Yo fui un Jaiva

El grupo cumple 60 años este 15 de agosto y lo festejará con un show ese día en el Movistar Arena y otro el 17 en el mismo lugar. Pero hay una serie de músicos que pasaron por sus filas en capítulos esenciales de su trayectoria y que ayudaron a consolidar su leyenda. Artistas cuya estadía en la agrupación también remeció sus vidas creativas y personales. Aunque se alejaron por diversas circunstancias, hasta hoy declaran con propiedad haber sido integrantes de la banda más grande que haya dado el rock chileno.


*Julio Anderson: “De pronto lloro por Gabriel y el Gato”

Julio Anderson (74) recuerda en detalle los horarios que ordenaban su vida de estudiante de medicina hacia 1970 en Viña del Mar: de ocho de la mañana hasta el mediodía cumplía turno en el hospital Gustavo Fricke; de una de la tarde hasta las seis se encerraba en su casa a estudiar; y a partir de las seis -“sagradamente”, como califica- se iba a una amplia casona de calle Viana a contemplar la labor de otros.

“Ahí iba a ver a Los Jaivas ensayar. Todos los días. Eran conocidos, pero no tan famosos como ahora. Le abrían la puerta a algunos cercanos y amigos. Admiraba cómo Claudio (Parra) tocaba el piano, era increíble, yo le pedía lo que me gustaba y él siempre accedía”, rememora el doctor en torno a la residencia que ocupaban los hermanos Eduardo, Gabriel y Claudio Parra, quienes unidos al cantante y guitarrista Eduardo “Gato” Alquinta y al bajista Mario Mutis ya desplegaban todos sus dotes como quinteto.

Julio Anderson ya como parte del grupo. El primero desde la izquierda. Foto: Gentileza Julio Anderson.

“Hasta que una tarde su mamá los llamó a tomar once y yo me quedé solo en el lugar. Le pedí a Mario que me prestara su bajo. Y ahí me quedé tocando, toda la tarde. Lo hice durante varios días y ellos se dieron cuenta que lo hacía bien”.

En mayo de 1975, la banda ya vivía en Argentina -habían partido tras el Golpe de estado en Chile-, pero decidieron retornar por un tiempo a realizar un par de conciertos. Cuando se iban de vuelta a Buenos Aires, vino el balde de agua fría: Mutis se quedaba en Santiago para tratar una enfermedad que padecía su hijo.

“Entonces, veo un día llegar a Claudio al hospital y pensé que venía por algo médico. Pero me dice: ¿tú te irías con nosotros a Argentina para tocar el bajo? Era una invitación de oro, le dije al tiro que sí. Aunque en el momento me comentó: nos vamos la próxima semana. Fui donde la autoridad del hospital a pedirle un año sin goce de sueldo, pero no me dejaron. ‘Ah, entonces renuncio’, les dije. Y me fui no más. Tocar con Los Jaivas era una oportunidad que se me iba a dar una sola vez en la vida. El otro candidato era Héctor Sepúlveda, de Los Vidrios Quebrados, pero me eligieron a mí. En Argentina me costó adaptarme a la vida en comunidad, a veces era un desastre. Había días en que no teníamos cómo alimentarnos, pero sobrevivimos, hicimos grandes cosas”.

Entre ellas, Anderson -cuyo primer show fue el 25 de Mayo de 1975 en la confitería argentina Facapé- participó del disco El Indio, uno de los más aclamados de la banda, aportando con líneas de bajo espesas y cercanas al rock. Pero su huella duró poco. A fines de esa temporada, el doctor debió dejar la agrupación.

Parte de la gráfica del álbum El Indio. Anderson es el primero desde la izq.

“Fue por un asunto personal. Gabriel Parra estaba casado con Quena Correa, quien tenía varios hijos. Uno de ellos tenía una esposa que se enamoró de mí. Ahí hubo todo un conflicto. Quena dijo: o se va Julio o me voy yo. Fue un chantaje emocional. Pese a que seguí después con esta niña, me tuve que ir de la banda. Firmé una carta en la que declaraba que ya no era más parte de ellos, nunca gané un peso después, sólo enamoramiento musical. Cuando me fui, Eduardo me fue a dejar y me dijo: tú nunca dejarás de ser un Jaiva. Hoy me duele mucho la muerte de Gabriel y del Gato. De pronto lloro por ellos. Ahora estoy postrado en mi cama y no puedo caminar más, pero mi experiencia en Los Jaivas fue tremenda”.

*Carlos “Pájaro” Canzani: “Los siento aún como familia”

Con la partida de Julio Anderson, Los Jaivas nuevamente quedaban arrojados a un acertijo: ¿quién se haría cargo ahora del bajo?

El uruguayo Carlos Canzani (70) era en 1975 un músico de renombre en su país y, por esas casualidades del destino, ese año llegó a sus manos un vinilo de Los Jaivas: quedó flechado con Mira niñita. “La grabé y la empecé a incluir en mis presentaciones”, cuenta desde su actual vida en Francia. Enterado del hecho, Eduardo Parra -a través de unos familiares y de la coreógrafa uruguaya Graciela Figueroa, cercana a Los Jaivas- le envió una carta donde le proponía unirse por un tiempo al grupo chileno.

“Estaba en un show en el teatro de la Alianza Francesa y me llega por escrito esta invitación para que toque con ellos. Aún vivían en Argentina, así que me fui para allá junto a mi pareja. Tocábamos y ensayábamos todo el día, a mí se me ocurrió el riff principal de Mambo de Machaguay”.

“Era todo una vorágine. La idea era que yo estuviera sólo por un rato. Pero una tarde, me citan a una reunión y me proponen hacer una gira por América Latina, integrarme por más tiempo. Eso significaba hacer un pare de mi carrera solista, en la que me estaba yendo muy bien. Pero al otro día desperté y les dije que sí, aceptaba. Yo ya había vivido en comunidad, así que nunca tuve problemas. No era novedoso para mí”.

Canzani dejó su impronta en el álbum Canción del sur (1977) y se mudó junto al grupo a Francia ese mismo año. Ahí fue parte de sus numerosos shows en Europa, pero también experimentó cierto desgaste. “Yo era una máquina de componer, tenía 30 a 40 canciones, pero no podía proponerle todo eso a Los Jaivas. En los tiempos libres también colaboraba con otra gente, pero sentía que eso no era bien visto. A mí me parecía sano. Cuando tocaba con Los Jaivas, siempre me di por entero. En 1979 me voy del grupo y vuelve Mario. Le dejé mi bajo azul y mi equipo Fender, Los Jaivas me dieron un guitarra Gibson y un Marshall”.

Los Jaivas junto a Pájaro Canzani (el primero desde la derecha)

“Pájaro” retornaría varias veces al grupo durante los 80.

“Yo los siento aún como familia, soy padrino de Moisés, el hijo menor del ‘Gato’. Ahora veo shows de Los Jaivas por la web y me dan ganas de ir a producirles un nuevo disco. Me da pena que no escriban nuevas canciones, que no exista un solo sonido nuevo y que hoy sean una banda de covers de Los Jaivas. Pero lo digo en el buen sentido, porque los quiero, por el potencial que tienen, deberían sacar nuevos temas. Aunque es increíble: ¡sesenta años ya cumplieron estos huevones!”.

*Fernando Flores: “¡Yo nunca había tocado el bajo!”

En lo colectivo, 1988 es un año inscrito a fuego en el historial de los viñamarinos: el 15 de abril sufrieron su primera gran tragedia con la muerte del baterista Gabriel Parra en un accidente en Perú. En lo personal, para el músico chileno Fernando Flores (62) también se trata de una temporada marcada con mayúsculas: fue el período en que se convirtió en el bajista oficial de la agrupación.

Pero el instrumentista los conocía de mucho antes. “Yo era amigo de una representante de ellos que me invitó a su show en el Caupolicán el 81. Me los presentó en el camarín y tuve una gran química con Gabriel. Al tiempo después, me invitan a tocar el charango en el grupo. Me debía ir a París, donde seguían viviendo. Así que se lo conté a mis papás, que eran jubilados, y me tuvieron que pasar la plata. Estuve tocando mucho con ellos en París e inicié un romance con la Juanita (Parra), teníamos diez años de diferencia. Había muchos gateos nocturnos, jaja”.

Los Jaivas junto a Fernando Flores (primero desde la izquierda)

“Una noche me llaman a una reunión. Yo juraba que me iban a decir algo por mi relación con Juanita. Pero no: me comentaron que el Pájaro Canzani, que había vuelto a tocar el bajo, dejaba la banda y querían que yo ahora asumiera ese rol. ¡Pero si yo nunca había tocado el bajo! Y me costaba mucho. Con Gabriel y el Gato, que me miraban con una risa maliciosa, fuimos a comprar un bajo. Lo encontraba poco serio, no podía aprenderme todo ese repertorio en un mes y medio. Venía el tour por los 25 años de carrera y la fatídica gira por Chile en la previa a la muerte de Gabriel. No me quedó otra, tuvieron una fe ciega en mí, me pusieron entre la espada y la pared. Me encerré por diez días a sacar todo, me salían ampollas de los dedos, casi ni me afeitaba ni me bañaba”.

“Una noche, para no volverme loco, fui a ver a Willie Colón a un club en París. Cuando terminó la presentación, me voy a a barra y al lado mío se sienta justo el bajista, que además tocaba con La Toya Jackson. Le cuento toda mi historia. Me responde: tenís que echarle huevos, hermano, dale no más con todo. Cuando volví a la casa le di con todo, me sentí bajista, tocar con Los Jaivas era increíble. Estar con Gabriel, que además era mi suegro, era tener un volcán en la espalda, un monstruo”.

Fernando Flores con el conjunto (primero desde la derecha)

Ya preparados, viajaron a Chile para girar durante marzo y abril de 1988. Fue la última vez de Gabriel Parra en el país. “Antes de su muerte, pasaron muchos sucesos premonitorios y paranormales. Antes de venirnos a Chile, Juanita estaba muy nerviosa. Ella se encargaba de las luces en los conciertos y era primera vez que lo haría en Chile. En un momento, de la nada, se desmayó. El 15 de abril estábamos en Iquique y, justo en la hora en que Gabriel moría en Perú, Juanita se volvió a desmayar sin ninguna causa. Era también el día de mi cumpleaños”, describe Flores.

El bajista fue parte clave del disco Hijos de la tierra (1995), aunque se retiró dos años después de la banda. “Fue todo un proceso de mostrar algo nuevo y de preparar a la Juanita también para la batería. Pero tuvimos demasiados conflictos como pareja, así que eso gatilló mi salida. Fue algo personal. También quería hacer otras cosas”.

*Aurora Alquinta: “Fue una tremenda presión tomar el rol de mi padre”

La muerte de Gabriel Parra obligó por primera vez a los músicos a mirar al interior de su propia familia para escoger al sucesor: la elegida fue su hija Juanita. Pero el tiempo los pondría nuevamente bajo la misma prueba.

La muerte de “Gato” Alquinta el 15 de enero de 2003, los llevó a convocar en su puesto de cantante a su hija Aurora (48), nacida en Argentina y fruto de su segundo matrimonio, con Mónica Monsalve.

Una imagen de "Gato" junto a Aurora en su niñez. FOTO: Gentileza Aurora Alquinta.

“Vivíamos todos en comunidad, así que la música estaba ahí, siempre fue parte de mi vida”, cuenta desde Francia, donde reside hace décadas. “Nunca fui a las giras cuando era niña, pero el 98 o 99 fui de vacas a Chile y acompañé a mi papá en unos recitales y fue alucinante, por primera vez me di cuenta del peso de Los Jaivas en el país. Antes para mí eran sólo el papá y los tíos que hacían música”.

“Acepté cantar en Los Jaivas porque tenían toda una gira organizada ese 2003 y sentí que debía ocupar ese espacio, lo hice como una forma de pagar esa deuda con mi papá, además era necesario estar con mis tíos en un momento tan triste, necesitaban que yo estuviera ahí. Mi hijo Emiliano tenía seis meses y estaban todos chochos con él, fue un baño de vida, los revitalizó. Él estuvo en Chile el año pasado, vio a Los Jaivas y se emocionó mucho”.

“No sabría decir qué emociones hubo al ocupar el puesto de mi padre. Estaba con piloto automático. Cantar con ellos era algo fuerte, porque había que podérsela, estaba más preocupada de cumplir con las exigencias que de las emociones. Era una tremenda presión, mi padre cantaba muy bien. Y la única canción que yo elegí para sumar al repertorio fue Canción del sur, porque la tenía en mente cuando nos trajimos su cuerpo desde La Serena en un avión del ejército. Yo por la ventana miraba la cordillera y tenía el tema en mi cabeza. Es muy triste y nostálgico”.

Aurora Alquinta presentada para la gira de 2003 en reemplazo de su padre. Es la tercera desde la derecha. FOTO: Archivo Histórico / Cedoc Copesa

“Mi papá me empezó a hacer cantar desde los 13 años, me llevaba a unos estudios en Francia y me hacía cantar de sorpresa. También me escribió un tema, Alegría de mi amor, que después apareció en Arrebol y que hablaba de mis buenos resultados escolares. Yo le decía ‘¿no hay nada más interesante que contar?’ Estaba orgulloso de mis notas y de lo que decían los apoderados de mí. Ahora tengo hijos y lo entiendo. La escuché mucho y la lloré mucho cuando él murió”.

En agosto de ese 2003, luego de una fecha en Australia, Aurora decidió dejar el grupo. “Mi pareja de la época me puso un ultimátum: o seguía con Los Jaivas y nos separábamos, o paraba con ellos y seguíamos juntos. También se cruzaba con que toda mi vida estaba en Francia, y las giras de Los Jaivas son principalmente en Chile y Latinoamérica. Además, era la música de mi padre, no la mía. Yo quería mi propio camino. Eso era lo suyo, era su alma. Yo no me podía apoderar de algo así. Nunca más canté con Los Jaivas”.

*Ankatu Alquinta: “Ya me reconcilié con mi quiebre de la banda”

Aurora Alquinta no fue la única hija de “Gato” que se sumó a la agrupación tras su deceso. También apareció Ankatu (53), su hijo mayor, parte de su primer matrimonio con Verónica Ross y quien se encargó de las guitarras.

“Pero para mí es fome seguir hablando de Los Jaivas”, califica hoy el músico, advirtiendo que su derrotero fue distinto al de Aurora. Unido a la banda ese mismo 2003, se mantuvo hasta el 12 de diciembre de 2012, cuando en una reunión fue despedido por el resto de los integrantes. La razón: Los Jaivas le exigieron prioridad, pero él desde 1995 tenía su propio proyecto, Huaika, que funcionaba de forma paralela y que se negó a abandonar. Su partida precipitaría una demanda contra los viñamarinos por despido injustificado, aunque aclara que se llegó a un avenimiento y a una resolución de mutuo acuerdo, ya que deseaba dar vuelta la página de una vez.

Ankatu Alquinta jjunto a Mario Mutis

“Estar con ellos fue algo muy importante y alucinante en mi carrera. Pero yo ya tenía una trayectoria previa y para mí Los Jaivas eran sólo un área de la música. Sus fans creen que es la única música del mundo, pero, sin desmerecer para nada su importancia, hay mucho más. Me generó mucho dolor en su momento irme así, pero con los años lo he procesado de forma positiva y ya me reconcilié con ese quiebre. Me he encontrado con Mario y todo bien, me alegra mucho lo que han logrado y el legado que han dejado”.

El abrazo de reencuentro con el mundo Jaiva ha llevado incluso a Alquinta a participar como invitado de Rockasaurios, un grupo tributo a Los Jaivas con el que se presentó el pasado 15 de enero en la playa La Herradura -cuando se cumplieron dos décadas de la muerte de su progenitor-, para luego seguir con otras fechas en el norte. “Es algo puntual, pero yo lo hago por mi padre. Es normal que todo lo que tenga que ver con Los Jaivas convoque, pero mi padre era el centro de su idea musical y filosófica. Se fue Gato y se acabaron las canciones nuevas. Ahí estaba la esencia. Pero para mí es especial seguir tocando su música”.

Al parecer, nuevamente se cumple la máxima de Eduardo Parra lanzada a mediados de los 70 cuando el primero en partir fue Julio Anderson: quien haya pasado por el conjunto, nunca deja de ser un Jaiva.

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