Todo mi amor está aquí

Muchos me preguntan hoy que por qué fui a un "acto de la izquierda", y he ahí el retrato de lo que aún nos divide: creer que solidarizar con quienes sufrieron violaciones a los derechos humanos es algo de izquierda. La verdad, más que puños en alto, vi corazones (y muchas velas) unidos por la memoria de las víctimas.


Ir al acto "Todo Mi Amor Está Aquí" en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos el día de ayer fue una decisión compleja. Nací en 1990, por lo que crecí en el Chile de la transición que buscaba la justicia y reconciliación tras la dictadura de Augusto Pinochet, y soy militante de Evópoli, un partido de centro-derecha con un profundo compromiso por los derechos humanos. Ante todo, fui, a título personal, a rendir homenaje a las víctimas de los crímenes contra la humanidad y a las familias que viven día a día en el anhelo de justicia de algún día encontrar a sus seres queridos.

Muchos me preguntan hoy que por qué fui a un "acto de la izquierda", y he ahí el retrato de lo que aún nos divide: creer que solidarizar con quienes sufrieron violaciones a los derechos humanos es algo de izquierda. La verdad, más que puños en alto, vi corazones (y muchas velas) unidos por la memoria de las víctimas. Los derechos humanos no son patrimonio de izquierda ni tienen color político, sino que son conquista de la sociedad toda, y está en cada uno de nosotros respetar nuestras diferencias y promover el diálogo democrático de modo que tragedias como las que ocurrieron no se repitan.

Al llegar al museo, se me hizo un nudo en la garganta. Había ido un par de veces antes, pero es inevitable siempre sentir angustia frente a las atrocidades que conmemora. Las velas en alto mientras Illapu cantaba "Vuelvo" me conmovieron casi hasta las lágrimas. Emocionaba ver a tantos familiares de detenidos desaparecidos y cómo se llenaban de alegría frente a quienes pusimos velas en las vallas sólo para decirles que no están solos y que los suyos jamás serán olvidados. Fue un evento realmente impactante, y me saco el sombrero frente al gran trabajo de sus organizadores en convocar tanta gente en nombre de la memoria.

Creo profundamente que los derechos humanos no tienen color político y que son un avance civilizatorio que debería comprometernos a todos, tanto en la derecha como en la izquierda, con el "Nunca Más" y con la reconciliación que tanto anhelamos. Que la justicia muchas veces tarda, pero que no se pierda nunca la fe en que llegue. Que este episodio, más allá de las legítimas diferencias políticas que podamos tener, nos invite a ver nuestra sociedad desde el respeto, la celebración de lo que nos une y la reflexión sobre la memoria. Creo que es posible soñar con un Chile en que ser de derecha o izquierda no signifique ver al otro como un enemigo, como alguien sospechoso o digno de desconfianza, sino como alguien tan igual y digno como uno, pero que simplemente piensa distinto, y que tarde o temprano el compromiso con los derechos humanos nos una, sin "pero", sin medias tintas, sin colores políticos. Incondicionalmente.

Invito a todos a conocer y apreciar el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, las tristes historias que albergan sus exhibiciones o los rostros de los detenidos desaparecidos y ejecutados políticos en sus muros. En una época en que el clima político está enrarecido, y donde muchos parasitan de la virulencia para hacerse conocidos, el museo es una invitación cruda pero necesaria a ver la sociedad desde el respeto mutuo y la sana convivencia. Vaya que nos hace falta.

[gallery size="large" ids="283537,283529,283531,283532,283534,283535"]

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.