Columna: Nepal revive su pesadilla

El nuevo gran sismo que nos afectó ayer llegó justo cuando los nepalíes pensábamos que las cosas al fin estaban volviendo a la normalidad.




El nuevo sismo me sorprendió en mi hogar, en Katmandú. Estaba justamente escribiendo para una revista sobre el terremoto del 25 de abril, del cual aún nosotros, los nepalíes, no nos recuperábamos, cuando la tierra comenzó a moverse.

Tembló por un poco más de tiempo que las otras réplicas que habíamos estado teniendo últimamente. De todos los temblores que hemos sentido desde el gran terremoto, este movimiento telúrico ha sido el que más se le asimila.

Todos mis amigos y yo nos apretujamos debajo del marco de una puerta. Mientras la tierra se seguía moviendo fuerte, yo no estaba preocupada por nosotros. Estaba preocupada por mi madre y mi casa, que tal vez no es tan firme como el lugar donde me encontraba en este momento: un edificio reforzado para sismos.

Mientras la tierra seguía sacudiéndose, todos comenzamos a cantar: "detente, detente, detente".

Afortunadamente, mi familia y mi casa están bien, igual que antes. Estamos durmiendo en el primer piso de la casa. Nuestros vecinos están haciendo lo mismo. Por ahora estamos a salvo.

La electricidad va y viene y mi teléfono está a punto de morir en estos momentos. La conexión a Internet no es confiable. Todo esto es muy frustrante.

El sismo de ayer sucedió justo cuando pensábamos que las cosas estaban por fin volviendo a la normalidad. Hay daños patrimoniales y estructuras caídas. Los fuertes temblores terminaron de derrumbar decenas de viviendas y edificios que ya habían sido dañados.

La cifra de muertos supera los 100, pero la de heridos rodea los 1.000. Estos se suman a los más de 8.000 fallecidos y 17.800 heridos del anterior desastre.

El epicentro se situó a 18 kilómetros al sureste de la localidad de Kodari, en el distrito de Sindhupalchok, próximo a la frontera tibetana.

Algunos de los voluntarios están en zonas rurales haciendo las tareas de ayuda. Nuevamente, este terremoto golpeará a las zonas rurales más que a las urbes. Sus efectos podrían ser muy severos fuera de la ciudad.

La gente que conozco está más exhausta que asustada. Muchos han decido dormir en los primeros pisos y no acampar al aire libre como antes, el 25 de abril, cuando la mayoría eligió la intemperie para sobrellevar las réplicas.

Sólo algunos están acampando afuera. Mucha gente sigue viviendo en carpas, ya que a causa del terremoto anterior que quedaron sin casa.

Más que miedo y más que nada, el sentimiento que impera en estos momentos es de impotencia. Todo es incierto.

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