El día que se paralizó la Tierra

Dos tercios de la humanidad vio el 13 de julio de 1985 los conciertos desde Londres y Filadelfia contra el hambre en África. La buena causa apenas disimuló egos y excesos, la reunión desastrosa de Led Zeppelin, el fiasco de Bob Dylan, la idea de poner a Mick Jagger en órbita, y las notorias ausencias de Michael Jackson, Prince y Bruce Springsteen.




El periodista de la BBC Michael Buerke miraba a la gente morir en el camino, el rastro fatídico de cientos de miles de etíopes huyendo de un sexto año de sequía. El 24 de octubre de 1984 emitió un despacho con un bebé cadavérico en los brazos, reporte de la hambruna que finalmente cobró 400 mil víctimas en dos años. Al día siguiente Gary Kemp, líder de Spandau Ballet compraba antigüedades en King's road, en el atildado barrio londinense de Chelsea. De pronto aparece un desencajado Bob Geldof, el cantante de los irlandeses The Boomtown rats. "'¿Viste las noticias anoche? (...) Quizás si reunimos a algunos, ustedes, Duran y otros, ¿te interesaría grabar?' Dije que sí, seguro, y así fue". Es la génesis de Do they know it's christmas?, el single que reunió a las grandes estrellas de la canción británica en ayuda de la tragedia, y la chispa tras la idea de Live Aid. 

Aquella grabación fue la antesala de cuanto ocurriría después: ganas de ayudar y un desmadre, con Nick Rhodes de Duran Duran preocupado de conseguir un maquillador para la sesión, como el cantante y guitarrista de Status quo, Francis Rossi, recuerda que le llamaban doctor por la cantidad de drogas que repartió.

Geldof desconfiaba de cómo se repartiría la ayuda. Necesitaba una propia flota de camiones y no tenía el dinero. Entonces se le ocurrió un concierto multitudinario y trasatlántico. Las ciudades serían Londres con el estadio Wembley, mientras en Estados Unidos el coliseo John F. Kennedy de Filadelfia. De inmediato empezaron las triquiñuelas. Telefoneó a Elton John diciendo que Queen y David Bowie estaban listos -falso- y luego discó a este último con la misma mentira. Reclutó al productor Harvey Goldsmith, quien barajó cómo poner a Mick Jagger en órbita para coordinar un dúo con David Bowie. En tanto, los representantes del ex Ziggy Stardust exigieron un helicóptero azul por fuera y por dentro. Rumbo a Wembley aterrizó en un campo donde se celebraba una boda. Bowie descendió, pidió disculpas al padre de la novia, y se fotografió con la aturdida pareja.

Reuniones, fallas técnicas y cambiar el mundo

Bob Geldof durmió tres horas la madrugada del 13 de julio de 1985. El último telefonazo fue de la gente de U2 amenazando retirarlos si no les permitían una prueba de sonido. Geldof masculló "jódete" y cortó. Se fijaron 18 minutos por artista mientras 14 satélites transmitían el evento para 500 millones de aparatos con un peak de casi dos billones de telespectadores. Al Wembley llegaron 72 mil personas, y otras 90 mil en Filadelfia. En los bastidores el alcohol y las drogas corrían generosamente en ambos lados del Atlántico. Eric Clapton se pasó un buen rato tratando de sacar del baño a Jimmy Page mientras se pinchaba heroína en Filadelfia. En Londres el fotógrafo David Bailey fue sorprendido por un eufórico Freddie Mercury con un generoso beso con lengua.

En 1985 Phil Collins era el Dave Grohl de estos tiempos, todo el mundo le quería, y fue el único artista que estuvo en ambos conciertos. Acompañó a Sting al piano y luego abordó el Concorde rumbo a EE.UU. En Filadelfia el plan era acompañar a Robert Plant y Jimmy Page, pero con la presencia de John Paul Jones se trataba de Led Zeppelin por primera vez reunidos desde 1980. Collins se dio cuenta que Page no le quería, y menos el baterista Tony Thompson, que puso mala cara ante la idea de tocar juntos. Plant tenía problemas de voz y el colocado guitarrista fue un desastre.

Otra de las reuniones deslucidas fue la de The Who. Abrieron con My generation y la transmisión se cayó. Los siguientes temas sólo evidenciaron que no había química alguna en el grupo. No mucho mejor fueron las participaciones de artistas de la era Woodstock como Joan Baez y Crosby, Still & Nash, tratando de encajar en los días de los raros peinados nuevos. La peor nota se la llevó Bob Dylan, acompañado de Keith Richards y Ron Wood de The Rolling Stones. Sólo Wood se tomó la molestia de ensayar.

A pesar de la vibra en ambos estadios y la consciencia del momento histórico, en los conciertos de Live Aid dominaron los problemas técnicos y las flojas actuaciones. Las excepciones fueron el arrollador show de Queen, y U2 que se robó la película con una larguísima versión de Bad. 

El listado de quienes no actuaron es tan rutilante como el cartel oficial. El ausente más notorio fue Michael Jackson. Tanto él como Stevie Wonder consideraron que los artistas afroamericanos estaban relegados. Prince temía ser asesinado bajo amenazas de radicales cristianos. Bruce Springsteen argumentó cansancio. George Harrison desechó cantar Let it be. Cindy Lauper, en la cresta de su fama, no dio razones aunque Joan Baez insinuó un aborto. Y quienes públicamente manifestaron aprehensiones por el manejo del dinero, entre ellos Tears for fears y Frank Zappa, fueron despreciados. Se equivocaron.

Las ganancias de Live Aid beneficiaron a dos millones de personas. Como ha dicho Michael Buerke "hizo una tremenda diferencia (...) forzando un cambio de política en la Unión Europea y particularmente en el Reino Unido y EE.UU. La opinión pública que movilizaron y representaron fue lo que contó".

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