Fue a mediados de los 70' y como una estrategia nacida en la cúpula de la dictadura de Pinochet, cuando la idea de que Calama tuviera un club de fútbol profesional comenzó a gestarse. Chile, en esos años, mantenía problemas limítrofes con sus tres vecinos. Por eso, y con la idea de generar adhesión en zonas extremas, el Gobierno inició una masiva fundación de clubes. Se tomó como base a equipos locales y de ahí surgieron, por ejemplo, Deportes Atacama, Iquique y Arica, en el norte. Y más tarde, en el sur, lo harían Puerto Montt y Osorno.

Entre medio de eso, y también con los conflictos limítrofes como fondo, nacieron los clubes mineros: fue un intento de Pinochet, dice Eduardo Santa Cruz, sociólogo de la Universidad de Chile, de darle distracción a los trabajadores del cobre, en una época agitada y todavía con el recuerdo fresco del paro de octubre de 1972, que terminó, a la larga, debilitando el gobierno de Salvador Allende.

"La Dictadura ejerció un control directo y completo sobre el fútbol profesional y amateur (…). El régimen extiende territorialmente el fútbol profesional, incorporando nuevos clubes hasta Arica por el norte y hasta Puerto Montt por el sur. En mi opinión, son como la Constitución del '80, tienen un pecado original, del que debieran lavarse", explica Santa Cruz, autor del libro Crónica de un encuentro: fútbol y cultura popular.

Según Ángelo Correa, relator de fútbol y perito en la historia loína, Cobreloa tuvo que lidiar en sus primeros años con el fantasma de haber sido creado por Pinochet: "Cargó con el mote del equipo de la Dictadura. Después, con el boom deportivo y los logros que consiguió, pudo sacárselo. Ahí recién empieza a brillar con luces propias. Pero en un comienzo es cierto que todos los directores eran simpatizantes de Pinochet".

Su primer presidente, de hecho, fue el coronel de Carabineros Francisco Núñez. Y se dice que su buena relación con el general Eduardo Gordon, que había sido designado por Pinochet como presidente de la Asociación Central de Fútbol, fue clave para que los loínos ingresaran al profesionalismo.

A Cobreloa lo tomó apenas un año -que se desglosa en 34 partidos y 54 goles- llegar a Primera División. Tres años más le costó ganar su primer torneo nacional. Y otros 11 meses llegar a la final de la Copa Libertadores. Por eso el mito dice que Cobreloa no tuvo infancia. "Nació grande", asegura Mario Avilés, trabajador de Codelco e integrante del primer plantel en la historia del club. Es un lugar común, reconoce. Pero que en el caso loíno no carece de significado.

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Cobreloa y Flamengo en la final de la Copa Libertadores de 1981.[/caption]

Ocho seleccionados

A mediados de 1976 un grupo de directores de Codelco convocó a todos los futbolistas aficionados de la zona para integrar el plantel de un club que aún no existía. Llegaron casi 200, dice Avilés. La mayoría de Calama y Chuquicamata. Al final ocho jugadores fueron seleccionados. Más tarde se sumaría un noveno que llegó desde Tocopilla y un décimo jugador, proveniente de Copiapó. Esos diez formaron la base del primer equipo loíno.

Apenas fundado el club, en enero del '77, Andrés Prieto asumió como entrenador y comenzó un periplo por todo Chile para reclutar jugadores. Llegó Guillermo Yávar, ex Ballet Azul. También el mundialista Juan Olivares y el mito de Colo Colo Chamaco Valdés. Prieto, además, fichó a tres jugadores uruguayos, a quienes había conocido en su paso por Defensor de Montevideo. Ya en esos años Cobreloa se empezó a mimetizar con la "garra charrúa".

"Don Andres Prieto, que era figura en Uruguay, le traspasó eso al equipo, esa garra charrúa. Los mismos uruguayos les decían a los hinchas, que estaban todos sentaditos, que cantaran, que alentaran al equipo", dice Jorge Beraud Zurita, autor del libro Cobreloa: equipo de hombres, que retrata los gloriosos años 80 que vivió el club.

Por decreto de la empresa, cada trabajador de Codelco tenía que ser socio del club. Por cada uno, además, la compañía aportaba con dos más. Por eso en las décadas de los '70 y '80 Cobreloa llegó a tener hasta 45 mil socios activos. Era dinero fresco, que se traducía en sueldos millonarios y planteles poco habituales para clubes de provincia.

"Luis Garisto decía que llegar a Calama era como encontrarse con un pueblo de vaqueros, no había nada. Pero los sueldos que les pagaban eran cinco veces que en Uruguay, por eso todos se querían venir acá", dice Ángelo Correa.

A la larga, en los '80, Cobreloa ganaría cuatro títulos locales y jugaría dos finales de Libertadores. Más tarde, entre 1992 y 2004, se haría con cuatro campeonatos más. Desde entonces, la crisis, la desaparición de los socios, malos manejos y el apoyo cada vez más exiguo de Codelco. Hasta que en 2014, hundido en su momento más oscuro, tocó el infierno: descendió a Primera B.

Todavía ahí, en un lugar que les resulta ajeno, los loínos celebran sus cuatro décadas. Dice Santa Cruz, el sociólogo, que no se trata de un fenómeno anómalo: "Hoy Cobreloa está en una condición normal: un club de provincia de una ciudad más bien pequeña". Con la diferencia, eso sí, que arrastra un pasado glorioso. Uno que, conforme pasan los aniversarios, se ve cada vez más lejano.