Todos sabíamos que Vidal tenía problemas, digamos, de salud. Nosotros, el Bayern, la Juventus. Todos. El tema fue cubierto y conversado por los medios muchas veces, con mayor o menor profundidad. Aquí mismo, de hecho, se criticó con dureza a Sampaoli por haber perdonado a Vidal tras el primer Montichelazo. ¿No se acuerda?

Todos sabíamos, también, que el tema de la indisciplina era de antigua data en este grupo y que no radicaba sólo en el Rey. De hecho ha sido el modo de trabajo de los futbolistas chilenos desde siempre. Se ha escrito tanto al respecto.

Todos sabíamos, incluso, del famoso análisis de Sampaoli poco antes de irse. De su desazón por la falta de compromiso de algunos miembros del plantel. Lo dijo a quien quisiera oírlo y se comentó hasta el cansancio. Recordarlo a estas alturas es legítimo, pero un poco manido. Quizás si lo más nuevo en esta materia sean las certificaciones venidas desde el entorno familiar de los jugadores.

¿A qué apunto con esto? A que la indisciplina de esta generación dorada es algo penoso, ok, lamentable, cierto, muy incidente en los resultados, obvio, pero algo con lo que hemos convivido en todas las etapas de esta hermosa historia de casi 10 años. Con Sulantay, con Bielsa, con Borghi -le costó una pelea terminal con varios de sus protegidos- con Sampaoli y ahora con Pizzi. No es eso lo nuevo. Ni menos lo único que llevó a Chile al más doloroso fracaso.

El problema central fue haber cambiado el sistema. Que el cuerpo técnico de Pizzi le haya bajado tantos cambios a un auto que fue lo que fue gracias al durísimo trabajo en los pits. Perdone la majadería, pero tengo toda la autoridad para repetirlo tras haberlo dicho desde un comienzo. Autoridad que, aunque revele un ego enorme, no voy a desperdiciar... a ver si algunos cabeza dura por fin entienden.

A saber: este cuerpo técnico disminuyó las cargas de trabajo, las horas de análisis y planificación y ralentó la bendita obsesión que era la marca de fábrica de Bielsa y Sampaoli. Ante una ANFP asustadiza y complaciente, que nunca corrigió nada, Pizzi sembró relajo. Y con eso atacó el secreto, la clave, la línea de flotación de este equipo. Equivocadamente, cambió trabajo por cercanía. Ahora lo dicen todos, ahora todos se dan cuenta: una práctica en vez de las dos diarias en Pinto Durán, menos revisión de videos, más días libres. Se juega como se entrena, reza el dicho. Y no puede ser más cierto ¿Se entrenó menos? Pues se jugó peor.

El tema de fondo es entender por qué se ganaba antes y por qué se perdió ahora... aunque me temo que si varios no supieron nunca lo primero, menos entenderán lo segundo. Con Bielsa y Sampaoli se ganaba por trabajo, por vocación colectiva, por esfuerzo, orden, repetición, humildad, por la generosidad que se desplegaba en las prácticas y luego, como resultado de ello, en la cancha. La excelencia de los jugadores, la capacidad individual, la materia prima, nunca fue el secreto. El éxito no vino como consecuencia del talento personal, sino del trabajo desmedido. Por eso cuando por exigir menos -o como consecuencia de ello- se perdió la humildad, llegaron rapidito la flojera y la arrogancia. Y ya no había mucho que hacer.

Sin motivación, sin corrección ni atrevimiento nunca hay mucho que hacer. Y menos si eres Chile, donde el talento llega por cuentagotas y la disciplina táctica debiera ser, siempre, la herramienta principal, el Dios a adorar. Resumo: con Pizzi se vivió un retroceso feroz. Y nadie (ahora sí me incluyo) fue lo suficientemente duro -por educación, por esperanza, por soñar con nuevos milagros, por no emporcar el nido, por lo que fuera- para acentuar, incluso en el triunfo momentáneo, que su trabajo era apenas convencional, superficial, y por ende que las cuotas de autoridad y liderazgo empezaban a ser mínimas.

A propósito: ¿se acuerda que los que saben llamaban al trabajo físico de Sampaoli "la moledora de carne"? Pues bien, nunca se lesionaron más los jugadores chilenos que ahora con Pizzi. ¿Se acuerda que esos mismos decían que ahora el equipo era más "equilibrado" y "defendía mejor"? Pues bien, nunca le hicieron más goles a Chile en clasificatorias que ahora con Pizzi. Menos mal que saben.

Pocas variantes, poca estrategia, poca presión, poca potencia. No lo digo yo solamente, también lo dicen los jugadores. Durante la Copa Centenario, en los pasillos y ahora en público, tras la eliminación y especialmente tras el decisivo colapso ante Paraguay y Bolivia donde la planificación fue pésima. De hecho la crítica le costó el puesto a Marcelo Díaz y vaya que terminó influyendo su ausencia.

¿Qué deja Pizzi? Muy poco y ésa es, quizás, la mejor demostración de mi tesis inicial y final. La herencia futbolística es nula. No hubo discurso, escuela ni evolución. Más bien involución. ¿No se dijo antes? Le recomiendo comprarse una tele, una radio y suscribirse a un diario, porque sí se dijo. Muchas veces. O al menos elija mejor a qué comentaristas seguir, si me permite el consejo.

Ya ¿pero el título de la Centenario? Por favor. Fue pese a Pizzi. No gracias a Pizzi. Fue el vuelito de Sampaoli. De hecho, esa vez, como también se dijo en su momento, los jugadores se rebelaron y le doblaron la mano al técnico… retomando la fórmula antigua tras los evidentes errores tácticos en los amistosos previos y el comienzo del torneo. ¿Y la Confederaciones? Aunque de cinco partidos apenas se ganó uno, fue la mejor certificación de que, pese al mal trabajo, todavía hay plantel para soñar. Seamos claros en eso: salvo unos pocos, esta generación sigue completamente vigente, con cuerda para rato. Al menos de aquí a 2019. No se ha gastado aún, pero debe ser bien conducida. Y hay que dejar de decir que "este equipo juega solo" cuando no es así (maravilló al mundo con Bielsa y Sampaoli y fue del montón con Borghi y Pizzi).

El nuevo jefe debe tener liderazgo y autoridad, ser atrevido, protagonizar el juego. No le puede quedar otra vez tan grande el poncho. ¿Las señales para esa elección? Malas. El Consejo en su infinita ceguera una vez más pide ahorrar en vez de invertir. Y cuando la actual ANFP pudo elegir, puso a cargo de la Sub17 (de los niños, del futuro) a un técnico ultra defensivo que, como era previsible, dio bote en la India con un fútbol "correcto" que casi no pasa la mitad de cancha. Dios nos pille confesados.