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Para nuestro bien y el de la discusión país que acontece, en la actualidad tenemos variados recursos de buena calidad que nos permiten entender en mejor medida el momento que vive Chile. Costaría creer que hoy alguien diga que no vio venir lo que sucede o que busque entender la realidad únicamente desde su experiencia personal. Uno de estos componentes son las conclusiones preliminares que la exitosa iniciativa “Tenemos que hablar de Chile” acaba de publicar. El documento presenta hallazgos sobre la base de los primeros 1.000 diálogos realizados online, los cuales “sentaron en la mesa” a personas de procedencia e historias diversas. Dentro de estas conclusiones me gustaría destacar tres.

En primer lugar, y pese al enceguecimiento de cierta elite, la conversación en estos diálogos se realiza sobre el deseo de un futuro visto con esperanza, la creencia de que Chile puede estar mejor que lo que está hoy. En la misma línea, en una destacada entrevista a Kathya Araujo realizada en este medio, señaló que el plebiscito del 25 de octubre puede ser entendido como “una inflexión de esperanza”, un voto de confianza o una última oportunidad, pero en ambas lecturas es el deseo de que haya un nuevo y mejor futuro.

En segundo lugar, emerge la necesidad de una nueva relación Estado-persona. Se reconoce que el Estado en variadas ocasiones está ausente ante la precariedad de la vida, que incluso vulnera a las personas y en otros casos es reconocido como un actor que no protege a la ciudadanía. Esto se puede conectar con una constante demanda por dignidad y nuevo trato. En la encuesta realizada por Espacio Público e IPSOS “Chilenos y chilenas frente a la tolerancia, violencia, abuso y dignidad”, realizada entre enero y febrero de 2020, el 27% de las encuestados señaló entender que dignidad es un trato humano para todas las personas, siendo la idea con mayor respaldo. En la misma línea, en la encuesta “¿Qué perfil de constituyentes queremos en la convención?”, igualdad, dignidad y respeto son los valores que se espera sean mayormente priorizados por los convencionales en la redacción de la nueva Constitución.

En tercer lugar, se reconoce que la política está atrapada en sí misma. Sin embargo, y para nuestra tranquilidad, no hay un desprecio a la política, la cual es necesaria y urgente para cualquier sociedad, sino que existe la demanda de poner la política al servicio de las urgencias que muchos viven en nuestro país. Las conclusiones de los diálogos señalan que para que lo anterior suceda, es necesario relevar la participación, tener nuevos liderazgos, capacidad de generar acuerdos, probidad de parte de los políticos y la exigencia de rendición de cuentas. Bastante similar y coherente con los atributos buscados en los candidatos a convencionales que es posible reconocer en la encuesta anteriormente mencionada, en la cual ser confiable y tener la capacidad de lograr acuerdos están dentro de los más importantes.

La condensación de los datos disponibles es algo bueno. El desafío es que esos diagnósticos ingresen a la esfera de la discusión política y sean la base para el proyecto de país que tendremos que definir.

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