Un vibrante Fito Páez encanta al Festival de Viña con un repertorio cargado de hits

Fito Páez. Foto: Dedvi Missene/La Tercera

El fundamental músico argentino abrió la cuarta noche del Festival con un repertorio que incluyo guiños al álbum El amor después del amor. Pero también pasaron otros hits de su dilatada carrera. Acompañado de una banda de alto nivel, el rosarino presentó un show contundente, de ritmo trepidante y con un set bien escogido que mantuvo al público en alto. De lo mejor del Festival, hasta ahora.


A tono con el rumbo sorpresivo que ha mostrado desde su regreso, la cuarta noche del Festival de Viña ofrecía una peculiar mezcla en su cartel. De un lado, una leyenda, el argentino Fito Páez. Un nombre histórico, de esos que contribuyen con el ineludible peso de la trayectoria y los hits para la parrilla del Festival. Del otro, el español Rels B, un artista de música urbana, confirmado hace pocos días, y que se suma a los números que apuntan a un segmento particular de auditores más jóvenes.

Por ello es que la mezcla de público que llegó hasta la Quinta Vergara el miércoles era especial. Si el martes la audiencia era marcada por los adultos y la fuerte presencia de las mujeres que esperaban a Alejandro Fernández, esta vez, el respetable era más diverso. Adultos, en porcentaje más equilibrado entre hombres y mujeres, probablemente más cercanos a la audiencia de Fito Páez. Y asimismo, una respetable presencia de público joven, acicateado por la presencia de Rels B. Este último, eso sí, fue de los más vitoreados desde las galerías al anunciarlo en la previa.

Fito Páez. Foto: Dedvi Missene/La Tercera

Pero el entusiasmo no basta. A cinco minutos del inicio de la transmisión televisiva eran notorios los baches de público en las plateas. La excepción era la galería, pero igualmente no se apreciaba público en las escaleras laterales como sucedió en los días anteriores. Aunque por lo general, en Viña el público tiende a llegar encima de la hora y con el paso de los minutos, la asistencia fue creciendo.

A quince minutos de las diez de la noche arrancó el programa. Los animadores, Martín Cárcamo y María Luisa Godoy, saludaron al público y las autoridades; sonoros aplausos para la alcaldesa Macarena Ripamonti, fuertes pifias para el director ejecutivo de Canal 13, Max Luksic.

Pero llegaba el turno de la música. A las 22.01, con el característico beat introductorio de la energética El amor después del amor, arrancaba el show de Fito Páez, quien entró al escenario teléfono móvil en mano. El hito marca el tono celebratorio que marca la gira de homenaje a aquel indispensable álbum del cancionero Latinoamericano, que lo tuvo hace algún tiempo en Chile.

Fito Páez. Foto: Dedvi Missene/La Tercera

En su quinta visita al Festival (estuvo en 2002, 2004, 2007 y 2014), el rosarino entiende los códigos no escritos de la Quinta Vergara. Por eso preparó un set concentrado en los hits, aunque con varios guiños al disco en cuestión. Así, le siguieron cortes como Dos días en la vida, La rueda mágica, Tumbas de la gloria, Un vestido y un amor, la siempre romántica 11 y 6, coreada por la Quinta Vergara, entre otros. Pasaron otros como la beatlesca Al lado del camino, dando cuenta del amplio y rico repertorio del artista trasandino, un talentoso que maneja la compleja artesanía de la canción pop.

Acompañado por una eficiente y afiatada banda de ocho músicos, el rosarino desplegó un show sólido, dinámico, bien construido a partir de varios momentos. Oficio y técnica en pos de un show que no decae en ningún momento. Incluso permite lucirse a la cantante que lo apoya en las canciones en a que él, un hombre de 59, ya le resulta más difícil llegar hasta las notas altas.

Iluminado solo con los móviles de la gente, un momento emotivo fue la interpretación de Brillante sobre el mic. Le siguieron temas como la siempre animada Circo Beat, seguida con total entusiasmo por la audiencia, entregada total al carisma y el ritmo que el argentino le imprimió al show, hasta ahora, uno de los mejores de lo que va de Festival. Las encendidas Ciudad de pobres corazones y la rollinguera A rodar mi vida marcaron el tramo final de una presentación sólida y contundente que se inscribe entre las mejores de lo que va del Festival, marcando contraste con números de mucho menor calado que se han visto hasta ahora.

Y el premio no se hizo esperar. Como nunca, la Gaviota de Plata se sintió merecida a costa de un show, que ya se dijo, estuvo a la altura de un artista que destila talento y un afinado sentido musical al servicio del espectáculo.

“Gracias totales, como dijo Gus”, fue la referencia final a Gustavo Cerati, sobre el cierre del show, una manera de agradecer una velada sencillamente redonda. Y que, además, como extra, también tuvo la Gaviota de Oro. Incluso el público hasta pedía de Platino.

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