The Specials: un discurso político que nunca está falto de ritmo

La banda inglesa subordina el baile y el desmadre de sus sonidos a las posturas políticas.




La historia de The Specials asemeja la de un partido político. La banda que junto a leyendas como The Clash le demostró al mundo que el rock inglés abordaba más que hedonismo y excesos propios de forajidos, apuntando con letras incisivas que la era de Margaret Thatcher le pasaba factura sólo al pueblo, tiene facciones y zigzagueos propios de una colectividad bajo bandera ideológica. Tan así, que su líder histórico, el tecladista Jerry Dammers (ausente de esta enésima alineación), dividió su perfil artístico con el activismo. A pesar de esa carga, una de las gracias de The Specials radica en subordinar al baile y el desmadre a los discursos y posturas, junto al registro de una estética musical y escénica que influyó a generaciones completas de artistas en todo el mundo, seducidos por su combinación de ska, rocksteady, toques de punk y reggae, y su conformación multicultural, que revelaba una Gran Bretaña mucho más revuelta y compleja que el habitual rock de chicos blancos. Sin The Specials no habríamos tenido a No doubt, tampoco a Los Fabulosos Cadillacs o Los Pericos por este lado del mundo.

Ayer, a pesar de un retraso de casi 15 minutos y de un público algo reducido al comienzo, The Specials se paseó por su amalgama de texturas y ritmos con la precisión habitual de estos combos que han crecido emulando el rigor interpretativo de los músicos jamaicanos. Según esa tabla el bajo es pastoso por definición, el golpe de batería se multiplica seco sin filigranas, el rasgueo de guitarras se imprime corto y acelerado, y el teclado adorna sutil junto a los bronces.

No solo se trata de contagiar el baile, que es la máxima ambición del conjunto en escena, sino dibujar otros estados. Una parte del público de las primeras filas, que no era precisamente adolescente como en algún momento apuntó el carismático guitarrista y segundo cantante Lynval Golding, armó un respetable pogo al turno de la pegajosa Monkey man, que incluso sorprendió por su rudeza a los miembros adolescentes de la audiencia que se arrancaron rápidamente de los empujones y giros. Así también la fiesta cedió cuando interpretaron Ghost town, uno de sus éxitos de 1981, el retrato de una Inglaterra sumida en el desempleo y los disturbios. El ambiente fúnebre tejido entre los vientos y el tétrico teclado aún recrea a la convulsionada isla de hace más de 30 años.

Aunque el vocalista Terry Hall no es particularmente prendido en escena, la fuerza de The Specials está en el conjunto y la convicción por un tipo de música que sin perder el ritmo llama a no dejarse pasar a llevar por el sistema.

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