“Claramente entramos a la UCI matrimonial”

“Claramente entramos a la UCI matrimonial”

Esta semana volvemos al caso de Felipe, que reconoce que su matrimonio está a un paso de romperse.


Esta semana vuelve Felipe al diván del runner, cliente que tensionó a tal punto su matrimonio, que aceptó -contra todos sus principios- empezar terapia de pareja, pues la Isi, su señora, le aclaró que esta es su última oportunidad, y que del resultado de este proceso depende que sigan juntos o empiecen los trámites del divorcio.

Así, pese a sus constantes quejas contra el descuido físico y la falta de atención de su señora, se asusta frente al ultimátum, pues tal como señala Luciano Lutereau en Adiós al Matrimonio, muchos hombres aceptan estar juntos por dependencia, por temor a la soledad y porque estar casados les permite dejar atrás la incómoda identificación de ser hijo… y adquirir una etiqueta más adulta, madura y amorosa; pololo, novio, pareja... y por qué no… marido.

Escuchemos a Lutereau:

“Quienes buscan el amor desesperadamente lo hacen porque necesitan huir de sus lazos endogámicos familiares; es decir, porque no resolvieron aún la relación con la familia en términos infantiles: necesitan la pareja para no sentirse niños. ¿Cuál es la consecuencia? Qué sus relaciones amorosas adquieren un carácter infantil desplazado. Estas relaciones suelen ser de enorme conflictividad o bien de suma dependencia”.

“Claramente entramos a la UCI matrimonial”

Y en terapia de pareja -me cuenta Felipe- la Isi hizo sus descargos. Está cansada de que su marido sea su cuarto hijo. El episodio de Tokio fue la gota que rebalsó el vaso, pues pese a suplicarle que no fuera a correr una maratón -justo al inicio del año escolar- Felipe tomó el avión, corrió como nunca, se emborrachó y colapsó frente a su jefe y tuvo que ser hospitalizado. ¿Adivinan quien lo rescató y se lo llevó de vuelta a Santiago?

Vamos con Felipe.

Hola Seba. Sorry que no viniera la semana pasada, pero empecé la terapia de pareja y quedé hecho bolsa. No me dio para venir el jueves, pero la misma señora, después de contarle de nuestras conversaciones, me recomendó que siguiera viniendo contigo.

¿Qué señora?

La psicóloga… ¿o doctora? Ya no recuerdo, pero insistió en que era bueno que siguiera viéndote y que la Isi empezara su propia terapia, pues claramente entramos a la UCI matrimonial (silencio, sonrisa). La doctora era seca y por primera vez en muchos años pudimos hablar bien. Fue increíble conversar sin tanta rabia y fue por ello que nada más terminar la sesión, le dije a la Isi que podríamos llevarnos a esta señora para la casa y siempre conversar así… Era una talla, pero no habíamos llegado ni al estacionamiento de la consulta y la Isi explotó.

¿Por qué?

Se cabreó con esto de que nos trajéramos a la señora, pues según ella así soluciono todas las cosas.

¿Así como?

Como un niño que cree que los problemas se solucionan comprando cosas y contratando gente. Y de ahí se fue a la misma cantinela de siempre, de que no puedo estar con los niños sin la nana, que siempre tuvo que contratar enfermeras cuando nacían las guaguas porque nunca me levantaba y que ahora, en vez de resolver las cosas como adulto, quería llevarme a la psicóloga para que ella haga la pega… y yo no…

¿Te hace sentido lo que dice tu señora?

Fue una talla weona, lo reconozco, y también sé que hay algo de verdad detrás de ella y de todas las cosas que me sacó en cara. Es cierto, me da paja quedarme con los niños y si lo hago exijo que esté la nana. Weon, trabajo toda la semana y me dan paja las peleas, los gritos y los llantos de cabro chico. Lo admito, suena mal y en gran parte correr e ir al gimnasio me ayuda a salir de la casa en las horas infernales de la mañana y la tarde, cosa que también me sacó en cara. Ojo que tú tampoco te libraste, pues la Isi me dijo que había contratado a un coach para tener a alguien que me escuchara y no me cuestionara… Lo que también puede ser…pero en lo de las enfermeras exagera… pues ella era la más feliz cuando llegaban y podía dormir.

Y después de esa sesión… ¿cómo han seguido las cosas?

Maoma. Marzo no estuvo fácil y entre la Isi y la pega me han tenido en las cuerdas, pues con mi jefe también tengo que hacer puntos después del numerito que me mandé en Tokio. ¿Te conté verdad? Ah sí… verdad que alcancé a contarte el pastelazo que me mandé allá con él…

¿Pasó algo más con tu jefe?

No hemos hablado de lo que pasó después de la carrera… bueno… ni de la carrera tampoco… pero el otro día le dije que este mes hay un triatlón en Lima al que van varios amigos y le pregunté si quería ir… Me miró sorprendido y le prometí que no me iba a tomar ningún pisco sour después de competir y me pegó la Tiger look…

¿Cuál es esa?

La mirada asesina de Tiger Woods, esa que te deja claro que no tienes ninguna opción de ganar. No estaba aún pa’l webeo, pero yo cacho que se le va a pasar, pues tengo todos los números azules y el boliche ordenado (silencio y sonrisa amarga). Lamentablemente con la Isi las cosas son más difíciles y los números no bastan.

¿Cómo es eso?

Mira, cuando tu viejo es Gerente General, es Gerente General en todos lados y cuando era chico lo peor que te podía pasar es que te mandaran a su escritorio, pues mi viejo tenía un escritorio en la casa que era la réplica exacta del de la oficina. Mi vieja me mandaba a hablar con él cuando la cagada había sido tan grande que ya nadie se sentía capaz de manejar el pastelazo. Aun así, sabiendo todo esto, tenías que llegar con tu kuchen donde tu viejo, quien te trataba con la misma dureza que a cualquiera de sus gerentes (silencio). ¿Y qué se aprende de esa webada? Que mientras los números sean azules, todo es perdonable. Y esta webada no la descubrí yo, sino que la Isi me la hizo ver cuando pololeábamos, pues le tenía pánico al escritorio de mi viejo. Weon, era implacable y salías hecho puré si los números lo decepcionaban.

¿Y cómo andan tus números en casa?

Pese a todo, siempre han estado la raja, incluso cuando me quedé sin pega, pues tenía mis ahorros e inversiones. Y yo juraba que con eso bastaba, pero cuando empezamos a traer guaguas al mundo caché que no era suficiente y me hice el weon. Con nana, enfermera y la casa llena de amigos, la vida era más sobrellevable. Y funcionamos así hasta que nació mi tercer hijo. Ahí mi sistema colapsó y la Isi perdió la paciencia. Estaba superada y todo el rato me decía que de todas las guaguas yo era la peor, que no ayudaba en nada en la casa, que todo lo hacía más difícil y que necesitaba más atención que los niños. Y no me quiero defender ni hacer el buenito. Admito que todo puede ser cierto, pero yo también estaba chato de ella y resignado a que me había quedado sin señora.

¿Cómo es eso?

A la Isi la conocí en el colegio, empezamos a pololear saliendo de cuarto medio y entramos juntos a comercial. Ella fue mi amiga, mi partner, mi compañera y todos saben que sin ella lo más probable es que me habría dado muchas más vueltas en la vida y de que no estaría donde estoy. Fue así, pero con la llegada de los niños era cada vez más evidente que habíamos perdido lo que teníamos. Según ella que ahí empecé a portarme como el hoyo para llamar la atención. Puede ser, como también puede ser eso que me dijo en la terapia de pareja, de que ahora es como mi vieja, lo que explicaría muchas cosas…

¿Qué cosas?

Yo a mi vieja de chico la adoraba, pero era difícil captar su atención. Entre mis hermanos y mi papá… y bueno.. y sus hermanas y sus amigas… y su intensa vida social… había que pedir hora para que te pescara, lo que tiene un lado triste, pero también te daba mucha libertad. El problema era cuando me pillaban y tenía que ir a ver al Gerente General… pero salvo eso… yo me mandaba solo. Y creí que casándome con la Isi me estaba casando con una mujer totalmente distinta, pues mi vieja no fue a la universidad y nunca la validé en nada académico o profesional. Con la Isi era todo lo contrario, pero ahora ya voy cachando que le perdí el respeto cuando dejó de trabajar y se quedó solo de mamá… (largo silencio). Pero siendo super honesto esto no es lo que más me aproblema… pues lo que me caga todas las noches es que ya no me calienta nada… ¿tiene arreglo esta webada?

¿Me preguntas a mí?

Puta, es que veo a la Isi y veo a una señora de más de cuatro décadas… y después voy al gimnasio o salgo a trotar y me vuelvo loco… todas me parecen más ricas… pero ahora que estoy tan terapeado me pregunto si a sus parejas les pasará lo mismo que a mí. ¿Ellos también las verán con lata? ¿También las tratan como si fueran sus mamás? ¿Se calentarán con todas las demás?

¿Qué crees tú?

No lo sé… todo esto es nuevo para mí. Lo que sí sé es que soy práctico y después del cagaso de Tokio y de lo mal que me he sentido desde entonces, tengo claro que no me separo sin pelearla, pues no creo que con ninguna otra mina la cosa sea mejor. ¿Quién me va a querer y aguantar como la Isi?

¿Y la Isi?

Me odia, me encuentra lo peor, pero ya cachai como es. Se le va a pasar, después de un rato me va a perdonar, pues ya caché que no puedo seguir mandándome más pastelitos. De partida no voy a ir a la carrera en Lima y pensando en todo esto del papá y la mamá que vimos en la terapia de pareja, tendré que aceptar el cargo de Gerente General en mi casa y volverme un viejo latero o un viejo fresco, pues no estoy dispuesto a quedarme sin pan ni pedazo…

Alexandra Kohan en Y sin embargo el amor, se pregunta si “hay maneras de abordar las cuestiones del amor sin rodeos, sin vacilaciones, sin idas y vueltas, sin atascamientos”. Es una pregunta retórica y para ilustrarla cuenta la historia del famoso doctor Josef Breuer (1842-1925) y la célebre Anna O. Historia donde una paciente se enamora de su doctor… y de un doctor que, frente al amor transferencial de su paciente, “salió corriendo, se escapó hacia el refugio burgués por excelencia: el matrimonio con un viaje conyugal de urgencia, tras el cual, al poco tiempo, tuvo una nueva hija”.

Esta anécdota, más común de lo que uno pensara o quisiera, podría explicar, en parte, el retorno de Felipe al matrimonio. Y es que hasta Tokio, este niño mal portado, era totalmente inconsciente de que su señora iba en serio. Ahora, por primera vez, se da cuenta que puede perderlo todo. Y recula.

Sí, el físico de la Isi le sigue molestando… le preocupa que no se cuide, le da rabia que no lo pesque… que sea tan mamá -de los otros- y que a él le preste tan poca atención. Sí, está descontento con su matrimonio, pero no quiere quedarse solo ni volver a ser hijo… por lo que se pregunta si ya será el momento de asumir la vacante de gerente general de esta empresa familiar que navega sin rumbo.

Continuará…

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