“Vatileaks” casero: La tercera encíclica del Papa Francisco se filtró... desde la Iglesia chilena

Santiago Silva Retamales

Se supone que el documento "Fratelli tutti" era un secreto pontificio y se daría a conocer el domingo reciente, después del Angelus. Pero se divulgó antes. Al menos un día antes. Sus 123 páginas originales fueron publicadas de forma completa incluso por medios extremadamente críticos a Roma. Y con un detalle: bajo la firma del obispo castrense y presidente de la Conferencia Episcopal, Santiago Silva. Una tragicómica cadena de errores y mensajes por WhatsApp le aguaron la exclusiva al Pontífice.


“Estimados hermanos: Les escribo con motivo del envío que hice de ‘Fratelli Tutti’ por WhatsApp. Fue una cadena de errores míos por los que pido disculpas, pero tengan la seguridad que en ningún momento obré con mala intención”.

Así parte una sentida carta que este fin de semana recibió, vía medios electrónicos, un numeroso grupo de obispos y sacerdotes.

La firmaba el prelado castrense y presidente de la Conferencia Episcopal de Chile (Cech), Santiago Silva Retamales. Y hacía referencia al embrollo bíblico que se desató bajo su nombre y que habría causado molestia hasta en altos círculos del Vaticano.

Todo tiene que ver con “Fratelli tutti”, la tercera encíclica que el mismo domingo presentó el Papa Francisco.

El esperado documento trata sobre la fraternidad y la amistad social, en tiempos difíciles para toda la humanidad.

El Pontífice lo anunció tras el rezo del Ángelus, en la Plaza San Pedro. Y eligió ese día no por causalidad. El sábado 3, es decir, 24 horas antes, fue firmado el texto sobre la tumba del propio San Francisco, en la ciudad de Asís, justamente en la conmemoración de su deceso, un 3 de octubre de 1226.

El Vaticano tiene muchas reglas, pero una de las que más se respetan, y con mayor celo, tiene que ver con sus secretos, particularmente con los documentos y acciones del Papa.

Y resulta que las 123 páginas de la encíclica “Fratelli Tutti” deambularon y se publicaron en numerosos chat y medios electrónicos cuando menos un día antes de su salida oficial. Incluso en portales como Infovaticana.com, entusiasta detractor de Francisco.

¿Cómo? Con la filtración de un original, que tenía el nombre de su dueño estampado en rojo: Santiago Silva Reta.

Correos y respuestas

La tragicomedia comenzó hace poco más de un mes, cuando un cardenal del Vaticano envió una carta a los correos diocesanos de todos los países, solicitando el email particular de cada obispo.

La idea era que poco antes de la publicación de la nueva encíclica, el Papa le enviaría a cada prelado, a ese correo particular, el documento de “Fratelli tutti”, para que lo conociera y leyera con calma.

Este sistema, por cierto, es nuevo. Tradicionalmente, las encíclicas llegaban a la Nunciatura Apostólica, también un día antes, y de allí fluían a los obispos. Esta vez, sin embargo, se haría directo.

Así, el viernes 2, pasadas las 16.00 horas y conforme a lo previsto, la Santa Sede envió el correo electrónico con la nueva encíclica, en un archivo PDF de 123 páginas.

A cada destinatario se le agregó su nombre. Para el caso del presidente de la Cech decía: “Eminencia, Excelencia, beatitud, Santiago Silva Reta”.

Y se añadía una breve carta de agradecimiento del Papa, de su puño y letra: “Comparto contigo la encíclica Fratelli Tutti, cuyo título es el mensaje de Jesús animándonos a reconocernos todos como hermanos y hermanas y así vivir en la casa común que el Padre nos ha confiado. Te agradezco por haberme dado tu dirección e-mail personal. Este canal de comunicación directa fortalece nuestra comunión como obispos en el ejercicio del magisterio…”.

Todos los destinatarios recibieron el mismo texto. El Vaticano solo fue cambiando el nombre de cada uno.

En lo que respecta al obispo Silva, aparentemente el problema es que este correo fue precedido de otro, horas antes, también desde Roma, del cardenal Michael Czerny, en el cual se anunciaba el envío del importante documento y se dejaba bien claro que estaba bajo “embargo y secreto pontificio” hasta las 12.30 horas del domingo 4 (hora romana).

Y, al parecer, el obispo Silva no vio ese correo de advertencia. Solo leyó el segundo, donde estaba la encíclica completa. Y con las mejores intenciones, lo habría divulgado a sus contactos, que por cierto son muchísimos. No en vano, se trata de un reconocido biblista y exsecretario general del Celam.

Luego se habría dado cuenta de su error, pero era tarde. La encíclica viajaba rauda por la web a lugares, diócesis y países. Organizaciones católicas de Chile, sacerdotes y mediomundo ya lo tenía el sábado.

En su carta de disculpas, enviada después del ciberpercance, el presidente de la Cech también señaló que “en conversación con el Sr. Nuncio le expresé en síntesis lo que les comparto. Nuevamente les pido sincero perdón por las molestias causadas. No hubo en ningún momento mala intención. Obré pensando que no había dificultad en compartirla. Sólo espero que Dios saque de este error por mi causa, un bien mayor”.

La Tercera consultó con canonistas respecto de qué ocurre cuando se viola un secreto pontificio por parte de un obispo, que además es el presidente de una conferencia episcopal, y no hay demasiada claridad. La situación solo se encontraría tipificada como delito canónico, pero sin una sanción establecida.

También se indicó que, más que la Congregación para los Obispos, del Vaticano, quien debería ver el tema es la Secretaría de Estado de Roma, de forma directa, pues de allí emanan las acciones del Papa.

Todo un embrollo.

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