El diseñador tras los diseñadores

Costurero y sastre, el diseñador Ignacio Lechuga (43) es dueño de una marca de ropa masculina y, además, a quien conocidos nombres de la moda nacional confían la confección de sus creaciones. Aunque su talento brilla, él prefiere el bajo perfil.




Paula 1169. Sábado 14 de marzo de 2015.

Dos de la madrugada e Ignacio Lechuga lleva 12 horas encerrado en su taller. Ha dejado de coser y cortar para anotar en una pizarra fórmulas matemáticas, inentendibles para cualquiera, que podrían ayudarlo a encontrar una nueva solución para calzar de manera perfecta la pinza del torso con la manga de una camisa. Lechuga es un obsesivo del moldaje y la confección. Solo así se entiende que hace dos años diseñadores de renombre, como Juana Díaz, Juan González (Martín J), Gabriela Farías (Zurita) y Matías Hernán confíen en su meticulosidad para llevar a cabo sus diseños. Así se vio en el pasado Festival de Viña del Mar: dos de los vestidos de alta costura usados por Carolina de Moras, y firmados por Hernán, fueron hechos por Lechuga.

Estudió Diseño de Vestuario en la Universidad Técnica Vicente Pérez Rosales, porque una amiga lo incitó. "Siempre me gustó la ropa, pero no sabía nada de moda, ni nombres de diseñadores, ni dibujar, ni pegar un botón. Cuando conté en mi casa, nadie entendía nada", recuerda. Y añade: "20 años atrás era una carrera mal vista, una carrera de maricones". Ya como estudiante destacó en el área de moldaje. Posteriormente tomó clases de sastrería con Alejandro Vásquez, profesor de la antigua Escuela de Sastrería. En 2002 lanzó su marca de ropa masculina: Ignacio Lechuga. Sus coloridas camisas y pantalones bombacho se vendieron en Grupo Antimall (GAM) y Hall Central. Actualmente se encuentran en tienda Snog y a pedido en su taller, donde también hace vestidos de noche y de novia.

¿Qué significa para ti confeccionar lo que diseñan otros?

No soy una persona de ego fuerte. Si hay algo que he trabajado con mi sicólogo es cómo fortalecer mi ego y no irme al chancho con la humildad, asumir que soy bueno en lo que hago. Cuando partí confeccionando para otros diseñadores, todos conocidos, pensé que sería complejo ese tema. Pero no. Me he concentrado en meterme en sus cabezas y solucionar la confección en función de sus ideas. Es un trabajo colaborativo que me exige el doble: si me mando un condoro con mi marca, lo asumo. Pero con la marca de otro, no hay margen para el error.

¿No te afecta que sean ellos quienes brillen?

Muchos me han dicho: "Tú eres diseñador, dónde está el nombre de Ignacio Lechuga en esas prendas". Mi lógica es distinta. Para que el sastre, la modista, la modelista, el cortador y los asistentes tengan pega, tiene que haber un diseñador que brille. Si todos brillaran estaríamos encandilados.

"Es habitual escuchar a los alumnos de Diseño de Vestuario decir: 'soy diseñador, no costurero'. Pero la ropa hay que cortarla, coserla y hacerla. Es urgente que en las universidades haya una especialización en diseño técnico", dice Lechuga, quien hace clases de Moldaje y Corte y Confección en el AIEP.

Entre los diseñadores eres respetado. ¿Por qué mantener el bajo perfil?

Lo mío es ser diseñador, no un diseñador-personaje. Me basta con que se conozca mi ropa. Hay diseñadores que aparecen en todos lados y me pregunto: ¿Y qué hace?, ¿cuál es su estilo?, ¿su sello? Tiene que ser al revés: que la ropa sea la que hable por uno. Y, además, vuelvo a mi personalidad: soy un ermitaño y prefiero trabajar en mi taller que ir a un evento. Si hiciera el esfuerzo, podría dedicarme a hacer vida social y aparecer en la tele. Pero eso significaría dejar a otros trabajando y a mí sin el control.

Tu ropa tiene un sello reconocible, una informalidad dentro de los límites de la sastrería. ¿Cómo construiste ese estilo?

Puro instinto. Me acuerdo que cuando empecé a hacer ropa de hombre me iba mal, no vendía. Estaba deprimido. Me fui a Europa y en una tienda de Barcelona encontré unos pantalones iguales a los que había diseñado meses antes para mi primera colección: con bolsillos afuera en mezclilla verde. Y dije: no estoy tan mal. Me preocupo de que sea ropa radicalmente distinta a la que está en el retail.

¿Cómo es el hombre chileno como cliente?

Muy difícil. Trata de verse igual a sus pares y los estilos están muy estandarizados: el alternativo, el skater, el hipster, el de pantalones dockers. En un solo viaje en Metro me puedo topar con seis looks estilo leñador. Es divertido, porque igual lo intentan. De repente recibo a clientes, se prueban y me dicen: "Me encanta esta camisa, pero ¿la tienes en negro?".

¿Por qué pasa eso?

Chile es un país que castiga la diferencia. Cuando salgo a la calle, con la ropa que diseño, me siento un bicho raro, sin ser para nada escandaloso en mi manera de vestir. Pero las miradas se sienten.

¿Qué opinas del furor que causan las tiendas de fast fashion en Chile?

No cuestiono a una persona consumista o que compra en el retail. La moda evoluciona y el medio te presiona. Sí critico a aquellas tiendas de diseño de autor que para diferenciarse y alejarse del retail se instalan en zonas lejanas a un público masivo o reniegan del mall. Si quieres vender moda de autor, acércate adonde está la gente y ofrece, al lado de la tienda de ropa barata, un producto de mejor calidad.•

Para agendar una cita en su taller, escribir a ignaciolechuga@gmail.com.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.