Del camión a Primera: la historia del arquero Gustavo Fuentealba

A la izquierda, Fuentealba al volante de su camión. A la derecha, junto a Suazo.

El meta juega en La Serena y repasa las mil vueltas que ha dado en una carrera que lo tuvo al borde del retiro.



Un segundo aire vive Gustavo Fuentealba. Hace poco más de un año, el actual arquero de La Serena pensaba dejar el fútbol. “Estaba pasando hambre y frío”, recuerda. Jugando por Colegio Quillón de Tercera B, la quinta división, el portero de 25 años veía esfumarse todos esos sueños que tenía cuando arrancó su carrera en Lota Schwager.

Hoy pelea un puesto con Zacarías López y Raúl Olivares y, aunque ya jugó tres partidos en el año, sufrió como pocos para debutar en Primera. “En Lota era todo precario. Entrenaba en tierra, los camarines tenían poca agua y todo costaba más”, repasa sobre sus primeros años como profesional.

El calvario empezó cuando Fuentealba partió a Cauquenes. “Hicimos un gran torneo y casi subimos. Hubiese sido una hazaña, pero luego no me llamaba nadie. No sabía qué estaba haciendo mal. Terminé llegando a Vallenar y lo pasé mal. Me ofrecieron plata y no me la dieron, viví en condiciones precarias y renuncié. No me importó que no me pagaran, les dije que se quedaran con el dinero. Ahí comencé a decepcionarme del fútbol”, revela.

Gustavo pensó, por primera vez, en el retiro. En eso, recibió el llamado del dueño de Colegio Quillón: “Óscar Roa me recibió con los brazos abiertos, pero estando en Tercera B dudé más sobre si el fútbol era lo mío o no. Pasé hambre y frío, no porque me hayan tratado mal, sino porque vivía en el estadio al lado de un río y era todo helado. Ya estaba pensando en sacar la licencia para manejar camiones y trabajar con mi papá. Él es productor, envasador de vinos y ahora se amplía al tema agrícola. Se mueve entre Lota y Quillón”.

Fue en el peor momento cuando el arquero recibió un llamado que le cambió la vida. “Sufrí mucho y le pedí a Dios que me diera la última oportunidad en el fútbol, que juraba no desaprovecharla. A los pocos días me llamaron desde La Serena, que necesitaban urgente un arquero. No lo podía creer. Armé la maleta, no me despedí ni de mi familia y viajé de inmediato en bus. Fueron como 15 horas. Ni siquiera estaba al 100% físicamente, si ya estaba pensando en trabajar en cualquier cosa. Dormí en el bus y soñé que todo era mentira, recién llegando al club me di cuenta que era real”, confiesa.

Poco más de un año cumplió Fuentealba en un club donde a los pocos meses de su llegada ascendió a Primera: “Estar acá ha sido un sueño hecho realidad. La vida me dio una segunda oportunidad y por algo el fútbol no me dejó antes. Converso harto con Chupete y el Pájaro y ambos me comentan que me ha tocado difícil en la vida. Pero el mismo Suazo me dice que él pasó por algo similar. Si él empezó muy adulto a jugar en Tercera con San Luis y después explotó. Chupete me ve condiciones y me aconseja que debo luchar siempre, que todo esfuerzo trae recompensas”.

Precisamente el meta de 25 años es uno de los más cercanos a los experimentados jugadores granates: “Saco lo mejor de ellos, son tremendas personas. Veo a Chupete al lado mío y pienso ‘estoy con el goleador mundial’. Es impagable. Lo veo y no parece de casi 40 años. La rompe en las prácticas. Es rápido, técnico y buenísimo. Nunca ha demostrado aires de grandeza ni mucho menos, me sorprendió su humildad”.

Fuentealba no olvida sus raíces y aunque tiene los pies en la tierra, tampoco deja de soñar. “Me costó tanto llegar acá, que no voy a desaprovechar la oportunidad. En los entrenamientos doy el triple de mis capacidades. Prefiero quedar muerto en las prácticas y no guardar nada. Sueño con quedarme, jugar varios años en Primera y quién sabe si surge algo en la selección. El fútbol da muchas vueltas. Tuve objetivos que veía muy lejanos, pero ahora los siento cada vez más cerca. Igual cuando vaya a Lota tengo que seguir trabajando con mi papá en el camión. Siempre dice que, aunque esté jugando en el Manchester United o donde sea, lo debo seguir ayudando”, sentencia.

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