La columna de Guarello: El fulbito

Charles Aránguiz en el partido ante Paraguay. FOTO: AGENCIAUNO

"Chile la tiene, la tiene y la tiene. Y lo que parece un ataque por el lado de Mauricio Isla termina en los pies de Claudio Bravo. ¿Cuántas veces hemos visto picar a Ben Brereton pidiendo una pelota que nunca le llegará?".



Conversando con un buen amigo del periodismo, de la vida y de la cancha, teníamos un optimismo moderado y realista a partir del equipo que podía configurar Martín Lasarte desde ahora. Con la incorporación de Ben Brereton a la ofensiva, más el futuro regreso de Alexis Sánchez, la realidad potente de Erick Pulgar y Charles Aránguiz, la altura que sumó en defensa la Selección, más los arrestos finales de hombres como Claudio Bravo, Gary Medel, Mauricio Isla y, sobre todo, Arturo Vidal, Chile tenía once para enfrentar el resto de la eliminatoria con un plus de rendimiento. Pero, también coincidíamos en que estamos al límite de lo que hoy nuestro medio puede dar, no sobra nada, son las cucharadas que ya están raspando el fondo del tarro.

Entonces, cuando Alexis se lesiona largo y Pulgar queda fuera de un duelo importante, se viene abajo la estantería. Y no solo por las dos piezas claves ausentes, una asumida y la otra repentina, y que sus reemplazantes no den el tono, sino que también por el mensaje que llega desde la banca.

Erick Pulgar durante el partido del lunes ante Uruguay, en el que salió lesionado y se convirtió en una sensible baja en la derrota ante Paraguay. FOTO: ANFP via AGENCIAUNO

Esto ya lo escribí en la columna de la semana pasada, donde le pedía a Machete Lasarte darle más ambición y protagonismo al equipo. Y no se trata de ponerse el cuchillo entre los dientes y salir buscar de forma irresponsable el arco rival, descuidando todas las líneas. Es simplemente intentar darle explosión y velocidad en el tercer cuarto a Chile, cambiar de marcha y ser agresivo. En definitiva, algo tan básico como atacar.

Pero Chile hace todo lo contrario: la tiene, la tiene, la tiene. Y lo que parece un ataque por el lado de Mauricio Isla termina en los pies de Claudio Bravo. ¿Cuántas veces hemos visto picar a Ben Brereton pidiendo una pelota que nunca le llegará? Contra Paraguay Francisco Sierralta rompió la línea de volantes un par de veces para descubrir que los receptores de una hipotética cesión estaban detrás de él. Porque ahí está la clave ¿Por qué Chile juega tan frenado? ¿Por qué tanto miedo a soltarse y ser más verticales?

La excusa tras el partido del jueves es que el equipo estaba cansado. Claro, pero la actitud timorata, la circulación intrascendente del balón, el freno de mano activado lo hemos visto toda esta Copa América. Sea contra Argentina o Bolivia. Una cosa es que el equipo físicamente esté disminuido o que la ausencia de Pulgar no pudo ser reemplazada por un sobrepasado Tomás Alarcón, pero otra muy distinta es el mensaje desde la banca. Chile solo fue agresivo con el 2-0 en contra y el partido sumido en el desorden total. Y aun así no fue capaz de rematar una sola vez al arco de Antony Silva. Contra este Paraguay duro, luchador, pero que no tenía argumentos ofensivos (anotó de una pelota parada y un penal regalado por Medel), la Selección no fue capaz de generarle una sola ocasión de gol.

Y no podemos argumentar que el equipo de Eduardo Berizzo “se echó atrás”, porque eso ya lo sabíamos. No es que se metiera en su arco, solo pobló el mediocampo y dejó pocos espacios para crear. Y es ahí donde Vidal debía romper, Aránguiz tenía que hacer el cambio de frente para la arremetida de Isla y Pinares, sobre todo Pinares, que era el encargado de recibir, girar y meter una pelota con intención a los dos puntas. Pero se optó por el fulbito, el toque a cinco metros, la pelota amasada y bien envuelta en papel kraft. Chile perdió 45 minutos y cuando quiso reaccionar con la entrada de Jean Meneses, quien al menos encara, se encontró 2-0 abajo y demolido físicamente.

Y sí, la acción de Carlos González me pareció penal porque, pese a que cabeceó el balón primero, la posición de ese puño era completamente artificial. Wilmar Roldán debió cobrar, pero sería muy ciego colgarse de eso para justificar esta antiestética derrota. Hay algo en el disco duro de esta Selección que debe ser reseteado con urgencia.

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