Las mil cabezas del movimiento estudiantil

Este año que promete estar marcado por la reforma educacional encuentra a los estudiantes divorciados de los partidos políticos y organizados en muchos, muchos colectivos. El asambleísmo, la izquierdización, la desconfianza en las fuentes de poder tradicionales, la búsqueda de alianzas con otros movimientos sociales y el entusiasmo por Gramsci son algunos de los rasgos predominantes de estos grupos.




SE ESPERABA que hoy los estudiantes de la Confech estuvieran en la "marcha de todas las marchas". Sin embargo, a pesar de que la colectividad dejó a los estudiantes en libertad de acción, no dio apoyo oficial a la manifestación, ya que la actividad se organizó durante el verano y al inicio de las clases e hizo "muy difícil realizar un proceso de consulta a los estudiantes". Esa es una de las dinámicas que desde hace un tiempo definen al movimiento estudiantil: el asambleísmo. Todo se consulta con las bases, en general, en reuniones que se realizan a las horas de almuerzo en las salas de clases y en las que sin ser necesariamente masivas, hay muchas opiniones que finalmente dilatan las resoluciones.

Ese es el carácter de un movimiento que ya no responde a partidos y a decisiones rápidas tomadas desde "arriba". Los grupos tradicionales han retrocedido hasta casi desaparecer, dejándole el espacio a una serie de colectivos de alcance nacional o local con características claras: horizontalidad y un fuerte recelo hacia las prácticas del poder institucionalizado, sean los partidos, el Congreso, las autoridades o incluso la familia cuando ésta no está en la línea de lo que quieren las bases, como ocurrió en el caso del vicepresidente de la Feuc, Ignacio Oliva, quien se desmarcó de su madre, Claudia Peirano, la renunciada subsecretaria de Educación, cuando fue cuestionada por su postura contraria a la gratuidad en la educación.

Hoy casi todos los movimientos se han corrido hacia la izquierda del Partido Comunista. Usan consignas como "nacimos para vencer y no para ser vencidos", "vinimos para quedarnos", "desde abajo a seguir luchando" o el histórico "avanzar sin transar". La mayoría de ellos nació al alero de las facultades de Humanidades y Ciencias Sociales, lo que explica que abunde la terminología sociológica y conceptos como "el tejido social" o "la posmodernidad". Pero a la vez hay grupos que usan muy eficientemente los medios de comunicación, sobre todo los nuevos, y el humor como una forma de ganar la atención de sus pares.

Algunos de los que han logrado más despliegue son el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL), la Izquierda Autónoma (IA) y la Unión Nacional Estudiantil (UNE). Dependiendo del plantel, estos grupos se combinan con otros más específicos en un mar de siglas difícil de seguir. Por ejemplo, Melissa Sepúlveda, la presidenta de la Fech, viene de la Coordinadora Luchar, que reúne al FEL, la UNE y la Izquierda Comunista (IC). Naschla Aburman, de la Feuc, proviene de Nueva Acción Universitaria (NAU) que es un movimiento de centroizquierda que desde 2009 lidera la Universidad Católica, pero no ha logrado expandirse a otros planteles. Ángel Delgado, presidente en la Universidad Austral, ganó gracias a la unión del FEL, la UNE y la IA. Marco Velarde, de la Universidad Central, y Sebastián Aylwin, vicepresidente de la Fech, también pertenecen a la Izquierda Autónoma y en la Universidad de Concepción, su presidente, Javier Miranda, ganó gracias a la alianza entre el FEL, la UNE y Fuerza Universitaria Rebelde (FUR), que es un grupo que ha ganado presencia en el sur.

Esta sopa de letras marea y tiene confundidos hasta a los profesores, que a veces no saben qué grupos hay ni cuáles son sus demandas. Incluso en algunos planteles, como las universidades Católica o Alberto Hurtado, tienen funcionarios dedicados a tratar de entender cómo funcionan estos grupos y cómo hay que relacionarse con ellos. Aunque algunos de estos colectivos tienen vínculos con otros del pasado, la mayoría no supera la década de existencia y muchos de ellos vienen de 2011. Por eso están buscando su identidad, política, claro, pero también discursiva y estética.

CARAS NUEVAS

Con diferentes nombres, las alianzas de fuerzas, ligadas a la izquierda más ultra y a idearios libertarios y anticapitalistas, ha ganado terreno en diferentes planteles, incluso en la Universidad Católica, que hasta hace poco era un territorio dominado por el movimiento gremial. Hoy, por ejemplo, está Crecer, cuyos integrantes recalcan que son "una plataforma y no una coordinadora" de izquierda que representa al FEL, la UNE y otros colectivos más chicos. A ellos se los reconoce porque usan un look distinto al predominante en la UC: aros en las orejas, pelos teñidos y cadenas colgando de los pantalones. Sus demandas por educación pública, democratización y vinculación de la universidad con el mundo social tienen seguidores y desde 2010 pasaron de un 12% al casi 20% en las últimas elecciones de federación. Sin embargo, el grupo que sigue liderando es el colectivo de centro izquierda NAU, que dirige la Feuc desde 2009, cuando el sociólogo Miguel Crispi (uno de los asesores de Nicolás Eyzaguirre en el Ministerio de Educación) derrotó al tradicional Movimiento Gremial.

Su actual mesa es liderada por la estudiante de arquitectura Naschla Aburman. A pesar de que el rostro emblemático, Giorgio Jackson, llamó a votar por Michelle Bachelet, ella rechaza cualquier vínculo con la política tradicional. "Acá toda la organización, todo el financiamiento, todas las ideas pasan por el NAU y las personas que lo conformamos, que somos exclusivamente estudiantes", dice Aburman. De todos los grupos que hoy tienen presencia fuerte en el movimiento, el NAU es el más moderado, no tiene una estética tan definida y por lo mismo se jactan de que son más abiertos y heterogéneos. Mientras tanto, en otros colectivos más a la izquierda los acusan de ser "amarillos".

En la Universidad de Chile, mientras tanto, la Coordinadora Luchar, en la que predominan el FEL y la UNE, ha aumentado su presencia desde 2011. La necesidad de vincular al mundo estudiantil con el de los trabajadores es uno de los elementos claves para estos grupos. Ellos quieren salir de la universidad y unirse con los sindicatos, los escolares, el movimiento feminista o los representantes de la causa mapuche, explica Fabián Araneda, ex vicepresidente de la Fech y militante del FEL. Sin embargo, hay cosas que los distancian: el carácter libertario del FEL y su discurso en torno a la democracia directa, por ejemplo, que lo hace mirar con recelo la participación en elecciones, a pesar de que desde hace años se presentan en ellas. Mientras, la UNE se sumó masivamente a la campaña presidencial de Marcel Claude. También se ven diferentes: en la UNE predomina el look artesanal propio de la izquierda de los sesenta y los murales estilo brigada Ramona Parra. El FEL, en cambio, utiliza una estética más punk, con mohicanos, tachas, bototos, colores oscuros y chaquetas de cuero, propia de su carácter más anárquico.

Diferente es el camino de la Izquierda Autónoma (IA), que hoy también tiene representación nacional e incluso un diputado, el ex presidente de la Fech Gabriel Boric, algo inédito en la historia de estos movimientos. Allí donde el FEL o la UNE hablan de "compañeros", la IA habla de "cabros". La distinción no es casual. Según Francisco Figueroa, militante y ex vicepresidente de la Fech, este movimiento se destaca por su lucha contra el establishment y las estructuras sociales y económicas con una clara vocación por las mayorías. "Si no es masivo, no sirve. Por eso estamos más al tanto que otros colectivos de lo que pasa en la televisión, de la cultura de masas. No menospreciamos la sensibilidad del joven común. Nos reconocemos en ella: no andamos disfrazados de militantes de izquierda, cual feligrés", dice Figueroa, que también fue candidato a diputado en las últimas elecciones. Por eso, mientras en la UNE prefieren reflexionar socialmente con la música de Silvio Rodríguez de fondo, en la Izquierda Autónoma se utiliza las melodías y letras del grupo puertorriqueño Calle 13 para ilustrar problemas sociales.

Hace algunos años los integrantes de la IA eran vistos con cierta desconfianza por otros grupos de izquierda que los tildaban de "intelectuales" y/o "burgueses", sin embargo, en el último tiempo han vencido esa resistencia y han logrado formar alianzas con otros colectivos en varios planteles.

JOVENES, PERO PROFESIONALES

Por estos días, ubicar a Naschla Aburman no es fácil. Ocupada en las múltiples reuniones de preparación para el próximo Confech, delega la coordinación de su agenda en su periodista, Verónica. Antes de 2011 eso era impensado. La presidencia de las federaciones solía obligar a los estudiantes a congelar un año de universidad, pero su intermitente visibilidad mediática les daba mucho más espacio para la improvisación. Hoy se trata de un trabajo full time que es asumido por los militantes de manera rigurosa.

Obvio, hay diferencias con los políticos profesionales. Los almuerzos son sin mantel largo y con completos y hamburguesas de soya, el alimento oficial de las facultades de Humanidades y Ciencias Sociales. Sin embargo, los colectivos tienen reuniones periódicas y las campañas para ganar una federación cuestan plata. Por ejemplo, los integrantes de la Coordinadora Luchar aseguran que desembolsaron casi tres millones de pesos en la última elección de la Fech, cifra significativa para un grupo estudiantil. Esos montos se usan en papelería y lienzos, que aún conservan la estética tradicional de la izquierda: pintura sobre plásticos baratos y eslóganes que siguen recordando las banderas clásicas de este sector, como la reivindicación obrera. Pero al mismo tiempo, el uso de las redes sociales es clave para convencer a otros estudiantes a través del contacto insistente a través de Facebook y Twitter.

El dinero para estas campañas no proviene del Servel, sino que de los propios militantes, algunos profesores que apoyan sus causas y actividades como completadas y peñas. Los militantes refuerzan sus ideas políticas con el estudio y discusión de ciertos autores y figuras que les resultan afines, partiendo por Marx. Entre las figuras que también son citadas destacan, por ejemplo, Antonio Gramsci. Todos los entrevistados dicen haber leído a este político italiano que fue una de las principales figuras del marxismo del siglo XX. El Che Guevara también tiene altísimo rating. Otros nombres son Eugenio González, uno de los fundadores del socialismo en Chile; el politólogo argentino marxista Atilio Boron e incluso el del dirigente sindical Clotario Blest. "Él no sólo fue alguien con un discurso ideológico, sino que dejó todas las comodidades para ayudar a la gente que estaba siendo más afectada en una época", dice Takuri Tapia, presidente de la Federación de Estudiantes de la Usach.

EL LARGO CAMINO PARA SER MAYORIA

Carlos Ruiz Encina tiene casi 900 seguidores en Twitter, muchos menos de los que tienen los tuiteros "influyentes" del país. Esto pese a que pocos han influido tanto como él en el mapa actual de los movimientos políticos universitarios. Ruiz, sociólogo y docente del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, fue el fundador y jefe político de la Surda, un movimiento de izquierda que nació a mediados de los 90 y que era muy crítico del rol de la Concertación.

La Surda llegó a tener nueve federaciones de estudiantes y en 2003 algunos de sus militantes se tomaron la sede del Centro de Estudios Públicos, aparentemente se comieron el cóctel e impidieron que el entonces presidente Ricardo Lagos se reuniera con empresarios y representantes ligados a esa institución. Sin embargo, pese a la notoriedad que alcanzaron, perdieron presencia porque no lograron ponerse de acuerdo sobre el rumbo que debía seguir el movimiento. Hoy Carlos Ruiz apoya a la Izquierda Autónoma, un movimiento que ha ayudado activamente a articular y dirige la Fundación Nodo XXI con Francisco Figueroa y Gabriel Boric.

El sociólogo explica que si bien los colectivos alejados de los partidos políticos tradicionales han alcanzado su mayor visibilidad desde 2011, la tendencia que los explica viene desde mucho antes, por el malestar que produjo la política de los acuerdos que caracterizó los primeros años de la transición y que hizo que los jóvenes se volvieran particularmente reactivos a la conducción de la hoy llamada Nueva Mayoría, que validó gran parte del legado de la dictadura.

Según el experto en formación de movimientos sociales en América Latina Eduardo Santa Cruz, que también es profesor de la Universidad de Chile, "desde los 90 la clase política empieza a marcar una distancia muy grande entre la política y lo social, como si la política fuera un mundo de marcianos que sólo ellos entienden. Los colectivos fueron una forma de volver a acercarla a las personas comunes".

Raúl Zarzuri, sociólogo del Centro de Estudios Sociales y Opinión Pública de la Universidad Central, quien se ha especializado en temas de jóvenes, cree que las juventudes del PC fueron las grandes perdedoras en esta nueva generación. A diferencia del resto de los partidos, todavía tienen presencia en las federaciones, pero han perdido la hegemonía de la izquierda que tenían hasta hace algunos años en el movimiento estudiantil. El caso más emblemático fue a fines de 2011, cuando Camila Vallejo perdió la reelección a la presidencia de la Fech ante Boric.

"Yo ingresé a la U el 2011 y la Jota tenía bastante injerencia en el movimiento estudiantil. Pero el año pasado tenían sólo un centro de estudiantes, que ahora perdieron", explica Ángel Delgado, presidente de la Federación de la Universidad Austral. Según Zarzuri, esto se agudizó con la inclusión del PC en la Nueva Mayoría. "Estos colectivos ven con muy malos ojos este tipo de iniciativas".

TRADICIONALES VERSUS PRIVADAS

Hasta antes de 2012, la Confech agrupaba a las organizaciones estudiantiles de las universidades del Consejo de Rectores, donde cabían sólo las instituciones estatales tradicionales y las tradicionales privadas, como la UC. Sin embargo, 2011 marcó un hito. Ese año la asamblea estudiantil acordó el ingreso de la Universidad Central, que fue la que abriría el camino a otras privadas, como la Adolfo Ibáñez o la Alberto Hurtado.

La convivencia no ha sido fácil. Daniela López, militante de la Izquierda Autónoma y ex presidenta de la Universidad Central, dice que el diálogo entre privadas y tradicionales tuvo un inicio áspero. "Dentro de la Confech, como veníamos de una universidad privada, éramos los niñitos burgueses y creían que íbamos a defender el negocio de la educación. Nadie se daba cuenta de que si estábamos ahí era porque nosotros estábamos precarizados por culpa del lucro".

Con el tiempo, la convivencia mejoró, pero la diferencia entre lo que defienden las primeras universidades que llegaron a la Confech y la mayoría de las últimas sigue siendo visible. En términos generales, los colectivos de los planteles tradicionales están muy preocupados no sólo de lo que ocurre dentro de ellos, sino también de las demandas sociales del país y el mundo. Por eso, dedican una gran parte de sus discusiones a establecer posiciones sobre la subcontratación o las revueltas en Venezuela. Una buena parte de las privadas, en tanto, tiene preocupaciones más inmediatas que están centradas en la realidad de sus propios estudiantes, por lo que consideran innecesarios muchos de los debates que se dan al interior de las reuniones Confech, como la discusión sobre el conflicto indígena que marcó su última sesión.

DERECHA ¿ESTAS?

En el nuevo escenario la derecha ha perdido peso, pero todavía existe como cuenta Eduardo Salomon, del movimiento de derecha La Chile para Todos, que da la pelea en la Universidad de Chile aunque en la última elección no sacó más de 400 votos.

En la UC, mientras tanto, el folleto naranja es el documento que sintetiza los ideales del Movimiento Gremial. Se entrega a cada miembro y se actualiza cada vez que se presentan nuevos desafíos. La última revisión, algo que no pasaba hace una década, se hizo a mediados de 2013, muy relacionada con la irrupción del movimiento estudiantil de 2011, que golpeó a los gremiales e hizo que en 2012 ni siquiera lograran pasar a segunda vuelta en las elecciones de la Feuc.

"El 2011 marcó una pauta y nosotros no estábamos preparados para todo lo que pasó", dice Andrés Justiniano, presidente del Movimiento Gremial en la UC. Eso ha iniciado un proceso de renovación: "Entendimos que teníamos que ser partícipes de la discusión. Estábamos mirando desde la ventana lo que estaba pasando, sin ser parte de las problemáticas y las soluciones". El objetivo, entonces, es articularse para contrapesar a la actual Confech. "Buscamos federaciones afines para mostrarle al país que hay muchos estudiantes que no se sienten representados con las demandas del movimiento estudiantil". A partir de eso han creado lazos con otros grupos gremiales (como La Chile para Todos) y federaciones (como las de las universidades de Talca, Los Andes y del Desarrollo), con quienes tienen banderas comunes, como la condena a la situación en Venezuela o la defensa de la libertad de enseñanza.

Algunas de las universidades con sede en el barrio alto están formando federaciones en respuesta al movimiento estudiantil. Tampoco tienen vínculos con partidos y se definen como apolíticas. Es el caso de Construye, que lleva tres años al frente de la Federación de la Universidad de Los Andes. Pese a que es una minoría en ese ambiente, Constanza Astorga, su presidenta, asistió a las dos reuniones de la Confech de este año. "Esa experiencia sirvió para aclarar que en la Confech el ambiente está completamente politizado", dice y se queja de que en Valparaíso se discutió seis horas sobre paro portuario y en Temuco tres sobre el caso Luchsinger. "Debería volver a los temas de educación", explica. Por eso en enero del año pasado, dirigentes de las federaciones de las universidades Los Andes, Del Desarrollo, Santo Tomás de Viña, la Adolfo Ibáñez y la Finis Terrae fundaron la Organización de Federaciones de Educación Superior Privada (Ofesup), la que tendrá su próximo congreso en abril.

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