Señor director:

Tras leer una entrevista al escritor Jorge Edwards, actual embajador de Chile en Francia, con motivo de un merecido homenaje que le rindió el Centro de Estudios Públicos, quisiera detenerme en algunos puntos.

En la entrevista el homenajeado afirma que su vocación es de escritor y que su "relación con la diplomacia no es tenaz". Asimismo, señala: "Cuando me ofrecieron esta embajada acepté porque era París. Si me ofrecen otra, digo que no."

Estos sinceros comentarios muestran, en parte, uno de los principales problemas que afectan históricamente a nuestra diplomacia: la designación de sus embajadores. El embajador debe ser una persona con vocación de servicio público y competencias para ejercer su cargo. Por esto, la Asociación de Diplomáticos de Carrera (Adica) solicita permanentemente que, como mínimo, un 80% de los embajadores provenga de la carrera diplomática.

Este gobierno no inició la práctica de las "becas diplomáticas", pero ha continuado con la tradición de agradecer apoyos brindados o favores políticos -por razones de amistad y/o familiares- otorgándolas a través de embajadas o agregadurías culturales y científicas.

No hay otra forma de explicar a la opinión pública el hecho de que personas que jamás han sido parte de la Cancillería (al menos en este caso el embajador Edwards sí fue parte  del servicio exterior, aunque no en forma tan tenaz como él mismo señala), terminen como embajadores, muchas veces sin reunir los requisitos o conocimientos que requieren estos cargos.

La designación de embajadores no es un hecho banal. Los chilenos merecemos los mejores representantes posibles, que reúnan las características de conocimientos y trayectoria necesarias para servir a los intereses de Chile. Dejemos las becas para estudiantes destacados.

Francisco Devia
Presidente Asociación de Diplomáticos de Carrera