¿Déficit atencional? Podría ser sólo narcisismo

Una nueva tesis plantea que en muchos casos este trastorno se podría estar confundiendo con los síntomas del natural "narcisismo infantil", que en ciertos niños se prolonga más allá de lo habitual.




Cuando Marta llegó a la consulta del neurólogo con Lucas (6), los síntomas para ella estaban más que claros. "Sólo necesitamos la confirmación del diagnóstico", pensó, mientras esperaba repasando uno a uno los signos que, según ella y los profesores en el colegio, demostraban que su hijo tenía déficit atencional: dificultad para esperar su turno, baja tolerancia a la frustración, hiperactividad y problemas para concentrarse.

Lucas pasó a ser parte del 10,3% de niños que en Chile son diagnosticados con este trastorno. Misma tendencia que se aprecia en países como Estados Unidos, donde el número de casos aumentó 10 veces desde la década de los 70. Pero lo que parece una epidemia instalada, comienza a ser cuestionada por especialistas, que apuntan sus dardos hacia "diagnósticos demasiado apresurados". Tanto padres como doctores podrían estar confundiendo los síntomas del déficit atencional con etapas normales del desarrollo, como el llamado "narcisismo infantil". La tesis es que diferencias en la maduración explicarían por qué algunos niños tardan más en desarrollar habilidades sociales o fallan en notar que para obtener reconocimiento se requiere esfuerzo, todos síntomas asociados también al déficit atencional. Dicho de otro modo, niños que demoran más en captar que ningún "superpoder" los ayudará a terminar la tarea, lo que no necesariamente implica una patología.

Uno de los especialistas que más ha estudiado el tema es el sicólogo estadounidense y autor del libro Regreso a la normalidad: por qué el normal comportamiento de los niños se confunde con déficit atencional, Enrico Gnaulati. Considerando que las cifras globales señalan que uno de cada 10 niños padece el trastorno, el experto se pregunta si muchos de los síntomas atribuidos al déficit atencional no tendrán más que ver con rasgos típicos de la niñez. Diversos estudios prueban que el narcisismo infantil, que en algunos niños se prolonga más allá de la etapa preescolar, podría ser la real causa tras muchos diagnósticos de déficit atencional, asegura el autor.

Súper poderes

Muchos de estos rasgos, explica Gnaulati a Tendencias, se encuentran de manera común en los niños hasta los cinco años. Etapa en que el cerebro está en plena maduración y es la interacción con los padres la que define el desarrollo de habilidades, como la empatía o la tolerancia al fracaso. Usted lo sabe: su hijo pequeño realmente cree ser capaz de conducir un automóvil y lo más probable es que también piense que sus habilidades físicas no distan mucho de las que ve en su superhéroe favorito.

Es parte de lo que se conoce como "pensamiento mágico", característico de esta etapa y uno de los principales rasgos del narcisismo: exceso de confianza en las capacidades. En otras palabras, si su hijo deja todo para última hora, es porque realmente piensa que no necesita más tiempo para cumplir. El problema es que esta "sobrevaloración" es también un síntoma del déficit atencional.

Un estudio de la U. de California demostró que esta conducta se mantiene en algunos niños hasta avanzada la enseñanza básica. Mediante el análisis de los juegos, comprobaron que el esquema del niño "soy invencible" o "nadie me puede derrotar" forma parte la mayoría de los juegos, especialmente de los hombres. Muchos llevan esta "autoconfianza excesiva" hasta la sala de clases: al ser interrogados, dicen ser más inteligentes que el resto, explica el estudio.

La investigación también señala que en gran parte, este efecto es generado por los mismos padres. Un ejemplo típico es el papá que, luego de que su hijo perdió una carrera con uno de sus compañeritos, lo consuela diciendo: "No te preocupes, tú eres mucho más inteligente". Celebran todo a sus niños, algo natural considerando que todos los papás sienten orgullo, pero cuando esto se lleva al extremo impide que aprendan a tolerar el fracaso y sean capaces de estimar el real alcance de sus capacidades. "Un resultado similar se genera cuando los padres ignoran las hazañas de sus hijos. Crecen buscando ser el centro de atención y ganarse la admiración de sus padres, lo que también dispara el narcisismo", dice Gnaulati.

Según plantea, esta es una de las causas que explican el retraso en la maduración de los niños, lo que termina siendo confundido con déficit atencional. "Los niños crecen esperando atención especial de su entorno, lo que los lleva a pensar que pueden obtener lo que quieran sin tener que trabajar como el resto", dice el especialista. No es lo único. Hay otros rasgos comunes en ambas condiciones, como la falta de empatía.

No me simpatizas

Una investigación dada a conocer por expertos de la U. Wayne State (EE.UU.) en 2006 midió parámetros de empatía en cientos de niños diagnosticados con déficit atencional. En todos los indicadores medidos (preocupación por el otro o entender lo que sienten los demás), estos niños mostraban valores más bajos. Y si bien los padres notaban la falta de empatía, al ser consultados, negaban que esto fuera así.

Mucho antes de la "epidemia de déficit atencional", el sicoanalista Heinz Kohut, a quien se atribuye la popularización del concepto de "narcisismo" poco antes de su muerte a comienzos de los 80, señalaba que esta falta de empatía juega un rol clave en la construcción de la autoestima. Pero advertía que se podía prolongar más allá de lo esperado si los padres no permiten que sus hijos experimenten la frustración.

En una sociedad que por décadas ha incentivado el éxito económico y académico (incluso desde el preescolar), hoy muchos padres se centran en reconocer a sus hijos no por el esfuerzo, sino por sus logros. Quedar en el colegio, salir primeros en la competencia, sacar la mejor nota. En muchos casos, el efecto es el contrario: baja tolerancia al fracaso, a la frustración y la tendencia a evitar tareas que les parecen difíciles.

Similar cosa ocurre con lo que el experto llama "rescate emocional". Para impedir que sufran, estamos siempre dispuestos a "evitarles el dolor de una decepción". Si le cuesta hacer amigos, inventamos panoramas. Pero este esfuerzo también es contraproducente: evitamos que los niños maduren social y emocionalmente. Una condición que, incluso, advierte Gnaulati, podría ayudar a entender el narcisismo en la etapa adulta, aunque todavía se requieren más estudios sobre el tema.

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