El recambio generacional ya está aquí

Las nuevas generaciones están tomando las riendas de la política y la economía, con nuevas miradas en lo social y valórico. Esto abre grandes oportunidades, pero también tensiones que deberán ser manejadas con habilidad.



El sugerente título de la edición especial que circula hoy -“Desafiantes”, preparada con motivo de los 71 años de existencia que conmemora La Tercera- ilustra bien el cambio generacional que ha tenido lugar en Chile, el cual ya se manifiesta en todos los ámbitos de la sociedad. Son las generaciones de 45 años o menos las que empiezan a tomar el protagonismo, plasmando en la sociedad nuevas maneras de entender la economía, la política y las concepciones valóricas, desafiando los paradigmas que caracterizaron al Chile post 90.

Si en el Chile de hace 30 años los grandes temas eran cómo asegurar el crecimiento económico, consolidar la democracia, reducir la pobreza y expandir la educación escolar y universitaria, hoy en cambio la protección del medio ambiente, el valor de la diversidad y la protección de las minorías, combatir las desigualdades e involucrarse más activamente en las grandes discusiones sociales y políticas son los ejes que más parecen identificar al Chile del siglo XXI.

La actual generación goza de ventajas incomparables, pues gracias al fuerte crecimiento y las políticas implementadas en las últimas décadas nunca tantos chilenos habían logrado acceder a la educación superior. Entre 1990 y el presente la variación porcentual de personas que completaron su educación superior llega al 390%, fenómeno que también ha sido masificado gracias a las múltiples becas y ayudas estatales para cursar estudios tanto en Chile como en el extranjero. El fuerte crecimiento de la participación laboral femenina también da cuenta de cambios profundos: en 30 años la cantidad de mujeres menores de 45 años en el mercado laboral se duplicó, y su participación en instancias de poder antes reservadas para hombres también ha experimentado un incremento notable.

Hay dos ámbitos donde el recambio generacional se ha sentido con especial fuerza. Desde luego en la propia política, donde el surgimiento de nuevas voces y la retirada de los partidos tradicionales han sido fenómenos notorios. El proceso constituyente en el que hoy se encuentra embarcado el país ha sido impulsado sobre todo por las generaciones más jóvenes -indicativo de ello fue que en el plebiscito constitucional de 2020 apareció 1 millón de votantes nuevos-, y el hecho que del total de 155 convencionales, 104 sean independientes, da cuenta del surgimiento de múltiples miradas que ya no logran ser capturadas por los partidos tradicionales.

El que los dos abanderados que hasta el momento albergan las mejores posibilidades electorales tengan 44 y 35 años, es algo que en nuestro medio resulta muy inusual. Habría que retroceder 170 años para encontrar un Presidente que asuma con menos de 45 años, y a los albores de la República para encontrar el caso de alguien menor de 40 años. El promedio de edad de la Convención Constitucional, de 44 años -menor al que exhibe la Cámara de Diputados- ejemplifica bien el surgimiento de numerosas figuras jóvenes en todo el arco político.

Por cierto que este proceso abre esperanzas de renovación de nuestra política, pero también alimentará pulsiones por caminos refundacionales o de extremos, lo que exigirá contar con políticos con la suficiente habilidad para conducir procesos sociales cada vez más exigentes, pero que a la vez preserven las bases de la estabilidad.

Un desafío inevitable para la democracia será asegurar que a pesar de la debilidad en que se encuentran los partidos políticos, éstos no dejen de ser los grandes canalizadores de las sensibilidades que conviven en una sociedad, algo esencial para asegurar estándares básicos de gobernabilidad.

El ámbito de la empresa tampoco resulta ajeno al cambio generacional. Las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías, así como el mayor acceso a financiamiento han devenido en una eclosión de nuevos emprendimientos, algunos de los cuales en poco tiempo han logrado la codiciada categoría de “unicornios”, con valores de mercado superiores a US$ 1.000 millones. Las entrevistas recogidas a empresarios sub 40 en la presente edición dan cuenta de miradas muy distintas, donde la rentabilidad del negocio ya no aparece como el eje rector, sino que también inspiran motivos como la protección del planeta, la relación con las comunidades y la conciencia de crear relaciones más horizontales al interior de las empresas. Hay también mayor tolerancia al riesgo, y varios critican que en el modelo tradicional haya sido habitual la herencia de las riquezas antes que el impulso por crearla o arriesgarla en apuestas nuevas. Esto ha abierto un interesante debate en el mundo empresarial, con interpelaciones que solían no estar presentes y que podrían llevar a un nuevo modelo de desarrollo.

No hay duda de que las nuevas generaciones están tomando las riendas de la política y la economía, y como todo proceso que surge, no estará exento de tensiones. Algunos, imbuidos de excesivo ímpetu, tendrán la pretensión de desdeñar todo lo “tradicional”, pero tal concepción es un error, porque todas las sociedades se construyen desde lo que antes se ha hecho. Otros sentirán que estos cambios representan una amenaza para la estabilidad, y harán lo posible por resistirlos. Esto es inútil, porque las transformaciones en curso son inevitables.

Las nuevas generaciones tendrán la misión de administrar sensatamente el nuevo Chile que surge. Uno de sus mayores desafíos será vencer los signos de polarización, que hoy permean el mundo moderno, y que en el pasado también fueron fuente de profundas divisiones. El cambio generacional debería ser justamente una oportunidad para abrir horizontes más esperanzadores, y no para seguir estancados en lo mismo.

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