Austen Ivereigh conoce bien a la Iglesia argentina. Su tesis de doctorado en Oxford fue precisamente sobre la relación entre Iglesia y Política en ese país. Por eso, poco después de que Jorge Mario Bergoglio apareciera en el balcón de la Basilica de San Pedro convertido en Francisco, alguien le sugirió que debía escribir un libro sobre él. Y aceptó el desafío, porque según Ivereigh es imposible entender al actual Pontífice si no se entiende su origen argentino.

Esta semana el periodista y también fundador del movimiento Voces Católicas estuvo en Chile para lanzar la edición en español de su libro El Gran Reformador donde se sumerge en la formación del actual Papa y en su proyecto de cambio en la Iglesia Católica. Un objetivo que ha convertido a Francisco en un fenómeno a nivel mundial, pero que también despertó recelos en la Curia romana, donde muchos aún están desconcertados con sus reformas.

El título de su libro es El Gran Reformador. El Papa Francisco ya cumplió dos años de pontificado. ¿Cuál es la gran reforma del actual pontífice?

La gran reforma es un cambio de cultura dentro de la Iglesia. Que la Iglesia pase de ser una institución que confía en documentos y en la proclamación de su propia verdad y que salga en busca de la gente. Que muestre el rostro misericordioso de Dios no sólo a través de palabras. Que toda la cultura de la Iglesia se convierta a ese fin evangelizador. Yo creo que esa es la reforma principal que está buscando. Ahora, hay otras reformas que está llevando a cabo en el Vaticano, que son útiles para ese fin. Son necesarias, son importantes, pero no es lo que más le anima.

¿Cree que esa era la reforma que esperaban los cardenales cuando lo eligieron?

De alguna manera se puede decir que el discurso que pronunció en vísperas del cónclave, que en el libro, un poco bromeando, lo llamo un Gettysburg papal, cristalizó esa elección. La cosa es: ¿querían un reformador? Y la respuesta es sin duda: lo que querían era un líder, un gobernador, alguien que reformara el Vaticano, es verdad. Pero también estaban buscando a alguien que pudiera hacer creíble la Iglesia en el nuevo contexto contemporáneo. En ese sentido creo, como decimos en inglés, "they don't have buyers remorse". Es decir, no se arrepienten de lo que compraron. Pero yo creo que muy pocos de ellos esperaban lo que pasó después. Muy pocos podrían haber anticipado el torbellino que ha sido el pontificado de Francisco.

Este torbellino del que habla ha tenido mucho efecto fuera de la Iglesia Católica, en sectores que no son católicos, pero ha generado críticas en algunos grupos dentro de la Iglesia. ¿Existe el riesgo de que termine alejando a sectores dentro de la misma Iglesia o generando divisiones?

Es evidente que el mundo está fascinado con Francisco. El hecho de que saliera en la portada de The Advocate ( revista gay estadounidense, N.R.) lo demuestra. El cardenal Timothy Dolan, de Nueva York, que es bastante grande, me dijo que ver al Papa en la portada de The Advocate era un poco como tenerlo a él en la portada de una revista deportiva usando un traje de baño. No hay duda de que el mundo está fascinando, pero esto conlleva también la preocupación de mucha gente que dice: si a las personas que normalmente son hostiles a la Iglesia les gusta este Papa, este Papa debe estar diluyendo o deformando los planteamientos de la Iglesia. Pero de hecho no es así. La gente está fascinada por Francisco, pero ¿saben realmente qué es lo que representa? No, seguro que no. Muchos proyectan sus propios intereses y se están decepcionando al mismo tiempo. Uno puede decir que el Papa Francisco está haciendo que la Iglesia sea mucho más atractiva al mundo y eso en sí mismo es un bien, pero depende de la Iglesia aprovechar eso. El Papa sólo puede limpiar la vitrina para que la gente vea mejor a la Iglesia, pero lo que pasa después no está en sus manos.

Usted aborda en su libro los orígenes del Papa y destaca el hecho de que sea argentino. Para Juan Pablo II fue decisivo que viniera de Polonia en una época marcada todavía por la Guerra Fría. ¿En qué medida es decisivo el origen argentino de Francisco?

El Papa es muy argentino, muy porteño. Tiene características muy típicas de Buenos Aires en particular. Yo siempre he dicho que Juan Pablo II era incomprensible sin la historia trágica de la Polonia del siglo XX y es difícil entender a Francisco sin entender la historia y la cultura argentina. Lo que siempre decía Francisco antes de ser Papa es que cuando se reúnen algunos argentinos siempre habrá una interna. Y ese partidismo, las divisiones ideológicas, son parte de quien es. El pasó gran parte de su vida como jesuita, como cardenal y arzobispo, reflexionando sobre cómo formar cuerpos. Ese es el gran tema de su vida. Desde sus primeros escritos el tema está ahí. Esa vocación a unir. Entonces esto es en parte porque ha vivido con una sociedad muy dividida y una iglesia muy dividida. Por eso, yo digo en el libro que él representa hoy la mejor oportunidad de unificar a la Iglesia y lo va a hacer no apelando a un lado u otro si no haciendo que se enfoquen en las necesidades de los pobres, dejando de tener fe en las ideologías y concentrándose en las necesidades pastorales y prácticas de la gente corriente. Y eso es lo que está haciendo como Papa. Los que están en contra de él son siempre las elites. El pueblo en cambio es distinto. Cuando uno va a Roma ve como la gente corriente lo acepta de inmediato, se siente identificado con él.

¿Hay un temor al cambio en esas elites?

Ciertamente. Quienes se sienten amenazados por este Papa son precisamente las elites que tienen intereses invertidos en una cierta forma de ser. Me refiero por ejemplo a los que han ocupado mucho tiempo, en norteamericana sobre todo, un lugar en las llamadas guerras culturales. Para ellos, que ven la cosa como una batalla, lo que quieren es un Papa que los refuerce. Para ellos, Francisco es desconcertante. Hay que entender que ningún Papa es popular, al final todos los Papas terminan ofendiendo a cierta parte. Para mi el criterio es este: si el Papa ofende a los más ideologizados y a las elites probablemente esté haciendo algo bueno, porque al final todos y me incluyo, nos sentimos desafiados por este Papa.

Usted hacía referencia al caso de Estados Unidos. En ese país es donde se han escuchado algunas de las críticas más duras contra el Papa, precisamente porque algunos representantes de la Iglesia quieren un Papa que sea claro en sus planteamientos, que no de espacio a dobles lecturas…

Es una mezcla de cosas. A los norteamericanos les encanta Francisco y a los católicos también. Las encuestas muestran que es tan popular como Juan Pablo II en su apogeo. Ahora, ciertos sectores de la Iglesia norteamericana están muy preocupados por él. Son las personas que se benefician mucho del mercado, que financian muchas organizaciones católicas y que piensa que Francisco no entiende el libre mercado. Sospechan que es un peronista, estatista, socialista. Por eso, hay cierto nerviosismo frente a la visita del Papa en septiembre, porque temen que el Papa no los entienda.

Y a partir de su trabajo, ¿usted cree que el Papa entiende el libre mercado, entiende a la sociedad norteamericana?

El cardenal Dolan me preguntó si Francisco o Bergoglio había hablado o escrito sobre Estados Unidos. Creo que he leído la mayor parte, quizá el 90 % de lo que ha escrito este Papa y no figura nunca Estados Unidos. Hasta cierto punto tienen razón. Es un Papa relativamente ignorante de  Estados Unidos. Pero al mismo tiempo, lo que le dije al cardenal Dolan, es que ustedes son todos americanos, yo soy el extranjero aquí. El es hijo de inmigrantes italianos que fueron al Nuevo Mundo y visto desde Europa hay mucho en común entre las Américas. Estoy seguro que Francisco se está preparando muy bien para este viaje y creo que la visita en septiembre va a ser un momento muy importante de este pontificado, especialmente porque la Iglesia norteamericana está muy dividida.

El Papa parece ser un gran improvisador. ¿Cree que es realmente improvisación o son comentarios muy bien meditados?

El habla espontáneamente, eso es verdad, pero dice muy pocas cosas que realmente me han sorprendido, en el sentido de que está diciendo cosas que ya ha dicho a lo largo de los años. El está enseñando cuando habla. Algunos dicen que no está enseñando si no sólo dando su opinión, pero no, yo creo que está siempre enseñando, pero lo hace de esa forma informal y espontánea. Lo fascinante de él es que como arzobispo no era espontaneo. Es introvertido y cuando jesuita le decían la Gioconda, porque nunca se sabía lo que pensaba. Es una persona muy cálida, pero al mismo tiempo muy hermética. Nunca daba entrevistas como obispo.

¿Qué explica el cambio, entonces?

¿Qué ha pasado entre el Bergoglio de Buenos Aires y el Francisco de Roma? Hay muchas suposiciones, pero en el libro yo narro la historia de cómo salió de la Capilla Sixtina, con la expresión de tener un gran peso sobre sus hombros y entró en la capilla Paulina con el cardenal Hummes. Más tarde salieron y tenía otra expresión. Eso está descrito por un hombre que estaba filmando todo. Y Francisco mismo ha hablado de esa experiencia. Una experiencia que lo cambió, lo dejó con una nueva libertad. Si tu preguntas a los cardenales que lo conocen bien en Roma todos te dicen que el Papa es increíblemente libre. Es su libertad lo que más les impresiona. Yo veo esto en términos místicos. Es un cambio sustancial en su forma de ser.

En los primeros meses, tras su llegada, se aseguró que había cierta resistencia en la Curia a los cambios que estaba impulsando. A dos años de su elección, ¿cómo es el ambiente hoy en la Curia?

Creo que es muy problemático. Hay muchos que están muy desconcertados por este Papa. Hay muchos que están diciendo, bueno pasará, llegó este Papa de Buenos Aires, pero eventualmente morirá o pasará y las cosas volverán a ser como antes. Yo creo que esa es la resistencia principal en Roma a él. Sin embargo, tampoco hay que exagerar, porque los que trabajan en la Curia también están conscientes de la necesidad de la reforma y creo que tiene bastante apoyo. Las reformas financieras han sido claramente un éxito y han afectado ciertos intereses. Esto ha sido evidente en las filtraciones a los medios desde el Vaticano en los últimos meses. Entonces uno diría que si los intereses están siendo afectados, entonces eso quiere decir que está funcionado la reforma. El Papa tiene el desafío de llevar a cabo un cambio de cultura en el Vaticano y necesita el apoyo de los que trabajan ahí. Pero al mismo tiempo tiene que ser firme. Mucho depende de la reforma estructural de la Curia. El entregó esa responsabilidad al consejo de los nueve cardenales, pero ellos se están demorando mucho…

Justamente le iba a preguntar sobre la reforma a la Curia. Se habló en alguna oportunidad que en febrero se presentaría la propuesta, pero aún no se conoce nada. ¿En qué está el tema?

Yo estuve ahí en febrero y el cardenal Rodríguez Maradiaga compartió con los otros cardenales las propuestas y era evidente que los planes no estaban muy maduros. Es muy complejo legalmente, burocráticamente. La reforma curial va a demorar años, pero se espera que antes de diciembre haya por lo menos una arquitectura básica. Lo que se está pensando es que habrá dos nuevas congregaciones, que van a incluir la mayoría de los Consejos Pontificios existentes y que el jefe de la congregación va a tener que ser un cardenal pero el secretario puede ser un laico y podría ser una mujer. La nueva estructura debe mostrar las prioridades de la Iglesia que busca Francisco.

Aún no se está trabajando entonces en una nueva constitución.

No creo, la reestructuración tiene que aclararse y sólo entonces se puede modificar legalmente la actual Constitución.

El Papa dijo hace poco que él pensaba que el suyo sería un papado corto. ¿Eso obliga entonces a apurar los tiempos de la reforma?

Antes de que él lo dijera públicamente algunas personas cercanas a él me dijeron lo mismo, que él está pensando en un Pontificado de cinco años. Es una intuición que tiene, pero puede que necesite más. Ahora me parece realista un pontificado de pocos años considerando su edad y su estado físico.

¿Pero no ha tenido graves problemas de salud?

Ha estado bien, pero tiene varios problemas, un corazón un poco débil, sufre de ciática y ha tomado medicamentos para su ciática que lo ha hecho engordar. Su médico le dijo que no debe comer más pasta, sólo una o dos veces a la semana. El cardenal Dolan dice que debería cambiar a su médico. Una persona muy cercana a él me dijo que muchas veces no consigue dormir su siesta y cuando eso pasa está muy cansado.

Un tema que ha generado polémica en Chile es el nombramiento del obispo Juan Barros en Osorno. ¿Cree que el Papa preveía el efecto que tendría?

Es imposible que no lo hubiera previsto, porque varios obispos hablaron con él en una forma muy detallada, explicando las consecuencias. Por eso, he llegado a la conclusión que este es uno de los casos en que él ha tomado una decisión muy difícil, pero al final cree que es una cuestión de justicia. Como ha dicho el Vaticano, no hay ningún obstáculo. Esto significa que no hay ningún caso, que no hay ninguna demanda legal contra Barros. En ese sentido es inocente, y el principio de la Iglesia como de toda la sociedad occidental es que uno es inocente hasta que se demuestre que es culpable. En este caso no fue un sacerdote que fue nombrado obispo, sino un obispo a quien querían trasladar. Si no le hubieran dado una diócesis habría significado un castigo y como no era culpable de nada legalmente esto hubiera sido injustificado. Por eso, yo creo que al final tomó la decisión que él creía que debía tomarse en justicia.

Pero con altos costos de imagen.

Visto desde un punto de vista pragmático, político, de relaciones públicas, es una decisión totalmente incomprensible e injustificable, porque el daño ha sido muy grande tanto a la imagen de la iglesia chilena como a su propia política de protección de menores. Pero es en momentos como este cuando uno se da cuenta que si bien es muy hábil políticamente al final no es un político, es el Papa y el Papa toma las decisiones que él cree que Dios desea que haga. Lo habrá hecho después de mucha oración y discernimiento y está dispuesto a cargar con las consecuencias. Su objetivo no es ser popular si no ser fiel y eso es típico de él. Tiene la valentía de vivir en tensión. Eso es lo que más me ha impactado. Tiene una gran capacidad de tomar las decisiones que estima necesarias en forma solitaria y asumir las consecuencias de ello.

¿Por lo tanto no cree que haya espacio para un cambio de opinión?

Hablando como su biógrafo, una vez que Francisco toma una decisión es muy difícil que se retracte. Ahora la próxima pregunta es ¿cómo termina esto?  La verdad es que no sé. Yo conozco bien a uno de los integrantes de la comisión de protección de menores, Peter Saunders, un británico, un hombre fantástico. El fue a Roma el domingo para encontrarse con el cardenal O'Malley y he tenido comunicación con él. Parece que está muy satisfecho, porque se siente escuchado y O'Malley va a transmitir sus preocupaciones al Papa. El problema es que el Vaticano no rinde cuentas a nadie sobre el nombramiento de obispos y no puede. El Vaticano no puede explicar cómo llegó a la decisión porque si no tendría que hacerlo con todos los nombramientos de obispos. Yo espero que no lleguemos al punto de que Peter sienta que por razones de integridad tiene que salir de la comisión. Es en esos momentos cuando hay que reconocer que estamos en una institución jerárquica. Al final la decisión la tiene que tomar el Papa y no tiene que rendir cuentas por ello. Nosotros como católicos tenemos la opción de obedecerla.

¿La renuncia puede ser una salida?

Sí, la única salida es que Barros en algún momento presente su renuncia si lo considera oportuno… ahora no sé si él tomaría esa decisión, porque por lo que me han dicho, él asume esto como una especie de martirio. Entonces si en algún momento sobreviniera una crisis más grave, alguien le tendría que plantear esa opción.