Era una vieja mansión sin electricidad ni agua potable ubicada en la rue Voltaire en Ginebra, Suiza. En ese lugar, en enero de 1963, se instalaron en el que sería su hogar y taller la pareja conformada por Gilbert Favre y Violeta Parra.

Entonces la artista chilena, de 45 años, se cubría del frío europeo con sacos de papas. Bolsas de género que además de frazadas también usó para bordar con hilo y lana. A falta de materiales, un día tomó los calcetines de lana de Gilbert y los deshilachó para usarlos como hilo.

Un año después, el 8 de abril de 1964, y tras reunir una serie de obras, entre pinturas y esculturas de alambres, se inauguró la primera exposición individual de una autora latinoamericana en el Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre, en París.

El vínculo de Violeta Parra con las artes visuales había comenzado cinco años antes, en 1958, estando en Santiago. La compositora y recopiladora del folclor nacional estuvo un mes en cama debido a una hepatitis. En ese estado, Violeta del Carmen comenzó a ampliar su registro creativo. En su obra visual reflejaba escenas de la vida cotidiana, leyendas, cuentos, oficios y personajes de la cultura popular.

"Tenía las sábanas pintadas, las almohadas, todo pintado, porque como era ella, pintaba y limpiaba los pinceles en la almohada", contó sobre los nuevos trabajos de Violeta, su amiga Silvia Urbina.

Gran parte de las obras de Violeta Parra no tienen título. Muchas llevan el nombre que le colocaba, a petición de ella, su hermano mayor, Nicanor. Como ocurre con una de las primeras obras, una tela bordada llamada La cantante calva (1960). Las protagonistas son Violeta, Isabel y Tita. Madre, hija y nieta.

"Nicanor, el hermano que siempre ha sabido guiarme y alentarme", dijo Violeta en una entrevista en 1958. Una frase que siempre repitió: "Sin Nicanor no hay Violeta". Ella lo llamaba cariñosamente "Tito" o "Guachito culebra".

"Era una comunicación a través de la mirada, del tono de voz, a través de la expresión corporal. Éramos prácticamente una sola persona. O sea, bastaba con que yo estudiara algo para que eso automáticamente pasara a propiedad de ella, sin necesidad de que yo se lo mencionara", le dijo el antipoeta a Leonidas Morales en el libro Conversaciones con Nicanor Parra.

El autor de Poemas y antipoemas falleció hace cuatro meses, el pasado 23 de enero, a los 103 años en su casa de La Reina. Dos días después, el jueves 25, se efectuó su funeral en Las Cruces, en el patio de su hogar, donde hoy descansan sus restos. Pocas horas después del fin de la ceremonia, Isabel Parra, la única hija viva de Violeta, señalaba a la prensa: "Hay que cuidarlas y recuperarlas para hacer lo que quería ella, una obra para Chile".

Isabel Parra se refería a las obras de Violeta que durante décadas se hallan en las casas de Nicanor, en Las Cruces y La Reina. No era la primera vez que la cantautora y creadora de la Fundación Violeta Parra (1992) reclamaba trabajos de su madre en propiedad del hermano mayor del clan. Sin embargo, tras la muerte de Nicanor, el tema es ahora a través de abogados.

"Solicitamos la restitución de las obras en tenencia de los herederos de don Nicanor. Hace un par de semanas se hizo formalmente la solicitud", señala Jorge Frei Toledo, abogado de la Fundación Violeta Parra. Esto ya que el propósito "ha sido que la obra se exhiba al pueblo chileno y para eso hay un museo y esa es la finalidad. Recurriremos, si es necesario, a todas las acciones legales", agrega Frei sobre el museo ubicado en Vicuña Mackenna 37, inaugurado en octubre de 2015. Su colección la componen 47 obras, entre óleos, papel maché y arpilleras.

Inventarios

Un total de 17 obras de la artista posee, según la Fundación Violeta Parra, la sucesión de Nicanor. Entre ellas hay nombres y medidas como los óleos Casamiento de negros (104 x 182 cm), El pájaro y la grabadora (122 x 148 cm) y La muerte del angelito (164,5 x 136,5).

En el catálogo del museo se informa que "Nicanor Parra tiene en su poder cuadros y objetos que Violeta le llevaba. Después del golpe militar en septiembre de 1973, Ronald Kay lleva cuadros de Violeta que Isabel Parra tenía en su casa en Ñuñoa a la parcela de Nicanor en La Reina, como medida precautoria". Kay en esos años era pareja de Catalina, hija mayor de Nicanor.

"El problema es complejo, porque están muertos, Violeta y Nicanor, los protagonistas. Y mientras no haya posesión efectiva, esta solicitud es prematura", señala sobre ese proceso del testamento que aún no se realiza, Luis Valentín Ferrada, abogado de cuatro de los seis hijos del autor de los Artefactos, Francisca, Ricardo, Colombina y Juan de Dios.

"Estos cuadros estaban en manos de Nicanor hace muchos años, una parte de ellos desde que murió Violeta. Otros de antes. La fundación dice que son 17, pero son 14. Pero más allá de la cifra, lo relevante es que Nicanor siempre sostuvo que estos cuadros le pertenecían. Una forma de ayudar a Violeta era comprándole estos cuadros, entonces la sucesión cree que son parte de la herencia", dice Ferrada, quien señala que le envió la solicitud de "restitución" de las obras a Arturo Majlis, abogado de los dos hijos mayores de k poeta, Catalina y Alberto. Pero no obtuvo respuesta.

"Siempre fueron hermanos muy unidos, por qué tener una discusión pública respecto a propiedad como si se tratara de una fábrica. Ahora estos cuadros están inventariados por la UC y hay un compromiso de restaurarlos", comenta Ferrada y agrega: "Si hay coincidencia en los propósitos, si ambas fundaciones, de Nicanor y Violeta, están trabajando en lo mismo, es cosa de hacer las exposiciones comunes".

La directora del museo, Cecilia García-Huidobro, comentó en febrero pasado a este diario: "Violeta Parra no llevó registro de sus obras. Regaló muchas, vendió otras tantas, por lo que no conocemos a cabalidad lo que existe ni en qué manos están".

Lo que sí está claro es que fueron 47 las obras expuestas desde 2007 en el Espacio Violeta Parra ubicado en el Centro Cultural La Moneda. Fue un comodato que duró hasta que abrió el museo.

"En sus inicios el Centro Cultural tenía poco flujo, pero la muestra de Violeta tenía asistencia. Siempre fue una sala concurrida", señala Alejandra Serrano, directora del Centro Cultural La Moneda desde 2007 hasta hace un mes. "Si ahora señalan que las obras son un préstamo, eso es una interpretación que resulta atractiva para la situación. Yo creo que la única manera de encontrar una solución es pensar en el bien de la Violeta y de Chile", agrega Serrano y comenta que a Isabel Parra "le cuesta ceder y es difícil dialogar con una persona que le cuesta ceder en sus posiciones. Yo creo que uno no puede obligar a nadie a regalar algo a ningún museo. Ahora, ¿por qué Isabel cree que la obra es de ellos si Violeta se las regaló a Nicanor? Porque cree que las obras en el museo estarán mejor". Además, Serrano hace una analogía con la obra de Roberto Matta: "Hay muy pocas obras de él en los museo, la mayoría están en colecciones privadas y nadie va a ir a quitárselas a los coleccionistas".

Regreso a Ginebra

Ocurrió en marzo de 2012. La PDI llegó hasta la casa de calle Julia Bernstein, en La Reina. Luego se sumó la prensa y la noticia se propagó en Latinoamérica.

"Hoy día nos dimos cuenta que faltaban los cuadros de la Violeta y fue lo único que se robaron. Claramente se trata de gente profesional", dijo en la oportunidad el nieto de Nicanor, Cristóbal Tololo Ugarte. Finalmente fue una verdadera "comedia de equivocaciones", como señaló el diario La Segunda. Esto luego de que se supiera que Catalina, la hija mayor, fue quien se llevó, sin aviso, 14 cuadros de Violeta, que devolvió de inmediato. Además, se informaba que eran las obras que Nicanor rescató de Ginebra tras el suicidio de la artista ocurrido en 1967, cuando tenía 49 años.

"Por mediación cubana pude pasar por Ginebra, de regreso de La Habana, y traerlos. En cambio en Chile se realizaron toda clase de gestiones y siempre llevaban a cero", le relató Nicanor al poeta Jorge Teillier en una entrevista publicada en 1968.

Violeta regresó definitivamente a Chile en 1965. En la casona de rue Voltaire dejó pinturas, óleos, máscaras, esculturas en alambre y cuadros en relieve en papel maché. Hay una fotografía que registró el momento que Nicanor visitó la casa del galerista Edwin Engelberts, quien conservaba las obras de su hermana en Ginebra. Al comienzo Engelberts no quería entregárselas. Entonces Nicanor, de cuello y corbata, sacó un pañuelo de su bolsillo y frente a él y su familia bailó solo, en silencio, una cueca.