Libro sobre Luis Almagro (OEA) indaga en los pasajes más controvertidos de su carrera

El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro antes de una conferencia de prensa.

El secretario general de la OEA acumula una serie de polémicas en su carrera que intentan ser recopiladas en el libro "Luis Almagro no pide perdón", cuya portada fue criticada por el propio político.


La intuición y la fortuna han estado del lado de Luis Almagro Lemes (57). A los seis años y sin saber nadar saltó a un arroyo para rescatar a su madre que se ahogaba en Paysandú, Uruguay. Más de 30 años después, decidió pausar sus labores diplomáticas para trasladarse a Sudáfrica “por amor”, con un permiso sin goce de sueldo, pero que en 2003 fue rechazado, hecho que lo obligó a retornar a su país. Paradójicamente su regreso fue la puerta de ingreso para irrumpir en la alta política uruguaya, como parte del círculo cercano de José “Pepe” Mujica, el mismo que intercedió en 2015 para que Almagro se convirtiera en secretario general en la Organización de Estados Americanos (OEA).

Un “golpe de suerte” permitió que en 2014 y en medio de un vuelo, la entonces embajadora de Estados Unidos en Uruguay, Julissa Reynoso -actual jefa de gabinete de la futura primera dama estadounidense, Jill Biden-, deslizara a Almagro la idea de postular a la OEA, elección que respaldó el mismo Joe Biden, entonces vicepresidente de Barack Obama, al “convencer al establishment de Washington”.

Luis Almagro, secretario general de la OEA.

Un estratega con gran ojo político, una figura polarizadora, impulsivo, “volcánico”. Para algunos un referente regional, para otros un “traidor”. Almagro ha sido descrito de todas esas formas y desde la OEA se ha convertido en una figura controvertida, especialmente por el rol que jugó tras las cuestionadas elecciones en Bolivia, a fines de 2019, que derivaron en un estallido social que terminó con la renuncia de Evo Morales.

En más de 500 páginas, 100 entrevistas y 19 capítulos, los periodistas uruguayos Martín Natalevich y Gonzalo Ferreira intentan descifrar la vida y la carrera del titular de la OEA, en el libro Luis Almagro no pide perdón. “Es un personaje complejo con diferentes facetas. Nosotros encontramos un hombre político que fue subestimado mucho tiempo. Muy cerebral, pero a la vez muy impulsivo”, dice Natalevich en conversación con La Tercera.

Almagro nació el 1 de junio de 1963 en Cerro Chato, un municipio al interior del país, que en esa época no superaba los 500 habitantes (actualmente es habitado por 3 mil personas). El político uruguayo proviene de un linaje de dos familias tradicionales: los Almagro, vinculados al Virreinato del Río de la Plata, y los Lemes, terratenientes. A pesar de esto, su padre Enrique, su madre, María Inés y sus dos hermanos, vivieron una vida difícil, alejada de los lujos, en la que el “Oso”, como fue apodado Almagro, aprendió a leer de manera autodidacta a los cuatro años, según el libro.

Portada del libro Luis Almagro no pide perdón, de la editorial Planeta.

En los 80, la familia se trasladó a Montevideo, donde Almagro se tituló de abogado en la U. de la República. Después saltó a puestos diplomáticos en la Cancillería.

Pistola, alfombras y quejas

El 18 de enero de 1991 Almagro pisó su primer destino en el exterior: Teherán, a donde llegó como secretario de la embajada, pero terminó como encargado de negocios. “Irán era uno de los destinos menos deseados entre sus pares, pero él lo eligió porque supuso que iba a gozar de ciertas libertades al estar en los escalafones más bajos de la Cancillería”, apunta Natalevich.

Luis Almagro
Luis Almagro junto al mandatario de Chile, Sebastián Piñera.

Entre la “mitología” que dejó el paso de Almagro por territorio iraní (1991-1996) aparece su tensa relación con el embajador uruguayo, Barón Dupetit, que “cuando llegaba a la embajada, desenfundaba un arma y la apoyaba sobre la mesa para conversar conmigo”, cuenta el propio Almagro en el libro.

Para Natalevich, Almagro no era el típico diplomático: “Tenía un estilo más bohemio, no quería estar bajo reglas, era un alma más libertaria, lo que le generó problemas”. Justamente en 1996, cuando dejó Teherán tras una “denuncia de acoso y varias polémicas”, el contenedor que transportaría sus pertenencias fue confiscado por “supuesto contrabando” de alfombras persas y objetos antiguos con valor patrimonial, denuncias negadas por Almagro.

Disputas regionales

En 2003, tras ser obligado a regresar a su país, Almagro, su segunda esposa, la diplomática sudafricana Marianne Birkholtz, y sus hijos -son siete de dos matrimonios: tres nacieron en Montevideo, uno en Teherán, uno en Berlín, uno en Pretoria y el último en Beijing, en 2014- aterrizaron en Montevideo para rearmar una vida familiar.

El secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha sido uno de los principales críticos del gobierno de Maduro.

Aunque era militante del Partido Nacional, del cual fue expulsado en 2018, Almagro era “un desconocido en la política uruguaya y menos aún formaba parte de los círculos de izquierda, pero tuvo la visión de que Mujica se iba a transformar en una figura nacional”, revela Natalevich.

En poco tiempo, logró penetrar en el círculo del expresidente y la cercanía que logró con él le permitió que tras la victoria en las urnas del Frente Amplio en 2009, asumiera como canciller para el período 2010-2015. Desde ahí comenzó una turbulenta trayectoria, que incluyó severas críticas a Venezuela, lo que derivó en un “telefonazo” desde el Palacio Miraflores para exigir su destitución.

Sin embargo, el libro apunta que los episodios “más coherentes” de su carrera han sido precisamente su postura sobre Venezuela. En cambio, la mayor “incoherencia” se dio con Cuba, país que visitó junto a Mujica en 2013 para los 60 años de la Revolución Cubana. Ahí dijo: “¡Viva la Revolución”, pero más tarde, ya estando en la OEA, la tildó de “Revolución jinetera”.

Un cartel con el mensaje "No a la injerencia de Luis Almagro" en una protesta en Venezuela.

En la carrera por la secretaría general de la OEA, Almagro ganó con 33 votos a favor y una abstención, y en 2015 comenzó a liderar el organismo regional, puesto por el que fue reelecto en marzo de este año, por lo que se mantendrá hasta 2025.

“Siempre ha tenido ambiciones políticas. Ya ha dicho que hará política hasta el ultimo día de su vida y también dijo que su deseo es volver a vivir a Uruguay. Uniendo esto podríamos concluir que Luis Almagro buscará una revancha política en Uruguay. Es difícil saber ahora, pero es joven para los parámetros presidenciales uruguayos”, concluye Natalevich, que tras la publicación oficial del libro el 1 de diciembre recibió un reclamo de Almagro por la foto de portada, acusando que “ni Picasso se hubiese animado a tanto con mi cara”.

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