Un enfermo de impacto mundial: lo que mueven y sacuden los achaques de salud de Maradona

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El episodio que obligó a internarlo e intervenirlo por un hematoma subdural no es el único de gravedad en el historial clínico del astro argentino. Y, como todos los anteriores, remece al planeta.



Diego Maradona está convaleciente. El mejor futbolista de la historia se recupera de la intervención a la que fue sometido para evacuar el hematoma subdural que le detectaron. El cuerpo médico que lo atiende informó que el procedimiento para disolver el coágulo ubicado entre el cerebro y el cráneo había resultado exitoso, pero la preocupación en el mundo entero se mantiene. “La evolución de Diego no presenta ningún tipo de complicaciones. Diego se encuentra sin ningún tipo de daño neurológico, goza de un excelente postoperatorio, los parámetros incluso mejoraron, estabilizaron la anemia. Hoy le retiramos el drenaje. Estamos en total sintonía con los médicos de terapia. Cursa de modo favorable. Diego está bien, con analgesia. Estamos tratando de que se recupere progresivamente. La evolución es día a día”, evalúa su médico, Leopoldo Luque, en el reporte de hoy, pero la preocupación se mantiene.

No solo el astro y su entorno más cercano sufren. También lo hacen sus millones de feligreses en todo el planeta. Porque parece ser que si se enferma Maradona es toda una religión la que sufre los síntomas. Y la que reacciona en función de una pasión muchas veces desmedida, en la que la racionalidad pasa a segundo plano. La prueba más evidente son las manifestaciones que se producen en las afueras de la clínica Olivos. Aunque también hay otras muestras más mesuradas de respaldo, como la de Lionel Messi, quien recurrió a su cuenta en Instagram para enviarle un mensaje. “Mi familia y yo te queremos ver bien lo antes posible”, escribió el astro del Barcelona.

No es primera vez que la salud del astro argentino mantiene en vilo a sus millones seguidores en el planeta. Sin siquiera considerar las lesiones propias de la práctica del fútbol (cuya máxima huella es la fractura que le provocó el español Andoni Goikoetxea, en 1983), el historial clínico del ex capitán de la selección argentina es nutrido y complejo. Está, también, estrechamente ligado a la adicción a las drogas y a los excesos que ha cometido en una vida en la que ni él ni nadie de su entorno ha sabido ponerle freno a las conductas que, irremediablemente, lo fueron deteriorando.

Hay que remontarse a 1982, la época en que Maradona militaba en el Barcelona para encontrarse con los primeros indicios preocupantes. Es en esa época en que se sitúa el inicio de la tóxica relación entre el Diez y la cocaína. En ese tiempo, también, Maradona sufre un cuadro de hepatitis tipo A, del que logra restablecerse.

Los desbordes en la vida de Maradona no se detuvieron nunca más, aunque no fue sino hasta la década de los 90 cuando el consumo de sustancias prohibidas apareció en los controles antidopaje. La primera vez, en 1991, cuando jugaba por el Napoli. Esa vez le detectaron cocaína. Tres años más tarde, en el Mundial de Estados Unidos, arrojó positivo por efedrina. En 1997 se produjo el tercer episodio, otra vez por cocaína.

Tres años después del último dopaje positivo y del fin de su carrera como futbolista, se produce el primer incidente alarmante. Estando de vacaciones en el balneario uruguayo Punta del Este, Maradona debe ser internado por una crisis hipertensiva y un cuadro de arritmia ventricular provocado por el consumo de drogas. Fue la primera vez en que se temió realmente por la vida del exfutbolista.

Maradona, el día en que debió ser internado en Punta del Este. (Foto: Minuto Uno)

Un túnel sin fin

De ahí en más, la ficha del astro se siguió engrosando. Los intentos por alejarse de las adicciones resultaban, por decir lo menos, relativos. Entre 2000 y 2004 estuvo varias veces en Cuba para someterse a tratamientos en este sentido, pero siempre disfrutó de concesiones que le permitían mantener su desenfrenado estilo de vida. Tiempo después se conocieron imágenes de sus orgías sexuales y comenzaron a aparecer los hijos que engendró en la isla. Su abogado, Matías Morla, afirmó que reconocería a tres.

En 2004, estuvo internado durante 11 días para tratar una nueva crisis hipertensiva que traía otros elementos: un cuadro basal de cardiopatía dilatada complicado aún más por una infección pulmonar. La clínica en la que lo trataron se transformó en un sitio de peregrinación y las rejas se llenaron de carteles con mensajes de apoyo al astro. Un año después, viajó a Colombia para someterse a un bypass gástrico con el que se pretendían controlar otras patologías asociadas: Maradona sufría miocardiopatía, diabetes y tenía alterada la función renal.

En 2007, otra vez debe ser hospitalizado. Los excesos con el alcohol habían derivado en una hepatitis química. La internación se prolongó por 15 días, con un nuevo desfile de fanáticos del astro por los exteriores del centro asistencial en el que estaba. Sin embargo, en otra muestra del descontrol con que ha manejado su vida, Maradona recayó apenas dos días después. Otra vez tuvo que pasar por cuidados intensivos.

Ocho años más tarde, ahora en Venezuela, Maradona debió someterse a una nueva cirugía relacionada con el bypass gástrico que le habían instalado y que, evidentemente, no había generado el efecto que perseguía.

Los últimos años están marcados por sus evidentes problemas físicos y conductas que ponían en duda su rehabilitación, como la performance que ofreció en pleno Mundial de Rusia, en el que se vio evidentemente descontrolado en el partido entre Nigeria y Argentina. De hecho, tuvo que ser tratado por una descompensación. “Me revisó un médico y me recomendó que me fuera a casa antes del segundo tiempo, pero yo quise quedarme porque nos estábamos jugando todo. ¿Cómo me iba a ir? Les mando un beso a todos, perdón por el susto y gracias por el aguante, ¡hay Diego para rato!”, declaró a través de sus redes sociales.

Mientras estaba en México, por ejemplo, eran ostensibles los problemas que presentaba para caminar, por lo que llegó a usar muletas para desplazarse. Padecía de artrosis en ambas rodillas.

Sin embargo, no es eso lo que, en 2019, otra vez genera inquietud: ahora se trata de una hernia estomacal que le provoca un sagrado interno. El tratamiento fue más allá, pues Maradona fue sometido a una ‘cura de sueño’ para intentar controlar un nuevo problema asociado a sus problemas históricos: el insomnio. Desde esa fecha se mantiene con medicamentos para conciliar el sueño.

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