Los hombres, los hijos, la televisión, el éxito y el fracaso

Después de que No abras la puerta, la primera teleserie que protagoniza en sus 12 años de carrera, no lograra la sintonía esperada, la actriz Luz Valdivieso tuvo una crisis de autoestima y se hizo preguntas difíciles. De las lecciones que aprendió, del refugio que es su pareja, el también actor Marcial Tagle, de las mujeres del siglo XXI y de los hombres que "se están quedando atrás" habla en estas páginas.




Paula 1158. Sábado 11 de octubre de 2014.

El segundo semestre de 2014 ha sido para Luz Valdivieso (37) uno de los periodos más duros de su carrera. Después de diecisiete teleseries –desde que en 2001 hizo Piel canela, en Canal 13–, el 4 de agosto pasado debutó como protagonista. En No abras la puerta, la producción nocturna de TVN y cuyo tema central es la violencia de género, la actriz interpreta a Isabel Tobar, una terapeuta de mujeres maltratadas que se reencuentra con su ex pareja y agresor. La realización no ha logrado la sintonía esperada y es casi triplicada por la turca Las mil y una noches (Mega). Un escenario de la inestable industria televisiva que durante varias semanas afectó el ánimo de la actriz, la hizo enfrentarse a su propio ego e, incluso, cuestionarse la posibilidad de volver a aceptar un protagónico. Un proceso que ha vivido junto a su marido, el actor Marcial Tagle, parte del mismo elenco. Ambos conforman una de las parejas más estables de la televisión, con más de 10 años de matrimonio y dos hijos en común: María de los Rayos (6) y Marcial (3).

¿Por qué te afectaron tanto los resultados de esta teleserie?

Tenía muchas expectativas respecto de que el tema del maltrato iba a generar especial interés en las mujeres y pensé que la íbamos a romper. No fue así. Una de las explicaciones que se barajan es que es un tema difícil de ver en pantalla, porque las mujeres no quieren verse reflejadas en este tema, aunque sea en ficción. Además, a esa hora comparten con sus parejas, quienes tampoco quieren exponerse al tema.

¿Qué ha pasado con tu ego?

Al principio fue bien dificil. Duro. Aunque sé que es un trabajo de equipo, con múltiples variables, como la protagonista me sentí responsable y me llené de preguntas: ¿por qué acepté?, ¿soy lo suficientemente atractiva como para protagonizar una teleserie?, ¿le hubiese ido mejor al canal con una actriz más famosa? Son preguntas que me obligaron a enfrentar mi ego y que golpearon mi autoestima. Ahora estoy bien. Si leo la teleserie, me gusta. Si me veo en pantalla, creo que lo estoy haciendo bastante bien y estoy enamorada de mi personaje. No sé, eso sí, si estoy dispuesta a tolerar nuevamente la presión que significa un protagónico. Si vuelvo a hacerlo, tendré que aprender a enfrentarlo de mejor manera y saber manejar mis expectativas.

Estudiaste harto la problemática de la violencia para meterte en el personaje de esta mujer agredida. ¿Qué concluiste?

Concluí, desgraciadamente, que en Chile las mujeres somos maltratadas de distintas maneras, muchas veces muy vinculadas al machismo. No hablo solo de golpes, sino de esa violencia sicológica que conlleva el "mijitismo", es decir ese discurso del "oiga, mijita, no se meta, usted no opine", el ninguneo, el ser tratada de tonta e incapaz, el no ser escuchada, que no validen tu opinión, incluso que te digan cómo vestir o te anden cuestionando cuánto escote usas. No hay límites sobre lo que es aceptable o no y eso es muy grave y lo sufren, incluso, mujeres que tienen un historial de éxito e independencia económica, y que tienen buenos cargos. Es lo que se llama el doble vínculo: aceptar que por un lado te quieran y, por otro, te maltratren.

¿Fuiste maltratada en alguna de tus relaciones pasadas?

Sí, pero también dudo de que haya una mujer chilena que si revisa su historia no haya sufrido algún tipo de maltrato. Como madre de una niña, eso me pone en estado de alerta.

¿De qué manera?

Mi hija tiene 6 años y es como Susanita. Lo unico que le interesa es el amor: siempre está enamorada o sufre por amor. Entonces, le fomento que la princesa a quien el príncipe rescata –la típica de los cuentos– es una princesa laterísima, que es mucho más interesante una princesa que lucha y tiene su propia espada. Me interesa que ella sea una mujer de armas tomar, en el amor o en cualquier otra cosa. No es que yo espere que a mi hija no la traten mal. Quiero que a mi hija la traten increíble.

Jeans o pantalones anchos de algodón tipo buzo, además de sus inseparables botas Ugg es el look habitual de Luz Valdivieso en el día a día.

ROSTRO Y SIN CULPAS

Hay actores que dicen que sufren un desgaste emocional al interpretar a personajes sufridos, como el tuyo. ¿Te pasa?

¡Para nada! No tengo ese rollo e incluso me daría pudor decirte que algo así me sucede. Me lo negaría a mí misma por pudor. Es verdad que a mi personaje le pasan cosas terribles todo el rato, pero mi vida está en otra parte. Está en mi casa, con mi familia, en lo cotidiano.

En estos 12 años de carrera, ¿ha cambiado tu forma de enfrentar el trabajo como actriz?

Para mí una teleserie es una teleserie y punto. Es un proyecto importante para el canal en términos económicos, pero no es más que ocho meses de grabaciones. Hace diez años sí me autodefendía y tenía ese discurso de "ahora estoy haciendo tele, pero acabo de hacer una obra de teatro y ya haré otra". Lo cierto es que la última obra que hice fue hace más de seis años, cuando esperaba a mi hija, y no me da el tiempo para criar y, además, ensayar y actuar en horarios que tengo reservados para mi familia. Con el tiempo me he ido perdonando: por ahora no soy una actriz de teatro, no soy una actriz de cine, pero sí soy una feliz y agradecida actriz de teleseries. Me encanta la televisión y me permite vivir increíblemente bien. Ya no tengo la espina de la culpa.

El día en que se hizo esta entrevista debutaba la tercera campaña publicitaria protagonizada por Luz Valdivieso; la segunda para una casa comercial. Tres meses antes, Pablo Schwarz reeditó la discusión respecto de la participación de los actores como rostros de marcas al escribir en su cuenta de twitter "un actor debe burlarse del modelo, reírse del rey, avergonzar al poderoso".

¿Qué te pasa con esos comentarios?

Nada. Es decir, no me parece sólida la crítica de un actor que también trabaja en un canal de televisión que, como todos, vive del retail. Otra cosa es que me critique la gente de América Solidaria o de Un Techo para Chile, frente a quienes me saco el sombrero. No soy actriz de cine, menos de cine arte, y con suerte hice algo de teatro. No soy dramaturga ni escritora. No soy Nicanor Parra haciendo publicidad. No voy por la vida como artista. No me da.

Bajo esa lógica, ¿harías cualquier campaña?

Lo más probable es que si me ofrecieran ser rostro de farmacia diría que no, porque la colusión es un delito. En el caso de una tarjeta de crédito de una multitienda, es la manera de comprar de la mayoría de los chilenos, incluida yo. Entonces no me provoca mayor conflicto.

Pero está el antecedente de La Polar que, de hecho, afectó a Jorge Zabaleta.

¿Pero qué iba a saber él que La Polar estaba metida en ese nivel de lío y qué responsabilidad tenía él? Ninguna. Él se sintió engañado como todos los chilenos.

O sea, no te conflictúa.

No, al contrario. Cuando me llamaron para ofrecerme esta campaña fue como que me hicieran un cariño en el hombro después de todo lo mal que lo había pasado con el tema de la teleserie. Fue que me dijeran: "nos fijamos en ti, porque eres una mujer común y corriente que trabaja, tiene hijos y puede representar a otras chilenas". Y eso me hizo bien. Me sentí valorada.

"No soy una actriz de teatro. No soy una actriz de cine. Pero sí soy una feliz y agradecida actriz de teleseries. Me encanta la televisión y me permite vivir increíblemente bien. No tengo la espina de la culpa".

HOMBRES

Con tu marido son bien partners.

Sí, tenemos muy claro que nuestro proyecto en común es la familia. No nos perdemos en el mundo de la tele y tenemos los pies bien puestos en la tierra. Somos muy de juntarnos con la familia, con los amigos que, en general, no son de la televisión, y tenemos una vida muy puertas adentro. También somos conscientes de que tenemos mucha suerte de ganar un buen sueldo que nos permite ahorrar para la vejez, para nuestros hijos y vivir tranquilos.

Después de terminar de grabar la teleserie, Luz Valdivieso y Marcial Tagle le pondrán pausa al trabajo por unos meses. "Queremos estar insertos por completo en las rutinas de los niños: levantarlos, cocinarles, llevarlos al colegio, entregarles todo nuestro tiempo. Durante estos meses de grabación he llegado tan agotada a la casa que a veces simplemente no tengo energía ni paciencia para darles lo que necesitan y educarlos como quiero hacerlo. Por ejemplo, aprender a bancarnos los cuatro y enseñarles en el diario vivir el valor de la austeridad. Soy hija de un sociólogo y profesor universitario y de una dueña de casa. Viví sin lujos y eso me parece de gran valor", cuenta.

"Tengo suerte. Marcial se encarga del jardín, hace las compras del supermercado, se pone de acuerdo con la nana para el almuerzo. Yo, en cambio, odio cocinar, pero armo los muebles de la casa".

En lo doméstico, ¿tu marido es un buen compañero?

Tengo mucha suerte. Hemos definido nuestros roles de acuerdo a lo que nos gusta y no nos gusta hacer y tenemos un matrimonio muy conversado. Marcial es muy dueño de casa: es él quien se encarga del jardín, hace las compras del supermercado, quien va a la feria o a La Vega, quien se pone de acuerdo con la nana para ver qué se hace de almuerzo y comida, y si yo invito a amigas a comer, es él quien resuelve el menú y se preocupa de que haya un rico vino o una buena champaña. Si me toca darles almuerzo a los niños, dado que sabe que odio cocinar, me deja tallarines hechos en el refrigerador. Yo me encargo de las tareas, les leo cuentos antes de dormir y si compramos un mueble, yo lo armo.

Solo puedo decir ¡guau!

Sí, y es exquisito, nos devolvemos la mano. Él sabe que me encanta quedarme el sábado en cama hasta tarde leyendo los diarios, entonces lleva de paseo a los niños. Yo sé que a él le gusta dormir siesta y yo los entretengo en la tarde.

¿Cómo se logra esa armonía?

Ha sido paulatino durante estos diez años de matrimonio. Por supuesto que tenemos nuestras peleas, pero todo se ha ido acomodando de manera orgánica y, muy atentos a que los niños aprenden de lo que ven, ambos ponemos mucha atención a la forma en que nos tratamos.

No todo ha sido tan fácil. Tanto Luz Valdivieso como su marido han contado en televisión el complejo proceso que vivieron hace ocho años cuando él se sometió a un tratamiento de rehabilitación para superar su problema con el alcohol y algunas drogas.

¿No es un fantasma lo que vivió Marcial?

Todo lo contrario. Nosotros nos casamos después de su rehabilitación y me da completa seguridad de que, a pesar de que nunca hay que escupir al cielo, ya no tuve un marido borracho. Tengo la certeza de que mi marido tiene la fuerza para salir de eso y de los problemas que puedan venir. Tiene una capacidad de resiliencia y una determinación que solo hace que lo admire. No tengo prejuicios con el copete, de hecho yo tomo, pero me ha pasado ver a mujeres disculpándose de la borrachera del marido y es muy fuerte ser testigo de hombres de 40 años dando jugo. Además, se ponen como medio verdes. Patético. Imagino la pesadilla del marido despertando con hachazo al otro día, con los hijos y las obligaciones de la casa, y es algo que no me gustaria vivir. Tal vez uno se acostumbra, pero veo a mi marido y digo: "gracias a Dios".

¿Qué te produce saber que con Marcial han logrado fluir en la convivencia?

Me produce pura felicidad. Me doy cuenta de que tengo un hombre al lado que me hace la vida más fácil y feliz. Que si me ve cansada me dice: "anda a hacerte un masaje, yo cuido a los niños".

Me atrevería a decir que tu caso es bien excepcional. La queja recurrente de las mujeres es que están sobreexigidas y bien solas en lo doméstico.

Totalmente. En general las mujeres que trabajan y tienen una familia están al borde del colapso. Las mujeres profesionales de hoy somos las primeras en Chile en esta suerte de línea de fuego que significa un profundo cambio de mentalidad asociado a una cultura muy machista en la que los grandes perdedores están siendo los hombres que, creo, están en una crisis de identidad total. Este es el siglo de las mujeres y ellos se están quedando sin rol dentro de la familia y de la sociedad. Están sufriendo un gran vacío existencial y deben encontrar su nuevo lugar. En eso las madres de hijos hombres tenemos un rol fundamental.

"Las mujeres vamos mucho más adelante que los hombres, y es atroz decirlo, pero si ellos no se pegan el salto, dejarán de ser necesarios. Las mujeres se mantienen económicamente solas, pueden tener hijos y criarlos solas. Y eso también tiene un lado bonito: tienen que hacerse necesarios en un nuevo plano".

¿Cómo es ese rol?

Somos las mujeres quienes hemos educado hombres machistas. Hoy las madres debemos formar hombres proactivos, buenos profesionales, buenos padres y buenos dueños de casa. Hombres que no tengan vergüenza o miedo de llorar y de manifestar sus emociones, que les guste el rosado y eliminen de sus cabezas que existe un pañal de niña y otro de niño. Eso es urgente, porque las mujeres están a caballo en los dos roles y los hombres se están chupando.

De acuerdo, pero con este discurso del "empoderamiento" y de que "estamos en todas", ¿las mujeres no estaremos también siendo castradoras?

Es muy probable, pero es porque vamos mucho más adelante que ellos, y es atroz decirlo, pero si ellos no se pegan el salto, dejarán de ser necesarios. Las mujeres se mantienen económicamente solas, pueden tener hijos y criarlos solas. Lo veo en mis amigas separadas: se acompañan, arman cofradías, se ponen de acuerdo para tener todas a sus hijos los mismos fines de semana y, de repente, aparece un pololo por ahí, una suerte de toy boy, y son tremendamente felices. Y eso también tiene un lado bonito: ya no necesitamos a los hombres para que nos mantengan, pero tienen que hacerse necesarios en un nuevo plano.

Mujeres, finalmente, volcadas a su felicidad.

Así es. Es que nunca antes en la historia las mujeres habían estado, por un lado, tan exigidas, y por otro tan plenas. Antes, la felicidad estaba ligada exclusivamente al marido, a los hijos y a la casa. No solo no trabajaban, sino que no desplegaban un montón de talentos o habilidades, ni siquiera podían opinar en una mesa. Hoy perseguimos la felicidad de múltiples maneras.

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