La Comisión Europea (CE) y el Reino Unido alcanzaron hace algunos días un acuerdo para pasar a la segunda fase del Brexit, tras constatar "avances suficientes" sobre los derechos de los ciudadanos, el costo de la salida y la frontera norirlandesa. "No habrá una frontera dura y mantendremos el acuerdo de Belfast", aseguró la Primera Ministra británica Theresa May, quien intensificó los contactos con los unionistas de Irlanda del Norte. Este hecho es valorable y constituye una señal positiva. El consenso logrado revela un suficiente progreso en la primera fase de las negociaciones, lo que  contribuye a despejar  la incertidumbre en torno a un proceso que desde que se inició -en marzo de 2017- ha estado rodeado de más dudas que certezas.

No obstante, es solo un primer paso, ya que aún quedan ciertos elementos abiertos, sobre todo, por cómo se ha entendido parte del acuerdo. Prueba de ello, son las declaraciones del secretario de Estado británico para el Brexit, David Davis, quien ha calificado el acuerdo como una "declaración de intenciones", que ha sido "inútil y que ha socavado la confianza". Asismismo, explicó que hasta el momento, no existe una evaluación sobre el impacto de la salida del Reino Unido de la UE. Además, el pago del Reino Unido por salir del bloque está condicionado al resultado de los acuerdos comerciales.

En ese sentido, esta segunda parte puede ser más compleja, lo que incluso ha sido advertido por la propia May, quien tendrá que contentar las posiciones de las distintas regiones del país, como Escocia, a favor de permanecer en el mercado único.