Si la tensión en la final de la Copa Libertadores ya estaba garantizada por la presencia de Boca Juniors y River Plate, la lluvia se encarga de aumentarla. Las precipitaciones que han caído sobre Buenos Aires instalan la incertidumbre respecto de que el partido pueda suspenderse, una situación compleja y que en Argentina intentan evitar como sea.

En la capital trasandina sigue lloviendo con intermitencia, lo que agrava la condición del campo de juego. Sin embargo, la organización del duelo y el club local procuran por todos los medios que el césped esté en condiciones de recibir la final del siglo, como ha sido denominada. Los trabajos han apuntando a drenar el campo de juego, de manera de atenuar las acumulaciones de agua, que son ostensibles en las bandas.

Las labores se realizan a la espera de la visita que debe realizar a la cancha el equipo arbitral liderado por el chileno Roberto Tobar, además de las autoridades técnicas de la Conmebol. El criterio que primará para visar la realización del compromiso será que el estado de la cancha no represente una amenaza para la condición física de los futbolistas.