Durante el estallido social fue uno de los blancos predilectos de los encapuchados: la Iglesia San Francisco de Borja, ubicada a pocos metros de la Plaza Baquedano. El lugar albergaba las ceremonias religiosas de Carabineros, siendo desde 1976 el templo de la policía uniformada.
A pesar de ser un objetivo “habitual” para los encapuchados entre el 18 de octubre y diciembre del 2019, estos ataques no eran más que piedrazos, rayados, y lanzamientos de bombas molotov, pero desde el exterior. No fue hasta el 3 de enero del 2020 -el primer viernes de ese año- que estos hechos de violencia cambiaron de color.
Ese día, un grupo de más de 15 personas -con sus rostros tapados- entraron al recinto durante la tarde, en medio de las protestas y desórdenes en el sector, e incendiaron la iglesia. Indujeron el fuego desde distintos sectores del lugar y con bombas molotov quemaron casi el 60% de la construcción neogótica diseñada por el arquitecto Hovender Henry, que data de 1876.
El Ministerio Público y el OS-9 de Carabineros iniciaron una investigación que dejó a cinco personas detenidas, en un proceso que costó, dado que los vecinos del lugar no quisieron aportar muchos antecedentes. “Estamos todos amenazados”, dijeron en ese entonces, algo que se repite hasta el día de hoy en una zona de unas cuatro a cinco cuadras entre la Alameda, Vicuña Mackenna y las calles Carabineros de Chile y Ramón Corvalán que mantiene vivos los rastros del vandalismo.
Ese día, además, la iglesia -que tiene la categoría de inmueble de conservación histórica- fue saqueada por una turba de encapuchados que ingresaron después del incendio. En 2020, para la primera conmemoración del 18-0, la violencia volvió a caer sobre el recinto religioso cuando otro grupo de delincuentes volvió a lanzarle artefactos incendiarios.
La Subsecretaría del Interior intentó salvar parte de los elementos de valor de la iglesia, por lo que en 2021 ordenó el retiro de los vitrales que cubrían algunas zonas del templo.
Según el catastro elaborado por las anteriores autoridades de Interior, la iglesia contaba con 45 metros cuadrados de vitrales, 40 ventanas y 167 paneles. Aproximadamente, el 40% de los vitrales se perdieron por el ataque y, de acuerdo a las estimaciones de la mesa de trabajo conformada por Interior y Bienes Nacionales para su restauración, la remoción de las piezas tenía un valor de $ 60,5 millones.
Pero en abril de este año, Carabineros volvió a tener noticias de la iglesia. Eran malas noticias. Un amague de incendio se registró el 22 de ese mes, cuando se notificó la salida de humo desde el interior del recinto. Todo apuntó a la intencionalidad de un tercero.
Operación retirada
“Eso fue ya lo último que aguantamos”, dice una alta fuente policial.
El hecho motivó que los mandos medios y altos de la policía uniformada definieran devolver las iglesia al Fisco, trámite que comenzó con la revisión de antecedentes por parte de la Dirección de Bienestar.
En concreto, se trata de la primera etapa administrativa para devolver el recinto religioso al Ministerio de Bienes Nacionales.
Internamente, la decisión no fue fácil para la policía por varios motivos, principalmente porque fue un lugar donde despidieron a más de 1.200 mártires de la institución; se celebraron bautizos, matrimonios y ceremonias oficiales que tenían que ver con la formación de Carabineros.
Además, como señal, reconocen algunos oficiales, tampoco es de las mejores. “Finalmente nos ganaron el gallito los delincuentes”, dice un coronel de la institución.
Pero por otro lado también hay un tema económico. Los estudios de la Dirección de Bienestar arrojaron que la reparación total de la iglesia tiene un valor superior a los $5 mil millones, monto que no está en el presupuesto institucional de la policía uniformada.
Consultado el Ministerio de Bienes Nacionales, declinaron referirse al tema. Lo mismo en Carabineros.
Otro de los factores que ayudaron a la institución a desprenderse de este lugar fue la cesión de otro recinto para Carabineros. Se trata de la Iglesia San Ramón, ubicada en la comuna de Providencia.
“Este es el mejor regalo que han recibido los carabineros durante el último tiempo. Esto nos alegra el alma, el espíritu y nos permite seguir enfrentando los desafíos que vienen con fé y esperanza”, dijo el general director de Carabineros, Ricardo Yáñez, el 5 de marzo, cuando recibió formalmente el recinto.
En ese entonces aún entre los policías se mantenía la esperanza de recuperar el antiguo templo San Francisco, hasta el amague de incendio del 22 de abril. Ese evento fue clave para finalmente tomar la decisión de cambiarse de casa espiritual, dado que se pensó que este tipo de ataques seguiría con el tiempo, lo que haría prácticamente imposible una eventual restauración.
En términos administrativos, la cesión de la Iglesia de San Ramón -donde, por ejemplo, se hizo el responso del cabo David Florido, asesinado el pasado 13 de junio en Pedro Aguirre Cerda- fue en comodato (préstamo de uso) por 10 años.
Hoy, la Iglesia San Francisco de Borja se ve abandonada. Se puede ingresar sin problemas, pues un pequeño muro lo protege solo por el frente, pero por el costado se puede transitar con fluidez.
“No pasar, peligro de derrumbe”, dice un improvisado letrero rayado con pintura sobre una lata de acero. Rastros de que este fuera un templo de la policía uniformada, ninguno. Al contrario: el lugar deja la impresión de que la autoridad allí no existe.