Mónica Palma: "Cuando eres madre vuelves a sentir el dolor de que ella ya no está"

FOTO: JUAN FARIAS

¿Qué pasa cuando una mujer ejerce o se pregunta en serio por la maternidad y no está viva su madre para contenerla, ayudarla, servirle como espejo donde reflejarse? ¿Cómo se lidia con esa ausencia profunda? ¿Se supera alguna vez? Cuatro testimonios dan una respuesta.


Yo tenía 20 años y ella 52. Murió de cáncer al colon con metástasis al hígado. La enfermedad fue de dos años y ella, mi madre, nunca aceptó que iba a partir. Era doloroso ver cómo se aferraba a la vida.

Soy la tercera de cuatro hermanas y tuvimos la suerte de tener una supermamá. Muy cercana, de mucha confianza, muy llenadora de espacios. Éramos todas sumamente dependientes de ella. Por eso su muerte fue tan desgarradora.

Mi mamá murió en julio de 1987. Yo me casé dos meses después. Mi primer hijo nació cuando todavía no se cumplían dos años de la muerte de ella. Yo tenía una guagua y no tenía idea qué debía hacer. Estaba acostumbrada a mi mamá siempre aconsejándonos… Yo era la primera de las hermanas en tener un hijo y me había ido a otra ciudad. Me acuerdo de los miedos, de las preguntas.

Mis hermanas fueron un gran apoyo. La Maca, la más chica, tomó el rol de unificar a la familia, de recibirnos siempre a todas. Yo la llamaba sin saber qué hacer con la guagua, y ella le preguntaba a un pediatra y me contaba.

Yo no he vivido mi vida mirando lo que no tuve. Esto sucedió así, y mi vida era sin mamá. No lo viví como un drama, pero la extrañaba: el hito de ser mamá te vuelve a hacer sentir el dolor de que ella ya no está.

Es una nostalgia de querer que ella hubiese estado. Porque vives su muerte sintiendo un poco un abandono. Lo cual puede ser injusto, porque ella no quería morirse. Ella era una mujer de grandes batallas y ésta no pudo ganarla. Esa pena siempre la voy a tener.

Cuando uno pierde a su madre en forma prematura, anticipada o a destiempo, tiendes a idealizarla y eso te pasa la cuenta porque tú tratas de ser también una mamá perfecta. Aunque en realidad no existen. Pero te comparas: muchas veces te preguntas cómo lo habría hecho ella, cómo sorteaba las dificultades, cómo siempre tenía esa sonrisa maravillosa, esa alegría para vivir. ¿Cómo voy a poder yo?, ¿cómo pudo ella?

También marca un hito el momento en que mis hijos pasan la edad que yo tenía cuando mi mamá murió. Cuando mi hijo mayor cumplió 20, me dije: "Yo no tengo referente desde ahora, no sé cómo habría sido mi mamá de aquí en adelante". No tenía desde entonces un modelo de mamá. Pero al menos puedo imaginar muchas cosas que ella hoy habría pensado.

Mi mamá fue una madre fuerte. En esa época trabajaba, usaba pantalones, tenía el pelo corto, hacía clases en la universidad. Fue muy marcadora. Después, con el tiempo, uno se da cuenta que tenía defectos y virtudes, que se cansaba, que a veces no tenía fuerzas, que lloraba. Y no tiene nada de malo. Es más real, lejos de esa ilusión de Juana de Arco que muere como heroína.

Me hubiera encantado que mis hijos la hubieran conocido. Les hemos mostrado fotos y les hemos hablado mucho de la abuelita Eloisa, de lo potente que era, de cómo todas nos reflejamos en ella.

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Macarena Palma, Eloisa Pizarro y Mónica Palma[/caption]

Entre nosotras las hermanas se produce una sensación de ser mamás unas de otras: somos cuatro mujeres que perdieron a su mamá temprano y buscan rescatarse entre ellas. Hay mucho cariño, mucha dependencia entre nosotras, un poco como la que teníamos con mi mamá. También hay una suerte de cuidar la imagen de la mamá a través de nosotras. Somos muy unidas todas, estamos cerca y queremos estar así siempre. Ha habido un exceso de amor. Mi mamá dejó hecho el trabajo de dejarnos pegoteadas.

Quizás hay cierto rol de abuelas de mis hermanas con mis niños, y yo con los de ellas. Amo profundamente a mis sobrinos. Es una sensación de cumplir un rol, de ser una segunda mamá. Mi hermana más chica es la más abuela de las cuatro, no sé por qué… quizás porque ella recibió a todos los sobrinos antes de ser mamá.

A mi mamá le hablo directamente. A veces me he enojado con ella, le he dicho: "Por favor, escúchame y ayúdame". Yo sé que ella siempre está. A veces la veo en gestos de mi hija o en alguno de mis sobrinos. Veo actitudes suyas en mis hermanas; y también las descubro en mí misma.

Mónica Palma es diseñadora.

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