Cuando Emmanuel Carrère (63) publicó su novela Yoga -la onceava de su portafolio- en febrero de 2020 en España, se convirtió en un éxito instantáneo. El escritor francés vendió 150 mil ejemplares durante las primeras cuatro semanas.
Pero “la narración en primera persona de una crisis depresiva”, como describe la editorial Anagrama, tiene muchos otros aspectos que explorar a partir de una confesión respecto de la salud mental de su autor. Y por supuesto, la historia se dispara en muchos otros puntos más allá de la disciplina a la que alude su título.
Según distintas reseñas aparecidas de la publicación, las 300 página de Yoga se valen del acto de meditar o reflexionar para escarbar en experiencias traumáticas, como la muerte de su amigo Bernard Maris en el atentado terrorista contra la revista Charlie Hebdo, la crisis matrimonial gatillada por un affaire (cometido por él), una profunda depresión que lo llevó a un hospital psiquiátrico y la terapia de electroshock a la que se sometió.
“Era muy infeliz entonces. Tengo tendencia a beber demasiado, pero soy capaz de parar durante meses. Con eso tengo la impresión de que no soy alcohólico”, dijo Carrère en conversación con Vanity Fair, refiriéndose a los tiempos de su novela El Reino (2014), la que abordaba su mirada en torno al Cristianismo y su fugaz acercamiento a la fe.
Pero ahora Yoga asoma distinto: quien cultivara su fama como narrador hablando de la vida de otros, como en los célebres libros El adversario o Limónov, ahora se ha hecho el tiempo para mirar sus propias penurias. Es Carrère operando en el sentido inverso.
Por ejemplo, siete años después de El reino, el matrimonio que en ese entonces lo tenía en la dicha, ya no existe, y lo ha puesto contra las cuerdas en el proceso depurativo que precisamente significó escribir Yoga.
Su exesposa, la periodista Hélène Devynck, interpuso una acción judicial contra el escritor por quebrantar el acuerdo firmado tras la separación.
“Emmanuel y yo estamos atados por un contrato que le obliga a obtener mi consentimiento para utilizarme en su obra. Yo no he consentido el texto tal como ha aparecido”, dijo Devynck en una carta publicada en Vanity Fair Francia.
“Durante los años que vivimos juntos, Emmanuel podía utilizar mis palabras, mis ideas, sumergirse en mis duelos, mis penas, mi sexualidad. (...) Por haber dicho ‘sí’ en el pasado, ¿ya no podría decir ‘no’? ¿No tendría yo derecho a estar separada y ser hasta la muerte, el objeto de escritura fantaseado de mi exmarido?”, continuó en el texto.
Asegurando que él no escribió nada que pudiese manchar la honra de su esposa, el autor expresó a la edición de enero de Vanity Fair que realmente no comprende los alegatos de su expareja.
“Si hubiera escrito la más mínima cosa desagradable de Héléne, habría entendido que se ofendiera y saliese con una diatriba sobre los escritores que vampirizan en sus personajes a quienes tiene alrededor. Pero no escribí nada agradable o desagradable sobre ella, nada en absoluto. Quizás en el fondo sea eso lo que me reprocha. Tal vez no quiera estar en el libro, pero tampoco quiere estar fuera de él”.
“Escribir historias basadas en hechos o personajes reales me obliga a exponerme también. Me parece más honesto contar una historia de la que formo parte, o con cuyos personajes he tenido interacciones, que contarla como si fuera dios o pudiera ver las cosas desde el planeta Marte. Cuando hago no ficción, las interacciones que puedo tener con los personajes forman parte de la obra”, manifestó a BBC, meses después del alegato por dicha cláusula.
La controversia dejó a Yoga fuera de la clasificación al Premio Goncourt, uno de los galardones literarios más renombrados. Pero el interés de su público no parece decaer.
Prevista para debutar en Chile entre las novedades de marzo de Anagrama, Yoga nació de la idea de que “esta ‘gimnasia’ que trae beneficios físicos poco a poco puede llevar incluso a una transformación de la conciencia. Y si no llegas allí, al menos habrás hecho ejercicio, lo cual ya es bastante”, dijo Carrére a BBC a comienzos de esta semana.
Pero es más que el ejercicio, es su propia experiencia con esta disciplina. “En lo que hago yo hay mucho auto pero no hay nada de ficción. Nunca entendí bien a qué se refieren cuando dicen ‘autoficción’. Cuando yo hablo de mí es algo que sucedió realmente. No altero nombres ni intento esconderme. Más bien todo lo contrario”, dijo en un auditorio en Buenos Aires en 2015, mucho antes de que esta característica en su pluma, le significara un inconveniente no menor.
Fue cuatro meses después de tal charla citada por Pagina 12, que cayó en la depresión que lo llevó a internarse durante 4 meses en un neuropsiquiátrico en París.
Si bien el autor reconoce que quizás no es la persona más adecuada para hablar de salud física y mental, cree firmemente que lo que permite al ser humano salir a flote, es la conciencia de que todas las etapas son transitorias.
“Hay que estar consciente de que las etapas marcadas por la controversia no son absolutas. También es importante saber que cuando pasas por un momento de mucho dolor, en algún punto lo vas a superar. Y, de la misma forma, cuando las cosas van muy bien, no está mal decirse que la buena racha no va a durar. No se trata de ser pesimista, sino de ser realista”, reflexionó para BBC.
Entre acciones judiciales, una depresión en tratamiento y la difusión en desarrollo de su onceava novela, Emmanuel Carrère mira hacia adelante.
“Hace poco comencé un libro estilo documental sobre un par de calles del barrio en el que vivo en París. Trato de describirlas, de describir a la gente que hace vida acá. Es una especie de diario, en realidad, en el que, por supuesto, he anotado cosas que vi que pasaron durante este año absolutamente espantoso que fue 2020”, dijo a BBC sobre su próxima obra, la que -por ahora- no tiene título, ni mucho menos, una fecha definida para ver la luz.
Yoga de Emmanuel Carrère, figura entre las novedades que Anagrama trae a Chile en marzo. Otros títulos son Klara y el Sol de Kazuo Ishiguro, La enfermedad de escribir de Charles Bukowski, y los dos volúmenes de Tom Ripley de Patricia Highsmith, entre otros.