Cómo las relaciones tóxicas son una droga para tu cerebro




“Tenía la sensación de siempre querer más”, dice la artista visual de 31 años Camila López- quien prefiere no salir con su nombre real- al recordar la última relación que podría identificar como “tóxica” en su vida. Él nunca le dijo que la quería, limitaba el contacto físico a ciertos momentos y ella tenía que cuidar mucho sus palabras y comportamientos para que él no se agobiara con la relación. Al mismo tiempo, tenían una gran conexión sexual, donde él se mostraba muy cariñoso con ella. “Había allí algo que me hacía volver y volver con él, una adicción que se confunde mucho con el amor, porque te sube algo químico, como una droga”. No fue la única vez que sintió algo así, cuenta Camila: tiene un historial largo de relaciones dependientes en las que podría identificar un denominador común: su adicción a ellas. “Siempre las siento como una droga. Mi incapacidad de soltar este tipo de relaciones la asocio a la inseguridad que me producen. En general son parejas a las que no puedo leer bien, personas que no me transparentan lo que sienten y me dan mensajes ambivalentes. Así he llegado a aceptar todo tipo de abusos, solo por querer estar con la otra persona, sin importar el costo emocional que eso implique”.

Se llama “refuerzo intermitente”: una recompensa emocional impredecible, aleatoria e inconsistente que nos engancha. Lo descubrió uno de los padres del conductismo operante, Frederic Skinner, quien en un experimento con ratas en una jaula, puso una palanca que al presionarla, a veces daba comida y otras veces no. Las ratas se volvieron adictas a la palanca por la sola esperanza de que volviera a caer comida, tanto que abandonaban su descanso, alimentación y aseo. Y hasta su salud se fue deteriorando. Así mismo funcionamos las personas; el circuito de recompensa del cerebro, que refuerza conductas para nuestra superviviencia, también se activa cuando recibimos aprobación y validación de un otro, liberando dopamina y serotonina. Cuando hay una inconsistencia en el afecto que recibimos, como en las relaciones tóxicas, nos obsesionamos buscando migajas, como las ratas.

“Nacimos programados para vincularnos”, dice la psicóloga experta en terapia cognitiva conductual Pamela Núñez, autora del libro Tu cabeza te engaña, engáñala tú, donde desarrolla algunas técnicas para adiestrar el cerebro frente a ciertos mecanismos automáticos. “Cuando hay figuras amorosas, accesibles y predecibles, el cerebro se calma y mantiene co-regulado. Al contrario: cuando nos relacionamos con personas con conductas caóticas y tóxicas, el cerebro activa su sistema de alerta y debe implementar una serie de estrategias para tolerar ese estrés y volver a regularse. Si ese estado es permanente, tarde o temprano la persona agotará sus recursos disponibles y comenzará a sufrir de ansiedad, angustia, depresión, y otras enfermedades de acuerdo a su vulnerabilidad biológica”. Algo que reafirma la bióloga y terapeuta española Lorena Cuendias, creadora de la cuenta @mujeralquimia, quien centra sus terapias en reparar estas adicciones emocionales. “Cuando los momentos agradables son pocos y están muy espaciados en el tiempo, fusionados con la crueldad, los circuitos de recompensa del cerebro se alteran”.

¿Qué pasa con nuestro cerebro en las relaciones tóxicas? Cuando estamos con una pareja que nos trata bien, dice Cuendias, hay consistencia en el afecto y el placer es predecible, nuestros circuitos de recompensa se acostumbran a él y nuestro cerebro libera menos dopamina y serotonina a lo largo del tiempo. Sin embargo, “cuando nuestro sistema de recompensa se ha cableado bajo los efectos de la inconsistencia, y hay una privación de esta hormona y una imprevisibilidad sobre cuándo y cómo volverá a chutar al cerebro, se convierte en algo muy preciado y que se persigue como sea”. Como las neuronas están programadas para su preservación, regulan su respuesta, de manera que cada vez se necesita más dosis con un estímulo más fuerte de eso que produce el enganche. “El desequilibrio de la química puede hacer que la víctima experimente ansias intensas de conservar y desear a su pareja. Las personas se vuelvan adictas a la esperanza de conseguir su recompensa a pesar de la evidencia de que están arriesgando su propia seguridad y bienestar psicológico, emocional, espiritual y quizás también físico”

¿Por qué caemos en estos vínculos? Para Lorena, muchas veces tiene su origen en nuestras primeras relaciones de amor con nuestras figuras de cuidado en la infancia. “Si se creó una referencia de inconsistencia y abuso en nosotros, como amor que modificó además nuestro sistema nervioso, nuestro cerebro, fijando y reforzando ciertas conductas, entonces normalizamos ciertos comportamientos. Pasas tu vida entera alineándote con compañeros inconsistentes y tratando de hacer desesperadamente lo que sea necesario para que se conviertan en consistentes, porque esto era lo que necesitabas de tus padres y lo que quedó sin resolver y de este modo tu niño/a interior herida trata inconscientemente de reparar aquella rotura. Así que tratas de resolver estas viejas heridas a través de tus relaciones.”

¿Cómo detectar una relación tóxica? Aunque todos tenemos este anhelo de fusión, no todos nos hacemos adictos a las relaciones. “Sólo ocurre cuando los sentimientos son más fuertes que la capacidad de actuar en nuestro propio bien e interés” dice Lorena. Algunas red flags: “Si perdemos nuestra propia autonomía e identidad. Si estamos experimentando control y manipulación. Si nos abandonamos y perdemos en el otro. Si Empezamos a dudar de nosotros mismos. Cuando la relación me aleja de mí para fusionarme con el otro. Cuando en vez de sentirme segura y tranquila, me siento insegura, ansiosa y desregulada y mi energía está invertida casi completamente en la relación”.

¿Qué hacer? “Hay que tomarse muy en serio la salud mental” dice Pamela Núñez. “Eso incluye trabajo personal profundo de autoconocimiento, de cómo operan los patrones de apego, y de cómo funciona la mente. Así, cuando el cerebro te trate de engañar volviendo al patrón predictivo anterior, aprendes a engañarlo dándole lo que la ciencia ha probado que necesita para mantenernos sanos y felices”. Lorena, para concluir, agrega: “Si has estado enganchada en una relación adictiva, es esencial que comprendas la raíz de tu adicción que es el motivo por el que eres incapaz de salir de ella. De otro modo, el problema se hace más grande, alimentado por la autocrítica y la culpa, condenando tu adicción como una debilidad o una humillación. Si no tuviste un espejo en el que mirarte y dependes de otra persona para verte, perder a esa persona se puede sentir como perderte a ti misma, porque nuestro sentido de identidad cuando hemos experimentado trauma vincular, es muy frágil”.

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