Manuela Infante: en primera persona

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Considerada una de las directoras y dramaturgas más arriesgadas de su generación, Manuela Infante (36) hoy está en un momento de trance personal: se terminó su compañía Teatro de Chile y está incursionando como guionista de cine y televisión. Este mes hay tres obras suyas en cartelera en el Festival Santiago a Mil: Xuárez, Realismo y un adelanto para los programadores de Aparato radical, obra que estrenará en junio.




Paula 1217. Sábado 14 de enero de 2017.

"Leo mucha filosofía: ahí encuentro las ideas para mis obras. Cuando estaba en el colegio quería estudiar filosofía. Pero por alguna fuerza mayor estudié Teatro. Hoy me doy cuenta de que fue lo correcto, porque hago teatro como quien hace filosofía irresponsable: puedo leer todo lo que escriben filósofos y después hacer lo que quiera: agarrar una idea que no corresponde con otra que no junta y hacer con ello una obra de teatro. La filosofía me gusta como material. Es como cuando a un escultor le gusta la piedra".

"Vi muchas veces Volver al Futuro. Quizás de ahí se me metió en la cabeza la idea de que si uno cambia la lectura de la historia o de los mitos fundacionales, uno transforma el presente. He hecho varias obras inspiradas en personajes históricos: Arturo Prat, Juana de Arco, Cristo. Mi actividad política tiene que ver con eso: repensar el pasado más que decir cómo tiene que ser el futuro. Eso hicimos con Luis Barrales cuando escribimos Xuárez, la obra que revisita el papel que jugó Inés de Suárez en la fundación de Santiago y que la historia ha invisibilizado intencionalmente".

"No tengo Facebook ni Twitter. Navego poco por internet. Creo que hoy el problema, sobre todo con las redes sociales, es que apenas sucede algo lo primero que todos se preguntan es ¿qué pienso yo sobre este tema? y de repente eso es de lo último de lo que hay que preocuparse. Marcel Duchamp justo antes de su obra El urinario, pasó por un periodo donde practicó no tener opinión. Creo que en Chile practicar eso por un rato sería súper fructífero. A Chile no le falta tener opinión. Le falta saber".

"Hay muchas cosas de chile que me caen mal. A veces me dan ganas de irme a vivir al extranjero. Pero es difícil hacer teatro afuera, porque el teatro es local; se hace tejido en una red de referentes locales: el humor, las palabras apelan a este entorno. Por eso, hacer arte fuera de mi contexto no me haría mucho sentido".

"He vivido un luto largo. Este año, después de 15 años donde montamos 12 obras, pusimos fin a la compañía Teatro de Chile. Tener una compañía es como tener una familia. Decidimos terminar porque estábamos teniendo hartos roces, como respuesta al desgaste que nos produjo la falta de apoyo como compañía. Nuestro sueño era armar un espacio que con el tiempo se transformara en una escuela y buscar la forma de trabajar de 9 a 6 ahí. Pero ese sueño se fue frustrando: terminábamos ensayando de 19 a 22 horas, porque el resto del tiempo había que trabajar para ganarse la vida. Eso frustró algo que no se pudo recuperar. Fue muy triste".

"Mis obras no son un bien de consumo fácil. Noto que eso complica a la gente que las va a ver. Hay veces donde se van de la sala antes de que termine la función. Pero mi intención no es provocar por provocar. De hecho me encantaría que a todos les fascinaran mis obras".

"Una persona que actúa para un público de plantas. Hace 10 años imaginé esa escena y con ella quise armar una obra de teatro. Pero en ese momento la idea quedó ahí, volando. Hasta que leí un libro de Stefano Mancuso, un neurólogo italiano, experto en inteligencia vegetal, que sostiene que las plantas son seres igualmente sintientes, inteligentes y conscientes que los seres humanos y los animales. En esos argumentos se basa Aparato radical, la obra que estrenaré en junio y que en Santiago a mil vamos a mostrar solo a programadores internacionales".

"Hace poco empecé a escribir guiones de series y películas. Cristián Jiménez (director de Ilusiones ópticas, Bonsái) me llamó para preguntarme si quería escribir el guión de su nueva película con él. Acepté porque estaba buscando pega. El teatro no es un gran proveedor. Escribir guiones no tiene nada que ver con el teatro: tienes que imaginarte hasta de qué color son los cojines cuando escribes una escena".

"Ahora fantaseo con hacer una ópera, una cosa gigante, que uno la vea y aplauda y diga qué bacán que en nuestro país se hacen cosas tan increíbles. Creo que quiero hacerla para entrar en un proceso creativo que sea distinto a los que he conocido".

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