Fue un amigo en común -el fotógrafo Dani Yako- el que presentó a Leila Guerriero con Silvia Labayru, y fue su amigo quién le arrojó la primera pregunta, aquella que actúa como disparador. “¿Leíste esto de mi amiga Silvia?”. Era una nota de Página 12, El secuestro de Silvia Labayru. La llegada a la ESMA y el parto en cautiverio, donde la mujer contaba su testimonio de horror mientras estuvo secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada, uno de los principales centros de detención clandestina de la última dictadura militar argentina.
En la nota, Labayru no solo relataba sus vivencias (que incluyó torturas y el parto de su primera hija en la ESMA, ya que estaba embarazada cuando fue secuestrada) también comentaba que junto a otras mujeres fueron denunciantes en el primer juicio por violencia sexual cometida hacia las prisioneras del recinto por parte de dos exoficiales de la Armada plenamente identificados: Alberto “Gato” González, y el comandante del lugar, Jorge “El Tigre” Acosta.
Guerriero, con su notable olfato para detectar buenas historias, se interesó en Labayru, en su historia, y por ende, en la posibilidad de realizar un acabado perfil de ella. Donde no solo abordara los días en horror en la ESMA, también su vida anterior, como hija de un alto mando de la Fuerza Aérea, y como militante de Montoneros, el grupo guerrillero de extracción peronista; y su vida posterior, exiliada en España, donde sufrió el repudio de otros exiliados, quienes la acusaron de traidora. Esto último se debió a la participación forzada de Labayru en un operativo donde tres Madres de la Plaza de Mayo y 2 monjas francesas terminaron desaparecidas.
Pero en 2008, Labayru -quien alterna su vida entre Argentina y España- recibió el llamado de un hombre, expareja, quien le prestó el oído que le había sido negado. Su vida entonces, fue relatada de manera magistral por Leila Guerriero en su último libro, La llamada, que en Chile está disponible vía Anagrama. Un testimonio pulido, acabado, y que con mucho respeto aborda una historia brutal. El tacto y la capacidad narrativa de Guerriero le dan consistencia a un libro que se plantea un objetivo difícil, pero que termina por conseguirlo de modo tan notable, que no queda sino aplaudir.
La llamada fue trabajado y escrito en plena era de pandemia. Así lo recuerda la misma autora en charla con Culto. “Había una dificultad de base que era que cuando yo entrevisto a una persona para hacer un perfil, además de hacer entrevistas necesito verla vivir y no había muchas cosas para hacer. No se podía ni siquiera salir a tomar un café, no se podía ver a otra gente, era muy complicado porque todavía no habían llegado las vacunas entonces estuvimos mucho tiempo en una situación un poco estática metidas en su casa hablando con las mascarillas puestas. Yo confiaba todo el tiempo que en algún momento sería distinto. Porque la verdad es que si no hubiera confiado en eso, hubiera sido imposible hacer un perfil así”.
“Entonces, lo primero que tuve que tener fue paciencia y confianza en que eso iba a a suceder, que esa posibilidad de salir y hacer cosas iba a suceder un poco más adelante. Al principio las entrevistas que las hice con ella, obviamente las primeras entrevistas no fueron con su entorno, empecé a ver a su entorno mucho más adelante”.
Con cerca de 1.900 páginas solo en entrevistas (a Labayru y a su entorno), Guerriero estuvo durante frenéticos tres meses -diciembre de 2022, enero, febrero y parte de marzo del 2023- dedicada a darle cuerpo al volumen. Un trabajo que comenta, Labayru no vio en ningún momento y del que solo leyó con el resultado final. “Ella me preguntó si podía leer lo que escribiera y yo le dije que no, pero no es que me negué tozudamente. Le di argumentos, le dije que para mí la escritura es un espacio de libertad y que si cada página que yo escribiera tenía que pasar por su lectura, me iba a sentir como a alguien mirando por sobre el hombro mientras yo escribía. Yo no podía escribir así. Y lo entendió perfectamente. Yo entregué el libro en marzo de 2023, le avisé a Silvia y después le avisé de la fecha de publicación. En todos esos meses nosotras seguimos en contacto, semanalmente te diría. Hablamos por teléfono, nos vimos, volvimos a salir a cenar, es una relación muy constante la que tengo con ella el día de hoy. Finalmente, en diciembre del 2023, cuando el libro ya estaba en imprenta, con mucha delicadeza ella me preguntó: ‘Oye, ¿y ahora que el libro ya está en imprenta y no se puede cambiar nada, te parece que lo podría leer?’. Le dije por supuesto que sí”.
- ¿Y qué te dijo?, ¿le gustó el libro?
- Tuvimos una larga conversación y ella fue muy linda y muy generosa. Me dijo que la había conmocionado, que una cosa es contar todo eso a lo largo de los años, y otra cosa es verlo todo junto y escrito por otra persona. Me dijo que le habían conmocionado mucho los testimonios de de todos los demás, porque hay cosas que no se han hablado nunca ni siquiera con los amigos más cercanos. Estaba muy conmocionada, pero que se había sentido sumamente respetada. Me dijo que se sintió reconocida en el libro. “Me sacaste la ficha”, como se dice en Argentina.
- ¿Cómo equilibras la empatía y la objetividad al escribir sobre situaciones difíciles o dolorosas?
- Yo creo que como más o menos siempre trato de manejarlo, no sé si me sale o no me sale, pero no siento que en este libro haya tenido que utilizar algo distinto. Mi posición siempre es prescindente. Siempre busco cierta distancia, o sea, mirar muy profundamente y con sensibilidad, pero escuchar sin estar juzgando todo el tiempo. Tener una escucha atenta, estar atenta a lo que necesita la historia para ser contada. Todas esas cosas que una va aprendiendo con los años de oficio. Me parece que con los años también una empieza a escuchar un poco mejor, ¿no? Hay que saber cuándo hay que quedarse callada y cuándo hay que hacer una pequeña pregunta, que puede abrir una una brecha en el relato del otro. Entonces aquí no se trataba de tener empatía o no tener empatía, sino de sino de escuchar, escuchar, escuchar, escuchar, sin establecer un juicio moral.
Además hay algo muy importante. Yo desde el principio supe que este libro no se iba a poder hacer solo con las conversaciones con Silvia, sino que iba a reunir una enorme cantidad de testimonios y que esos testimonios -en algunos casos- iban a concordar con lo que pensaba Silvia, pero en otros casos se iban a contradecir, porque es un libro también que trabaja con el tema de la memoria, con qué recordamos, cómo recordamos. Entonces, a pesar de que el tema es duro, creo que utilicé las herramientas que utilizo siempre para hacer un reporteo.
- ¿Crees que falta por indagar en las historias de las mujeres que pasaron por la guerrilla?
- Me parece que hay otra predisposición a escuchar, porque hubo periodistas que han escrito sobre el tema. Por ejemplo el libro de Olga Wornat y Miriam Lewin, que se llama Putas y guerrilleras. Es un libro que está plagado de testimonios de mujeres que estuvieron en la guerrilla y que cuentan las vejaciones que sufrieron, cuentan de las violaciones. Pero incluso en los juicios de lesa humanidad hubo mujeres que se refirieron a las violaciones, abiertamente o solapadamente. La misma Silvia Labayru dijo que las mujeres habían sido botín de guerra. ¿Qué entendés cuando escuchas eso? Si no querés escuchar, si no querés indagar, es porque realmente no querés escuchar y no querés indagar, pero está dicho. Entonces, me parece que hay testimonios, hay libros, hay historias sobre esto, pero bueno a lo mejor no hubo una escucha atenta de todo eso que pasaba con los sobrevivientes en general. El caso de las mujeres tiene tiene especificidades brutales por el género mismo.
- Un aspecto que se toca en el libro es de la acusación de colaboracionista que recayó sobre Silvia Labayru, y sobre otras militantes guerrilleras presas en la ESMA; como Cuqui Carazo. ¿Consideras que aún hoy ese tema es algo tabú?
- Por un lado, ese tema sí está solapado, es subterráneo, pero yo no puedo hablar el nombre de todas las exmontoneras, porque mi tema no son los montoneros, mi tema es Silvia Labayru. Entonces, primero no puedo decir que todos hayan actuado de la misma manera con los sobrevivientes. Parece ser que esto del repudio fue una conducta más bien generalizada. Pero en todo caso Montoneros como organización es un tema que ha sido muy bien tratado por otros periodistas. Yo investigué el tema Silvia Labayru, entonces puedo hablar solo en el caso de ella, y creo que en el caso de ella el estigma que la persiguió fue muy terrible. Precisamente fue un estigma que le impidió tener la carrera universitaria que quería tener, ejercer la profesión que quería ejercer, y en un momento tomó la decisión de salir del círculo de exiliados argentinos y decir yo me voy a casar con un español, voy a tener otro hijo en condiciones normales. Como que se impuso dejar atrás ese círculo que la estigmatizaba.
- ¿Consideras que este libro es necesario en momentos en que el gobierno de Javier Milei habla de que lo ocurrido con las violaciones a los DDHH fue “guerra” y no reconoce la cifra de 30 mil desaparecidos?
- Mirá, el hecho que el libro salga ahora es casi una cuestión de tiempos editoriales. No hubo un cálculo en eso. Como te dije, yo lo entregué en marzo de 2023 y el libro termina saliendo ahora porque la editorial tenía el calendario cerrado. La otra fecha posible era noviembre de 2023, pero es un mes muy raro para un libro como este. Cuando empezamos a conversar con Silvia, hasta el final de nuestras conversaciones para escribir el libro, Milei y Villarruel no eran ni siquiera una posibilidad, ellos fueron una posibilidad a partir de agosto de 2023, cuando el libro estaba cerrado hacía meses. No estaban ni siquiera en el horizonte. He escuchado esto de que es un libro necesario, en un momento en el que se está planteando un regreso a esta idea de la teoría de los dos demonios y que no fue terrorismo de estado, sino que fue una guerra. De pronto yo soy bastante escéptica acerca de lo que puede hacer un libro, pobrecito libro. Pero bueno, sí se puede echar luz sobre esto. Por ahí algún grupo de lectores de nuevas generaciones puede tener una visión distinta sobre toda esta situación a partir de la historia de Silvia Labayru.
Y por otro lado, en relación al momento en el que sale, bueno, si estamos pensando en que los consensos que habíamos logrado están poniéndose en tela de juicio, nada menos que desde el Poder Ejecutivo, me parece que no está nada mal que un libro recuerde las bestialidades y las barbaridades que hicieron los militares en nombre de -supuestamente- salvar al país de un destino fatal, y también que quede claro que gente como el Tigre Acosta o Alberto González eran delincuentes comunes. ¿En nombre de qué bien a la patria vos mandás a violar reiteradamente a una persona?, ¿en nombre de qué bien mantenés a un bebé -como la hija de Silvia- como una especie de rehén bajo amenaza para tener a su madre secuestrada como una esclava y obligarla a hacer todo tipo de barbaridades? Entonces, más allá de mi escepticismo, un libro puede generar una conversación, supongo.