Antes de iniciar la operación ayer de la histórica incautación en el Tribunal Eclesiástico, el Arzobispado de Santiago y la Diócesis de Rancagua de archivos vinculados a sacerdotes involucrados en abusos sexuales a menores, el fiscal regional de O'Higgins, Emiliano Arias, buscó información respecto de cómo operan las investigaciones en la iglesia y los procedimientos que se aplican cuando se reciben denuncias.

En este estudio de los posibles escenarios, Arias contactó a Felipe Berríos, el sacerdote jesuita que vive hace ya varios años en La Chimba, Antofagasta, y que de tanto en tanto genera revuelo con sus declaraciones sobre la iglesia.

Así, en varias conversaciones telefónicas, Berríos le explicó cómo históricamente había funcionado la institucionalidad en este tipo de casos.

El sacerdote le señaló que uno de los cambios, para bien, que había realizado Benedicto XVI cuando fue Papa, es ordenar que todas las investigaciones previas que tuviesen que ver con abusos sexuales se enviaran directamente a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ello, porque hasta antes de eso, el protocolo sostenía que los casos eran remitidos a los distintos Dicasterios -similares a los ministerios- y en ese camino era fácil que nunca la información llegase a instancias finales para su revisión.

También le dijo que existían distintos tipos de secretos en la Iglesia Católica, entre ellos, el de confesión, el Pontificio y el Archivo Secreto, similar a una carpeta de antecedentes de un religioso y que era donde terminaban, muchas veces, las acusaciones que no seguían un proceso canónico. La cultura del clero, según le habría comentado Berríos, durante mucho tiempo fue permisiva respecto de conductas inaceptables. En muchos casos, las primeras indagatorias respecto de un sacerdote acusado las realizaba alguien de su misma orden, con quien eran amigos cercanos, por lo que no existía la distancia necesaria para analizar los antecedentes. El "no dañar" la Iglesia como institución estaba por sobre la protección de las víctimas y, finalmente, se creaba un marco propicio a la impunidad.

Por ello, la decisión de Arias fue respalda por Berríos, quien le habría pedido "no titubear" a la hora de enfrentarse a la Iglesia.