tolerar la rabia por no sanarse a tiempo: "La lesión se me alargó más de lo que esperaba, entonces los primeros meses fue de mucha frustración, porque quería entrenar y no podía. Pero al fin me siento bien para jugar".

Pese a solo inscribirse con tres puntos, su tarea fue una de las más fundamentales. Es quien debe servir el balón para que los artilleros disparen, el hombre que hace el trabajo sucio, que permite que el resto brille. "Pese a no ser tan alto, ha demostrado tener un nivel internacional. Su técnica es muy delicada, es ese capitán que no es efusivo, pero es quien pone los pies en la tierra". Quien lo elogia es Jorge Pino, el presidente de la Fevochi.

Ayer mostró mucho de eso. Tras los brillantes dos primeros sets, el sexteto norteamericano comenzó a atacar con fuerza. Complicaron a los nacionales, que comenzaron a desconcentrarte, pero él, ante cada fallo, sacó la voz para devolver a sus colegas al juego. No se guardó nada. Es un general dentro de este batallón.

"En los momentos difíciles siempre trato de volver a concentrarme, volver al partido. Ayer, después de los dos primeros sets, Estados Unidos subió mucho y nosotros, no sé si nos relajamos, pero nos desconcentramos", confiesa.

Es uno de los de la generación del 95, la que más ha nutrido a esta selección. Formado en el Club Providencia, desde hace ocho años que pertenece a la selección que dirige Daniel Nejamkin. Llegó gracias a al consejo de de su profesor en el colegio, Álvaro del Campo, que por sus aptitudes y condiciones le recomendó ir a probarse.

También es fanático de la música electrónica. Su otra pasión es componer e incluso se proyecta como DJ. Pero lo que ahora lo mueve son los remaches. Sabe que con el equipo puede reescribir la historia y, aunque aún no tiene equipo, se proyecta para firmar pronto un contrato profesional. "Aún no tengo club, estoy hablando con un equipo en Brasil, pero aún no sé nada. Sé que después de estos Juegos eso va a cambiar, pero por ahora pienso sólo en los Panamericanos", dice.

Matías Banda habla poco. Se confiesa introvertido. Algo difícil de creer mirándolo en cada juego. Allí se transforma en el gran pilar de esta selección. Allí, todos quieren que los haga brillar.

Esta noche, la Roja vuelve a la cancha para enfrentar a Brasil.

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