Columna de psicología: ¿Por qué siempre creemos que nos van a echar?

Despido

Los hombres no son prisioneros del destino, sino prisioneros de su propia mente. (Franklin D. Roosevelt)


Muchas veces, al entrar a una nueva organización, descubro que mi presencia gatilla respuestas inesperadas y una de ellas es la fantasía de que me van a echar.

Sí, por mucho que los jefes, el gerente de recursos humanos y el mismo coach refuercen que estos procesos son para potenciar a las personas, para desarrollar nuevas habilidades o para prepararlos para un nuevo cargo, aún así hay sujetos que juran que ahora sí que los van a echar.

Algunos caen en elaboradas teorías y en conspiraciones, pero lo concreto es que Hans, nuestro ejecutivo en consulta, no llegó con este virus… pero fue contaminado.

Recapitulando brevemente la historia de este ejecutivo, perfilamos a este alto ejecutivo, como un trabajador prusiano, serio, cuyas dificultades matrimoniales lo estaban ensombreciendo en la oficina.

Esta opacidad del colono… si bien no estaba afectando su desempeño en los números, estaba causando malestar entre compañeros y clientes y es por ello que Miguel Ángel, el gerente general de Fantasía S.A., recurrió a mis servicios.

Y Hans, como era de esperar, se tomó el trabajo muy en serio y sesión a sesión mostraba avances, cambios que el mismo Miguel Ángel me hizo ver. Sin embargo, pese a las buenas noticias, mi cliente volvió a un oscuro estado cuando estábamos a mitad del proceso, pues me reconoció que después de hablar con María Cristina, una de las principales socias de la firma, se había dado cuenta de que había caído en una trampa.

¿Cuál trampa?

Mira Sebastián, no me gustan las teorías conspirativas, pero tu sabes que María Cristina me habla constantemente al oído y si bien no he querido creerle, las evidencias hablan por sí solas.

¿Qué evidencias?

No me gusta hablar de otras personas cuando no están presentes y menos de la oficina, pero supongo que me podré tomar este espacio para hablar de tu otro cliente, el Ruso. Cuando Sergio llegó a esta consultora, me pareció un pendejo prepotente, uno de los tantos que entran y se van. Pensé que con su estilo iba a durar poco, pero supongo que mis expectativas se fueron a la basura cuando se casó con la hija de uno de los socios.

Como era de esperar, en cuestión de meses ya éramos pares. Dio lo mismo mi antigüedad y el hecho de que aunque no esté en mi descripción de cargo, yo gerencio y administro gran parte del área y del equipo, mientras Sergio se dedica exclusivamente a facturar. Aún así, mis números siempre han sido altos, pero si no hubiera sido por María Cristina, probablemente él ya sería mi jefe.

Te insisto, no le dedico mucho tiempo ni espacio a estos pensamientos, pero te mentirían si no me afectan y que de cierta medida me alegré cuando en el matrimonio de la hija de uno de los socios, hizo ése patético espectáculo, pues en esas escenas que regaló se mostró tal cual es.

Es un cosaco, arrasa y pensé que sin haber hecho nada, se estaba haciendo algo de justicia. Y todo esto pasaba mientras mi matrimonio estaba en el precipicio y ya que estamos en la sesión de las confesiones, te reconozco que las desdichas del Ruso, eran mi única fuente de alegría en esos días.

Por eso, cuando Miguel Ángel me habló del coaching y de ti, pensé que esta era mi oportunidad para mostrarme, pues siempre me han criticado que soy invisible. No me lo dicen así, pero me piden me muestre más, que me haga más marketing, que me venda.

Y pensé que iba bien, hasta que empezaste a trabajar con Sergio. Fue una sorpresa que no supe como interpretar y pese a la furia de María Cristina, logré mantenerme neutro e incluso creer que su proceso de coaching iba a ser una digna salida de la empresa. Tuve la esperanza que después de trabajar contigo, iba a renunciar o lo iban a echar.

Pero no fue así y ya hace un par de semanas que siento que se dio vuelta la tortilla y que el repunte de Sergio ha sido mi hundimiento. Contra todo pronóstico él vuelve a brillar y ahora dicen que es el ave fénix de Fantasía S.A.

¿Y eso cómo te afecta a ti?

Vamos Sebastián, no soy tan ingenuo. A ti que te gusta el tenis, esto es como cuando Djokovic subía y subía en el circuito y nadie, ni los mismos organizadores de los Grand Slam, lo reconocían cuando llegaba, pues solo tenían ojos para Federer y Nadal.

Por si fuera poco, tu amigo Miguel Ángel, a quien le encantan los autos de lujo, comparó a Sergio con un BMW chocado y largamente estacionado que, tras llevarlo al taller y hacerle unos ajustes, vuelve a demostrar su eterna categoría. Esto lo dijo en una reunión de directorio. ¿Y sabes con que auto le gusta compararme a mí?

No… no tengo idea…

Con un escarabajo. Dice que soy un modelo tan exitoso, fiel y leal, que me han mantenido por décadas prácticamente igual. En definitiva, por bueno, estable y sólido que sea, soy el auto del pueblo y nunca, haga lo que haga, estaré a la altura de un BMW, espléndida máquina, que aunque choque y atropelle a quien se le cruce en el camino, es una joya para la empresa.

Debo reconocer que en esta oportunidad quedé mudo. La intensidad de la sesión fue muy alta y no supe que contestar. Como en el colegio, la campana me salvó y Hans con una triste sonrisa y un firme apretón de manos se despidió, pues no quería llegar tarde a una reunión.

Lo vi salir de mi consulta y no pude dejar de sorprenderme del enorme poder de las creencias limitantes de mi cliente, creencias, dado su relato, bastante comprensibles, pero aún así, muy ajenas a la realidad. O al menos, a mi mapa de la realidad.

Probablemente Hans había sido infectado por el mind-set de María Cristina, cuyas creencias actuaban como un virus en el aparato mental de mi cliente, pues hasta esa sesión, Hans era puro optimismo.

Es más, si me hubieran obligado a forzar analogías, habría dicho que mi cliente era el Roger Federer de Fantasía S.A. y que Sergio habría sido un equivalente a Marcelo Ríos.

Y si pasamos a la categoría automotriz, para mí Hans era un Mercedes Benz y el Ruso, un Mazda MX-5, ese auto auto que los gringos por allá por los años noventa, llamaban Miata.

Pero esas ya son mis creencias personales, las que por razones obvias, guardé para mis adentros, pues aún me quedaban sesiones con Hans y Sergio, además de las peligrosas reuniones con Miguel Ángel y María Cristina, a quienes no echarán, en mucho tiempo más.

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