Bea Johnson va para todos lados con un frasco de vidrio. Es la suma de los desperdicios no reciclables que produjo el año pasado. Desde que se convirtió en la principal promotora de la corriente Zero Waste (Basura Zero), ella produce su propia máscara de pestañas, limpia la casa con productos caseros, trata de comprar productos a granel para evitar los envases, usa escobillas de dientes de madera  y lleva sus bolsas al supermercado. Con mucho esfuerzo ha logrado reducir su huella de residuos a casi nada y, de paso, se ha convertido casi en una celebridad.

El movimiento que lidera desde su minimalista y blanca casa aspira a que todos los productos sean reutilizados. Si bien el concepto comenzó a tomar fuerza a fines de los noventa, durante los últimos años ha ganado interesados en parte gracias a esta estilosa francesa que obtuvo el premio The Green Awards en 2011, y publicó en 2013 el best seller Zero Waste Home. El libro, que ha sido traducido a 11 idiomas, más que una lista de consejos para reducir los desperdicios es una guía para simplificar la forma de vida.

De esa forma, dice ella, redujo en un 40 por ciento los gastos en su hogar. Y es que para Bea Johnson el cambio fundamental es el que debemos hacer como consumidores. "Negarse es lo fundamental que hay que hacer", señala.

¿Cómo comenzó este estilo de vida?
En 2006 vivíamos en las afueras de San Francisco, pero queríamos estar más cerca del centro de la ciudad tal como habíamos hecho en Ámsterdam o Londres. Arrendamos un departamento mientras encontrábamos la casa indicada a la que sólo llevamos las cosas básicas. Ahí nos dimos cuenta de que mientras menos tienes, más tiempo y energía consigues para lo que quieres. Y cuando apareció una casa que nos gustó y nos cambiamos, fue evidente que no habíamos extrañado el 80 por ciento de las cosas que habíamos guardado. Por eso empezamos a deshacernos de muchos objetos.

¿Cómo?
A través de donaciones a tiendas de segunda mano. A la par nos educamos en temas medioambientales, con documentales, libros, etc. Con mi marido nos empezamos a sentir realmente mal por el futuro que vamos a dejar para nuestros hijos y encontramos ahí la motivación para cambiar nuestro estilo de vida.

¿Cómo llegaron de simplificar la vida a promover Zero Waste?
Mi marido dejó su trabajo para formar una consultora medioambiental y yo me enfoqué en la casa, en cómo consumir menos energía o agua. Un día descubrí el término zero waste que se usaba para describir prácticas industriales o manejo de residuos, y me hizo sentido. "Eso es lo que tenemos que hacer en casa", pensé. Si cero no era el objetivo, entonces cuál. ¿Menos vasos?, ¿menos residuos? No, dije, tiene que ser cero.

¿Cuánto tiempo te tomó llegar al nivel cero?
Adopté el término completamente en 2008, pero no había ninguna guía de cómo hacerlo. Partí con un blog, para compartir prácticas y decidí escribir un libro y crear este movimiento que ha inspirado a muchos.

¿Cuál fue el mayor desafío para  llegar al punto cero?
Encontrar un balance. Al principio me entusiasmé con la idea de hacer todo yo misma, el pan, mantequilla, queso, leche de soya. Y luego me di cuenta de que había llegado muy lejos y estaba haciendo demasiadas cosas. Y dejé de hacer mi propio pan, por ejemplo, y ahora lo compro llevando mis propias bolsas. ¿Para qué hacer mi propio queso si puedo llevar un recipiente al supermercado y llevarlo ahí? Desde 2010 adoptamos el sistema.

¿Qué le dices a tus detractores cuando critican tu estilo de vida?
Cuando recién expusimos nuestro estilo de vida a través de los medios y de mi blog, recibimos muchas críticas de gente que no entendía lo que significa vivir sin generar residuos. Algunos decían que nuestro estilo era demasiado extremo y poco realista. Y quizás si hace ocho años yo hubiese escuchado sobre una familia que no genera residuos, también hubiese pensado que eran unos hippies o estaban locos.

Pero con el tiempo hemos cambiado los conceptos erróneos asociados con el estilo de vida de Basura Cero y dimos una nueva imagen a esta forma de vida. El término fue aceptado y las críticas se calmaron: las personas se dieron cuenta de que no somos hippies, sino que vivimos una vida moderna, sencilla y normal, basada en experiencias en lugar de las cosas.

Hoy en día, su blog Zerowastehome.com, en el que da consejos y tips, tiene más de 250 mil visitas mensuales. Afirma que en Chile –país que visitó en 1998 y 2013– el movimiento aún está emergiendo. "Sé que la gente se preocupa de los temas medioambientales. El problema es que aún crean, utilizan y compran envases. Está emergiendo, pero no con tanta facilidad como en otros países", afirma.

Iniciativas chilenas 

Hace algunos años que en nuestro país surge una conciencia sobre el impacto que tiene la basura. Así lo cree Macarena Guajardo, directora ejecutiva de la Fundación Basura, que promueve estilos de vida orientados a reducir los residuos. "Empezamos con pequeños pasos, generando agentes de cambio", dice.

Actualmente están trabajando para crear un Sello Basura 0 para  organizaciones que generen productos y/o servicios que vayan en esa línea, lo que sería una certificación pionera a nivel internacional. Además han desarrollado el Desafío Basura 0, enfocado en medir y reducir y gestionar la basura que se genera en eventos masivos. Prontamente lanzarán un libro con fondos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes sobre proyectos de arquitectura, arte y diseño  en Chile que utilizan estos materiales. "Nosotros decimos que la basura es producto del límite de la imaginación de las personas, ya que te puedes imaginar lo que sea con estos residuos o imaginar antes el impacto negativo que puede tener para no generarlo", explica Macarena.

Otra arista importante en el tema es mostrar que hay mucha comida que se desperdicia. Según datos de Tristram Stuart en su libro El despilfarro: el escándalo global de la comida, en Chile se botan anualmente 1,62 millones de toneladas de alimentos. Ante eso surge la Fundación Desperdicio Cero. De acuerdo a su presidenta, Alejandra Ceballos, parte del problema está en que los supermercados, proveedores o distribuidores de alimentos todavía no se atreven a donar realmente sus "mermas", por el miedo que existe a las responsabilidades civiles y/o penales en caso de eventuales intoxicaciones con esos alimentos donados. Agrega que lo más importante es que las personas tomen conciencia del proceso de producción agrícola que existe detrás, la tendencia de comprar más de lo que realmente se consume.

Por lo mismo, la fundación concentra algunas de sus actividades en ferias libres con voluntarios que explican a la gente cómo comenzar el cambio. "Hacer una lista antes de ir al supermercado, reducir la cantidad de comida en los platos para evitar sobras, congelar la comida para prolongar la vida de los alimentos, hacer subproductos de aquellos que ya están maduros, como mermeladas, jugos, etc.", explica.