Damián Szifron, el hombre tras el éxito de Relatos Salvajes, llega con cinta sobre asesino en masa: “Todos tenemos derecho a hacer una película sobre EE.UU.”

En su debut en la industria norteamericana, el director argentino presenta Misántropo, un thriller que gira en torno a la investigación de un tiroteo masivo en Baltimore. En conversación con Culto, detalla su intrincada trastienda y su perspectiva de la violencia a la que se aproxima. “Persiste la mirada que señala a estos tipos como manzanas podridas. Es menos frecuente el razonamiento de que esta clase de ataques es un reflejo de lo que la misma sociedad genera en determinadas personas”, opina.


En los primeros cinco meses de 2022, Estados Unidos registra un saldo devastador: ha habido más de 200 tiroteos masivos en el país, según cifras del Archivo de Violencia Armada. Uno de los últimos sucesos de ese tipo ocurrió en Allen, Texas, donde el sábado pasado un hombre de 33 años abrió fuego en contra de los visitantes a un centro comercial, terminando con ocho víctimas fatales y siete heridos.

Damián Szifron (Buenos Aires, 1975) comenzó a pensar en la idea central de Misántropo en 2010, en un instante en que las cifras de asesinatos en masa eran más bajas que en la actualidad (desde 2020, no han disminuido de 610 los casos por año en EE.UU.) y cuando no tenía total claridad de dónde estaría situada la trama.

En el momento en que la empecé a escribir era casi un rasgo de originalidad de la película”, recuerda el cineasta sobre el nacimiento del proyecto que se transformaría en su debut en la industria norteamericana. “Estaba sintonizando con el nivel de tensión, de opresión que se vive a nivel social. Se ve que de alguna forma intuí que esto era realista y lógico en estos tiempos, pero no era algo que pasara todos los días”, añade en conversación con Culto.

El director y guionista argentino dejó que el concepto reposara. Entremedio estrenó Relatos salvajes (2014), su colección de seis historias con personajes al borde del estallido emocional, con la que estuvo nominado a los Oscar y su nombre atrajo las miradas de todo el mundo. También trabajó en una (cancelada) nueva versión de El hombre nuclear, incursionó en la ópera en Berlín y avanzó en la creación de un filme basado en su serie Los Simuladores.

Y finalmente regresó a su idea, convencido de que el guión se podía convertir en un híbrido de thriller y drama institucional. Misántropo –ya en la cartelera de los cines chilenos– arranca en vísperas del Año Nuevo en Baltimore, donde sus habitantes se reúnen a celebrar con la nieve y los fuegos artifíciales como telón de fondo. Poco a poco, mientras la fiesta aumenta sus decibeles, se van acumulando las víctimas fatales, producto de la embestida de un atacante anónimo.

La escena es de festejo y de horror al mismo tiempo. El mismo plano tiene gente bailando y gente muriendo. Ese nivel de confusión, de caos, de hostilidad y de agresividad, fue lo primero que se me ocurrió, y así quedó”, indica Szifron.

El asesinato de una treintena de personas gatilla la aparición de Eleanor Falco (Shailene Woodley), una policía que acude al lugar de los hechos, y de Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn), el agente del FBI al que se le asigna el caso. Junto a otro investigador, Mackenzie (Jovan Adepo), deben abrirse paso en medio de las preguntas alrededor del móvil del homicida y las discrepancias con la institución a la que pertenecen.

El director hizo algunas concesiones –movió la historia de Orlando a Atlanta y luego a Baltimore, aunque se rodó en Canadá, y cambió la festividad del 4 de julio por Año Nuevo–, pero terminó realizando el largometraje que quería. “Las dos ciudades que en Montreal se podían hacer bien eran Filadelfia y Baltimore. De esas dos, elegí Baltimore. Me pareció una ciudad más pequeña, más anónima. Y Año Nuevo me pareció incluso más universal”, cuenta.

“No diría que es una película sobre Estados Unidos, pero obviamente hay una mirada crítica hacia esa sociedad que al mismo tiempo influye de forma permanente y desde hace muchos años el planeta entero”, señala. “Todos de alguna forma tenemos derecho a hacer una película sobre Estados Unidos, porque Estados Unidos está en el mundo”.

Szifron afirma que años atrás su guión capturó el interés de los gigantes de la industria norteamericana. Sin embargo, tras el recrudecimiento de la ola de violencia armada, se tornó imposible financiarla bajo el sistema de estudios de Hollywood.

“Se empezó a volver la oveja negra. (El desafío) era cómo hacer una película de género, un policial, con una temática tan dolorosa, tan urticante, tan actual, y que a ellos les cuesta procesar”. A la larga, se alió con la compañía independiente FilmNation Entertainment (Gloria Bell, Por eso lo llaman amor), pero paradójicamente Estados Unidos fue uno de los últimos países del mundo en donde el filme consiguió distribución.

Aunque subraya que no piensa tener la solución, está convencido de que el mal que estudia su nueva ficción cuenta con múltiples y profundas capas. “Persiste, increíblemente, una mirada que señala a estos tipos como locos, como manzanas podridas, como gente que entró en una especie de trance, que se ha convertido en una plaga o en un virus. Y es menos frecuente el razonamiento de que esta clase de ataques es un reflejo de lo que la misma sociedad genera en determinadas personas; una sociedad tan extremadamente competitiva, exitista. Es muy vergonzante para alguien que le va mal. Es casi humillante, porque se demanda triunfo, éxito, likes, delgadez, belleza, dinero. Entonces, no es tan de extrañar que en ese tipo de mundo empiecen a surgir expresiones tan violentas”.

En primera instancia, hace 12 años, Szifron imaginó al victimario como “una especie de volcán erupción, una persona que había reprimido negatividad, presión, durante muchísimo tiempo, y que, al estallar, nadie lo podría parar”.

Acorde con esa perspectiva, la cinta desliza una reflexión incómoda. “Es una película que sobre el tramo final muestra, no diría simpatía, pero sí empatía con un homicida brutal”, sostiene. “Mientras la estaba escribiendo, no surgió la misma empatía con los jefes de Lammark (Ben Mendelsohn) y de Falco (Shailene Woodley). Toda esa gente que, en teoría, debe velar por el bien común y proteger al ciudadano de a pie, en mi observación, es bastante nefasta, es bastante triste, con niveles de egocentrismo y egoísmo descomunales”.

Los Simuladores y las secuelas de Relatos Salvajes

No tendrán que transcurrir otros nueve años entre largometrajes para Damián Szifron. En algún momento de 2024 debutará la película de Los Simuladores, un proyecto oficializado por la plataforma Paramount+ a inicios de 2022. Aunque la idea merodeó al cineasta durante un buen tiempo, el largometraje finalmente marcará el retorno de los personajes de Diego Peretti, Federico D’Elía, Alejandro Fiore y Martín Seefeld, protagonistas de una de las ficciones más reconocidas de la televisión argentina.

Mientras se prepara para iniciar ese rodaje, Damián Szifron tiene otros guiones en desarrollo. Ese manojo de posibilidades incluye dos secuelas para Relatos salvajes. Una es Más relatos, más salvajes, ambientada en Argentina, y la otra lleva por nombre Planeta salvaje, una aproximación internacional al mismo concepto.

La idea es exportar el tono, ese vértigo, ese tipo de conflictos que escalan muy rápido, a todo el mundo, y que cada episodio transcurra en un país distinto, en un idioma diferente, con el fin de retratar los estallidos de violencia a nivel global”, explica. “Y, además, con actores de cada país. Me parece linda esa vuelta de tuerca. Creo que es consecuente con lo que me pasó durante estos nueve años, en que viajé muchísimo”.

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