La batalla del Roble: cuando Carrera se tiró a un río y O’Higgins salvó un desastre

El 17 de octubre de 1813, las fuerzas patriotas acantonadas cerca del río Itata fueron sorprendidas por los realistas. Con el objetivo de reunirse con el resto del Ejército, el general José Miguel Carrera huyó a través del Itata. En ese momento, emergió la figura de O'Higgins para conducir la batalla al triunfo nacional. Todo con un grito que se volvió legendario.


La confusión era mayúscula. Cuando las primeras luces del alba rompían la noche cerrada sobre el Ñuble, las tropas patriotas acantonadas a un costado del río Itata se vieron sorprendidas por un furioso ataque realista. Corría el 17 de octubre de 1813, y ya se habían desarrollado los primeros combates de la lucha por la independencia de Chile.

Al mando del Ejército patriota se encontraba el joven general José Miguel Carrera, entonces de 28 años. Su idea era la de tomar la ciudad de Chillán, a la cual había mantenido sitiada entre el 27 de julio y 10 de agosto de 1813. El sitio fue un rotundo fracaso, dadas las precarias condiciones y la falta de pertrechos. Así que debió emprender la retirada y reorganizarse para volver a intentar caer sobre la ciudad.

José Miguel Carrera, retrato de Francisco Mandiola

Carrera dividió su ejército en dos partes, dejando la Segunda División al mando de su hermano, Juan José. Este se ubicó dos kilómetros más arriba de la confluencia del río Itata con el río Ñuble. La Primera División la tomó el mismo José Miguel y con 800 hombres a su cargo se dirigió al lugar llamado El Roble, cerca de donde se había ubicado la Segunda División, pero ambas estaban en orillas diferentes del Itata.

Fue en ese momento en que el comandante realista Juan Francisco Sánchez, decidió atacar de sorpresa a Carrera. Ello desató la confusión de los patriotas. “Prodújose en el primer momento una confusión indescriptible. Rompíase el fuego por todos lados a la vez...los caballos sueltos en el campo corrían por todas direcciones y los soldados chilenos despertados súbitamente por aquel bullicio y viéndose atacados con tanta resolución no acertaban a darse cuenta de lo que pasaba, se sentían vacilar y buscaban por dónde escapar al ataque repentino que comenzaba a envolverlos”, relata Diego Barros Arana en su Historia General de Chile.

De hecho, el mismo Carrera debió huir ante el peligro de ser capturado por los españoles. En su escape, decidió atravesar el río Itata para reunirse con su hermano, Juan José, para avisarle de lo que estaba ocurriendo. Luego lo recordaría en su Diario. “Veía el terrible fuego con que se defendían los valientes de nuestra división, a pesar de la completa sorpresa; pero veía también con dolor que no podía unirme a ellos porque el enemigo tenía el paso y yo no era capaz de abrirlo. Me tenía cercado y no había otra fuga que atravesar el [río] Itata; pero, ¿cómo hacerlo cuando de la banda del norte tenía el enemigo dos cañones y mucha gente?”.

Jose Miguel Carrera pintura

Me decidí a ahogarme en las corrientes de aquel caudaloso río, o a escapar por el otro lado si podía. Me entré en el río y el enemigo me hacía fuego desde la orilla sin atreverse a perseguirme; no fui visto de los del otro lado, porque me cubría la vuelta de la barranca y el humo de sus fuegos. A nado pa­sé al norte y me fui por la orilla del río abajo, al paso del caballo, porque, con haberse mojado las heridas, se imposibilitó. A las cuatro cuadras repasé el río y me incorporé a la segunda división que estaba en Bulluquín”.

Sin Carrera, la fuerza patriota no tenía un mando claro y la confusión amenzaba. “El desorden general, en que no se veía un jefe que organizase la defensa, no dejaba esperar más un desastre completo e inevitable”, dice Barros. Pero ahí apareció alguien.

Por entonces, Bernardo O’Higgins Riquelme, de 35 años, ostentaba el grado de coronel. A grito pelado comenzó a reunir a la fuerza que pudo. Consiguió 200 hombres, a los que ordenó proteger la artillería. Acto seguido, dirigió la resistencia frente a los españoles que se les venían encima.

Corría una hora de batalla cuando un soldado murió al lado de O’Higgins. Este, se embraveció, tomó el fusil del caído y lanzó su grito: “¡O vivir con honor o morir con gloria; el que sea valiente que me siga!”. Eso de inmediato inyectó de ánimo a los soldados, que se lanzaron contra los españoles al grito de “¡Viva la patria!”. “Calando bayoneta lo pone (al enemigo) en dispersión en pocos minutos”, señala Barros.

Lo que parecía un desastre seguro, gracias al chillanejo no solo se había salvado, también se convirtió en una victoria notable. De hecho, Barros Arana señala que los patriotas solo tuvieron 30 muertos, una buena cifra en comparación con los 80 del bando realista.

El Roble fue la primera gran victoria del bando patriota en la guerra de la independencia, y alzó la figura -hasta entonces desconocida- de Bernardo O’Higgins. “Ese combate, que llenó de júbilo y orgullo a los soldados chilenos, y que colocó a O’Higgins en el más alto rango de prestigio del Ejército, produjo una gran consternación entre los enemigos”.

Por otro lado, cundía el descontento por la gestión de Carrera al mando del Ejército. Con él a cargo, no se había conseguido gran cosa, y fue seriamente cuestionado por huir arrojándose al Itata. Por eso, la Junta de Gobierno decidió sacarlo del puesto, y el 27 de noviembre de 1813 le entregó el mando del ejército a O’Higgins. Este solo lo asumió tres meses después, porque no estaba convencido de tomar la tarea. Luego, tras las diferencias generadas con Carrera, y la batalla de Tres Acequias, Carrera volvió a ser el comandante en jefe.

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