El exsenador socialista Jaime Gazmuri acaba de regresar a Santiago tras su labor como embajador en Brasil. Los cuatro años que pasó Gazmuri en Brasilia coincidieron con la mayor crisis económica y política de las últimas décadas en el país: el caso Lava Jato, el impeachment a Dilma Rousseff, la irrupción de Michel Temer, las protestas sociales y los casos judiciales contra Luiz Inácio Lula da Silva. "Lula ha sido muy atacado por prácticamente todos los medios, ha sido condenado en dos instancias judiciales, pero mantiene una popularidad realmente impresionante, que lo convierte en la figura central de la política brasileña", sostiene el ex embajador en esta entrevista con La Tercera.

¿Cuál es su visión de cómo Brasil se judicializó y cómo Lula llegó a una situación como ésta?

En los últimos cuatro años Brasil ha sufrido una crisis múltiple. La economía prácticamente se detuvo después de una década de crecimiento, con dos años de una brutal recesión, mientras que el año pasado comenzó la recuperación. Junto con eso está la crisis del sistema político, con una multiplicación de partidos sin ideología y muy clientelares, con un Congreso muy fuerte. Eso obliga a los Presidentes a tener coaliciones muy amplias. Y la tercera crisis es de la relación entre el Estado, las empresas y el financiamiento irregular de la política. Y el Poder Judicial que ha iniciado procesos contra la corrupción endémica de la sociedad.

¿Y en cuanto a Lula?

En el caso específico del tríplex (la causa por la que fue condenado Lula), la impresión de muchos juristas es que la base jurídica de esa condena es muy débil. Está la convicción de que la justicia es muy parcial. Y eso coincide con el fuerte liderazgo que tiene Lula, que va primero en las encuestas.

¿Cómo se explica que por un lado Lula está muy complicado en términos judiciales, pero al mismo tiempo es el favorito para las elecciones de octubre?

Esa es la explicación que hay que encontrar para responder a este fenómeno. Mi impresión, después de haber vivido allá, es que se mezclan dos factores. Uno, que hay en general un muy buen recuerdo, en especial en sectores populares, del gobierno de Lula. Está la idea de que el gobierno de Lula produjo desarrollo, donde todos los sectores sociales y políticos ganaron y donde además se redujo la pobreza. En esos ocho años salieron de la pobreza 40 millones de personas, prácticamente la población de Argentina o de Colombia. Y dos, en su base electoral está la idea de que la justicia es parcial e injusta.

¿Con todos los procesos judiciales se cayó de alguna manera el mito de Lula?

Todavía mantiene un fuerte apoyo. Pero también hay que decir que enfrenta una muy fuerte oposición de un sector de la opinión pública. Brasil es un país profundamente dividido respecto a la figura de Lula. Lo que no fue así cuando Lula terminó su gobierno con una alta popularidad.

¿Cómo ha afectado a la izquierda regional la situación del exPresidente petista? Porque esto además coincide con el giro de la región hacia la centroderecha.

No veo una relación directa entre la pérdida del poder por parte del Partido de los Trabajadores y de la izquierda en Brasil, que se produjo con el impeachment a Dilma hace un par de años, con el triunfo de la derecha o centroderecha en algunos países de América Latina. Tengo la impresión que todavía estos fenómenos son muy nacionales. Por ejemplo Argentina no es un país que mire mucho al exterior.

Sea Lula u otro candidato quien gane las elecciones. ¿Cuál es el principal desafío que enfrentará el sucesor de Michel Temer?

Son desafíos muy poderosos porque la crisis afecta la estructura del conjunto de la sociedad. Por una parte tiene el desafío económico. Diría que la depresión se detuvo y el año pasado hubo cierto repunte de la economía impulsado por el sector agro industrial, pero fue una recuperación de 1%. Este año se espera entre 2% y 2,5%. Para volver a los niveles de 2014 serán por lo menos tres o cuatro años más. Garantizar un crecimiento más sostenido es un desafío mayor. Pero nunca hay que olvidar que Brasil se mantiene como la décima economía del mundo. La tendencia, salvo que el cuadro internacional se complique mucho, indica que Brasil puede recuperar sus cifras de crecimiento. El tema es cómo se va a distribuir ese crecimiento y si habrá o no un retroceso social. Junto con eso está el desafío de la reforma al sistema político.