Columna de Gonzalo Cordero: El robo del siglo



La información es conocida: “una persona que, vía telefónica, se identificó como el ministro Giorgio Jackson pidió a los guardias reunir las especies y entregarlas a un supuesto sobrino. Tres sujetos vestidos de overoles blancos se llevaron computadores e información”.

Los individuos, al parecer en dos grupos y ayudados por los guardias, ingresaron al ministerio que dirige el líder de RD y se llevaron los 23 laptops más una caja de seguridad. Nunca sabremos con certeza qué había en esa caja, pero debiera pesar una presunción contra las autoridades que pretendan ahora sostener que ella contenía documentos que los exime de algún tipo de responsabilidad.

La versión entregada es tan grotescamente inverosímil que parece el guion de una de las clásicas películas de la Pantera Rosa, con Peter Sellers. En redes sociales abundan memes, audios y videos. Es que, muchas veces, la tragedia colinda con la farsa; pero no nos equivoquemos, aquí no hay nada para la risa. Si el relato conocido se ajustara a la realidad, y dejáramos de lado su grosera puerilidad, significaría que el nivel de estupidez con el que se administran las dependencias de ese ministerio sería escandalosamente intolerable.

Incluso en esta hipótesis, inverosímil tabla de salvación a la que se aferran las autoridades, es insostenible la permanencia del ministro Jackson. Si aceptáramos que esto ocurra sin que responda su máxima autoridad política significaría que en Chile derogamos de facto el principio fundante del Estado de derecho: la responsabilidad de cada uno por sus actos y omisiones. ¿Es que acaso volvimos a la pre modernidad y nos gobiernan personas con inmunidad política y jurídica?

Una segunda razón, que lleva a la misma conclusión, es que la incredulidad generalizada de la ciudadanía conduce, como es obvio, a un grave deterioro de la autoridad y a la deslegitimación del gobierno, en cuanto institución que es fundamental para todos. Al parecer, los “habitantes” del poder ignoran esto en su ideologización, tan soberbia como infantil. Poco gana el Presidente Boric abrazándose con gobernantes y dando premios a figuras del izquierdismo yuppie en Europa, mientras acá una parte de su administración -la más cercana a él- es vista por el chileno común, justa o injustamente, como una pandilla de incompetentes.

Este espacio no es el lugar idóneo para pedir renuncias de autoridades, ni menos soy yo, un simple ciudadano, quien puede formular tales exigencias; pero sí es pertinente para intentar reflexionar sobre la sociedad en que vivimos, para escrutar, desde la racionalidad, la forma en que desempeñan sus cargos quienes nos gobiernan, para exponer con respeto y altura de miras un juicio sobre lo público.

La experiencia de países cercanos nos muestra que hay una frontera cuyo traspaso impune significa que en la política se perdió todo pudor y tanto los ciudadanos como las instituciones renunciaron a ejercer el control del poder. Me temo que precisamente ahí, en esa frontera, nos dejó este “robo”.

Por Gonzalo Cordero, abogado

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