Frutillar, slow city

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Frutillar es hoy un laboratorio de lo que podría ser otro Chile. Emprendimientos de punta, cultura de clase mundial, sustentabilidad e integración social junto a la mejor calidad de vida y un ritmo de trabajo sin pausa pero sin prisas. Un grupo cada vez mayor de frutillarinos y de parejas jóvenes –"los colonos 2.0"– están consiguiendo hacer realidad lo que desde Santiago aún suena a utopía.




Paula 1215. Sábado 17 de diciembre de 2016.

Estas son algunas escenas cotidianas de un día de noviembre en el Frutillar de hoy.

Un grupo de niños de diversas edades cruza la calle Philippi, la de la costanera frente al lago, cargando sus violines. Papás y mamás, juntos, recogen a sus hijos del colegio Kopernikus a la una en punto. El sol brilla, el viento sur pega fuerte, los rododendros están que revientan de flores. En las afueras del hotel Ayacara se despliega una feria orgánica tan verde como variada. Muchos llegan a comprar en bicicleta. Todos se conocen, se saludan, se dan tiempo para conversar. En Frutillar alto, en el local de madera Jocelyn di Parma, delibera el jurado del Concurso de Jardines 2016. Toman café de grano, prueban miel con maqui y celebran la perfección de las croissants que prepara Jocelyn. En el segundo piso, un espacio de coworking, trabajan, wifi mediante, varios profesionales jóvenes. La bailarina Alessandra Ferri, una de las artistas más importantes del siglo, es la nueva estrella que se subirá al escenario del Teatro del Lago.

¿En qué momento Frutillar pasó de ser un pueblo bucólico, de abuelitos alemanes y tardes de kuchen a un lugar lleno de onda, de familias jóvenes en plan colonos, cuna de emprendimientos y disciplinas creativas, ultra conectado con el mundo y con la mejor calidad de vida? Han sido varios los detonantes, y muchos los protagonistas.

La periodista Consuelo Cheyre y su marido, Benjamín Holmes, comenzaron a veranear en Frutillar hace más de 40 años. A poco andar no solo se construyeron una casa, sino que Benjamín inició algunas inversiones agrícolas en la zona, de modo de ir preparando su desembarco definitivo para cuando ambos ya dejaran sus trabajos en Santiago, pero también como una manera de comprometerse con el desarrollo de la zona. Para ellos la ecuación era muy simple: los mejores momentos de su vida familiar eran en Frutillar, entonces, había que devolver la mano de algún modo.

El proyecto personal y familiar iba perfecto. Pero hace cinco años ambos comenzaron a sentirse inquietos. Veían que lo mejor de Frutillar –su quietud, su patrimonio arquitectónico, sus jardines– corría cierto riesgo. El riesgo de la velocidad y del crecimiento urbano inorgánico, como ha ocurrido en otros lugares del sur; la amenaza de la basura y de los carteles de neón; el riesgo de que lo autóctono y lo auténtico se perdiera en las telarañas de la globalización. A sus amigos frutillarinos les ocurría algo similar. Entonces pasaron de la preocupación a la acción, crearon la Corporación de Amigos de Frutillar, hicieron acopio de energías y definieron cuatro líneas de acción: calidad de vida, desarrollo patrimonial, jardines y acción social.

La idea que los inspiró fue la de las "slow cities": ciudades de menos de 50 mil habitantes (Frutillar tiene 18 mil) con un objetivo común: mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos a partir de proyectos vinculados al territorio y al tejido urbano, la conservación de las tradiciones y de los productos originarios, la protección del medio ambiente, el estímulo a las producciones orgánicas, el uso de tecnologías al servicio de las personas y la conciencia de vivir en una ciudad "slow". A ese espíritu, ellos suman dos principios: hacer proyectos concretos, que comiencen y terminen durante un año y, quizás más importante, trabajar con la comunidad y al servicio de ella. "Definimos que nunca sustituiríamos a las organizaciones locales, sino que colaboraríamos", dice Eduardo Opazo, consultor y profesor de la PUC, director de la corporación. "Nada de santiaguinos viniendo a imponer sus ideas", agrega el empresario Mario Moure, también director. Uno de sus "hitos", el operativo de salud que trajo a Frutillar médicos especialistas que atendieron en tres días a casi 500 personas gratuitamente, fue un proyecto ciento por ciento colaborativo.

El Concurso Anual de Jardines, otro ejemplo, lo hacen en alianza con el Club de Jardines. Ya van en la tercera temporada y han triplicado el número de participantes, gracias a un trabajo de difusión titánico que incluye hasta un puerta a puerta de varias semanas para convidar a los vecinos a participar. El concurso, más allá del evento en sí, es un círculo virtuoso: ha conseguido que los jardines del pueblo, parte del acervo patrimonial de la zona, recuperen su esplendor y es un efectivo ejercicio de integración ya que las diferentes categorías de la competencia permiten que los espacios más pequeños también se sumen.

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la Chocolatería Cambrussa, chocolates 100% artesanales, con trufas, murta, grosellas, arándanos y zarzaparrilla. Rescatar y potenciar la herencia gastronómica es una de las características de las slow cities.

La Chocolatería Cambrussa, chocolates 100% artesanales, con trufas, murta, grosellas, arándanos y zarzaparrilla. Rescatar y potenciar la herencia gastronómica es una de las características de las slow cities.

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El Café di Parma, en Frutillar alto, donde no solo se comen las mejores croissants, sino también se disfruta de un cálido espacio de coworking. Su dueña sacó adelante este proyecto a punta de capitales semilla.

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COLONOS 2.0

Mara Holmes (42, tres hijos) es la hija mayor de Consuelo Cheyre y Benjamín. Casada con Claudio Osorio, ingeniero experto en prevención de desastres naturales que trabaja como consultor internacional, vivió 15 años fuera de Chile. Al volver, no pensaron ni por un minuto quedarse en Santiago. "Es muy loco, muy acelerado. Nuestra experiencia fuera de Chile es que todo está pensando para simplificarte la vida, por ejemplo, el colegio de los niños y el trabajo estaban cerca de la casa, así no pierdes buena parte del día en traslados". Claudio trabaja conectado con el mundo desde una casa azul de madera, ubicada en la calle Vicente Pérez Rosales, que comparte con otros profesionales, y ella tiene un centro de kinesiología en Frutillar alto. Está con su agenda de pacientes al tope, pero también con margen de maniobra para organizar sus horarios y almorzar todos los días en su casa o en la de sus papás, desde donde sus hijas solo tienen que cruzar la calle para asistir a sus clases de ballet en la academia del Teatro del Lago.

Mara y Claudio tenían hace años un sitio en Frutillar que mira el volcán desde lo alto y con los años habían ido comprando maderas, puertas y marcos en demolición. El resultado hoy es una casa espaciosa y acogedora, con un jardín muy cuidado que crece bajo árboles añosos. La huerta de verduras comenzará a producir este verano; también la de flores.

"Mi casa es el centro de reunión de los que viven acá y también un lugar siempre abierto para las amistades de Santiago. Así es como nosotros entendemos el lujo: una casa para recibir amigos. Queremos vivir más livianos, ¿para qué tanto?".

"Vivir más livianos" es una frase que se escucha una y otra vez entre las generaciones más jóvenes que han hecho nido en Frutillar en los últimos años. Con la misma frecuencia, se oyen "integración" y "calidad de vida".

Es lo que muchos vinieron a buscar, pero también lo que están construyendo.

En la misma calle Philippi, hacia el norte, está la casa que arriendan Eugenio Rengifo y María José Mira. Es una casona de madera de dos pisos, típica de la zona, enorme, rodeada de rodondendros, nalcas y bosque nativo. De algún modo, los astros se alinearon para que ellos terminaran viviendo en Frutillar en enero de 2013 tras varios años en Valparaíso. María José, que estudió Teatro y ha hecho carrera en gestión cultural, postuló al cargo de jefa de Educación del Teatro del Lago, y Eugenio, cientista político, asumió como director ejecutivo de la Fundación Plades. "Encontramos un proyecto para cada uno en la familia, pues nuestros hijos tendrían el colegio soñado, el Kopernikus", dice María José.

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Enrique Damm en la feria orgánica que él lidera en un modelo de colaboración y comercio justo, rescatando e impulsando la agricultura campesina tradicional.

Enrique Damm en la feria orgánica que él lidera en un modelo de colaboración y comercio justo, rescatando e impulsando la agricultura campesina tradicional.

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Todo está pasando en Frutillar. En enero se realizará un seminario sobre educación y creatividad al que vendrán expertos de Project Zero de Harvard y de Creativity, Culture and Education de la Unión Europea e Inglaterra.

"Es bien notable lo que está ocurriendo en el imaginario de Frutillar", añade Eugenio. "Una ciudad tranquila, de gran belleza escénica, en la que se puedes llegar a cualquier parte caminando, con la vida de familia en el centro, y alejada de la metrópoli pero donde están ocurriendo cosas súper interesantes".

Muchas de esas cosas interesantes comenzaron en 2010 con la inauguración del Teatro del Lago, su programación de clase mundial y su Escuela de las Artes que ya tiene 240 alumnos (la gran mayoría becados) en sus cursos de violonchelo, violín, piano, flauta traversa, canto lírico y artes visuales. Hay varios ex alumnos en el extranjero estudiando música y ballet.

Pero también están en Centro Cultural Lucarna, que funciona en el segundo piso del Molino del Agua del Museo Alemán de Frutillar y que, bajo el liderazgo del artista visual Félix Lazo, también "colono 2.0", está potenciando artistas de la comuna, con un énfasis en el rescate del patrimonio cultural. O la notable Escuela de Circo, que es otro símbolo de integración potente y real. Participan en ella 100 personas que tienen monitores fijos para cursos de primer nivel (hace unos meses vino una delegación de expertos en acrobacia del Cirque du Soleil a darles clases). El "empujón" también incluye a las familias de los alumnos pues, además, hay capacitaciones en vestuario, maquillaje, gastronomía.

El efecto de estas iniciativas es profundamente transformador y cada día surgen nuevos ejemplos de cómo el arte y las experiencias creativas mejoran la vida de las personas y amplían sus horizontes. "Muchas parejas llegan buscando bienestar y un ritmo más pausado, y terminan haciendo emprendimientos súper importantes, porque la ciudad te potencia, te impulsa y te inspira, solo todo tu lado creativo", comenta María José Mira.

Más allá de su belleza, los jardines de Frutillar son parte del patrimonio cultural de la ciudad. Por eso se trabaja por estimular su cuidado.

El campo Matetic, ganó en la categoría rural.

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El ganador de la categoría urbana de más de 300 m2.[/caption]

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El hotel Serenade, que ganó en la categoría Instituciones.[/caption]

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Miriam Vargas obtuvo el primer lugar en la categoría urbana de menos de 300 m2.[/caption]

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Jackie Alvarado, que ganó en la categoría jardín rural de menos de 300 m2.[/caption]

El de María José y Eugenio Rengifo es un caso bien emblemático, porque la decisión de radicarse en Frutillar ha tenido varios niveles de impacto: en el tiempo y el ritmo para la vida familiar, en un desarrollo profesional ultra desafiante y en los resultados que a través de sus respectivos trabajos están consiguiendo para la comunidad. No cambiarían esto por nada en el mundo.

La historia de Enrique Damm y de su señora, Margarita Gross, se está escribiendo con la misma tinta. Él es "nacido y crecido" en Puerto Varas y ella "importada de Santiago", pero hace un par de años se mudaron a Frutillar. "Ya no existe el Puerto Varas que era: un lugar tranquilo para criar a tus hijos".

Juntos fundaron 70Weste, una empresa de turismo aventura y asesorías en desarrollo turístico responsable. También, en colaboración con el hotel Ayacara y la Municipalidad, dieron vida en agosto pasado a una feria orgánica que agrupa y potencia a pequeños agricultores, pues les ofrece redes de contacto (para que se conviertan en proveedores de hoteles y restoranes de la región) y una oportunidad de aumentar sus ingresos sin intermediarios. Pero este es solo el comienzo. Pronto tendrán caminando un modelo formal de trabajo en varios frentes: que les permita el mejor aprovechamiento de las superficies de cultivo disponibles manteniendo su carácter tradicional, ambientalmente amigable y con una articulación comercial y logística que reduzca los costos individuales. La idea es que consigan nuevos y mejores ingresos en base a la colaboración, el comercio justo y la agricultura campesina orgánica. Enrique comenta: "Es un modelo escalable y replicable cuyo resultado es que las lucas se quedarán en Frutillar, distribuidas de modo justo y equitativo". Justo y equitativo, otras dos palabras que suenan fuerte en estos días en Frutillar.

La ciudad cumple con todos los requisitos de una slow city: se incentiva la producción orgánica, se potencia lo autóctono, se protege el medio ambiente, la tecnología está al servicio de las personas y se promueven la hospitalidad y la integración social.

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Corporación de Amigos de Frutillar, gran motor de los nuevos aires de Frutillar: Cecilia Mena, Mario Moure, Eduardo Opazo, Benjamín Holmes, Isabel Forestier, Claudia Bidart, Consuelo Cheyre y Óscar Leibbrandt.

Corporación de Amigos de Frutillar, gran motor de los nuevos aires de Frutillar: Cecilia Mena, Mario Moure, Eduardo Opazo, Benjamín Holmes, Isabel Forestier, Claudia Bidart, Consuelo Cheyre y Óscar Leibbrandt.

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Los artistas Félix Lazo y Dominique Serrano creen en lo que ellos llaman "la utopía" de una sociedad más pensante, que cuestione el modelo dado, que sea inclusiva de verdad y en la que se viva un ritmo más humano. Él encabeza el Centro Cultural Lucarna y ella tiene una pyme que diseña y produce botones con motivos artísticos. Desde Frutillar los envía a museos y a teatros norteamericanos.[/caption]

Frutillar está postulando a la Red de Ciudades Creativas de la Unesco, que estimula la cooperación para hacer de la creatividad un motor de desarrollo urbano sostenible, integración social y vida cultural.

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Mara Holmes, kinesióloga, casada, madre de tres hijos (Elena, la menor, en la foto), organizó el Club Travesía -deporte y vida outdoor para aprovechar el entorno natural y potenciar la vida familiar– del que forman buena parte de las parejas jóvenes. La idea es hacer panoramas con sentido.[/caption]

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Jocelyn di Parma (37) es una emprendedora notable. Regresó de una estadía en España con la idea de hacer una fusión gastronómica entre lo que había en su Frutillar natal y lo que conoció en su viaje.[/caption]

Kopernikus, el colegio

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El colegio se ha convertido en un imán importante para las parejas jóvenes. Partió hace tres años con 40 alumnos y ya va en 140. Se basa en el modelo pedagógico alemán Jenaplan que considera que el niño, y no la carga curricular, es el centro del aprendizaje. Los cursos agrupan tres niveles (primer, segundo y tercero básico, por ejemplo) con la convicción de que los alumnos aprendan unos de otros e intercambiando roles permanentemente en este proceso. Gracias a la metodología basada en proyectos –grupales o individuales– y a planes de trabajo para cada niño, pueden integrar aprendizajes de diversas asignaturas. Cada niño almuerza en su casa y por las tardes asiste a talleres que él mismo elige y que le permiten un desarrollo personal en aquello que más le gusta (los hay de música, de teatro, de lenguaje, de deportes, etc).

Ningún colegio Jenaplan es igual a otro y el de Frutillar sustenta su aprendizaje en la relación con el entorno, por lo que la naturaleza y la vida al aire libre, así como la música, el arte y el movimiento, son fundamentales. Por cierto, tiene vínculos estrechos y formales con el Teatro del Lago y con la Escuela de las Artes.

La Fundación Plades

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Otro detonante de este nuevo Frutillar ha sido la Fundación Plan para el Desarrollo Sustentable, iniciativa de la comunidad apoyada por la Fundación Mustakis, la Fundación Teatro del Lago, la Municipalidad y fondos públicos concursables. Su trabajo se inició en 2012 con la organización de 12 talleres de trabajo con vecinos para llegar a un diagnóstico respecto a la imagen de ciudad a la que aspiraban los frutillarinos. "Ahí se llegó a esta convicción común de tener una ciudad participativa, socialmente integrada, sustentable, orientada al turismo, las artes, la educación y el paisaje y que se concretó en 24 proyectos que conforman un Plan Maestro, un ruta para los próximos 20 años", explica Rengifo. Entre ellos, están el Plan Urbano Estratégico para asegurar un crecimiento orgánico de la ciudad y una trama que articule el encuentro; el plan de áreas verdes; el proyecto Balloon que acaba de terminar una capitación a 140 emprendedores locales, el centro Cultural Lucarna, la Escuela de Circo, el Programa de Educación Ambiental y el de reciclaje, así como el de fomento de la economía creativa.

Gracias a la tenacidad de los vecinos y de la Municipalidad, Frutillar fue declarada zona típica en julio de 2013, lo que, de algún modo, asegura la conservación de su tradicional arquitectura.

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