Durante 75 minutos, Juan Antonio Pizzi debió estar más que conforme con la actuación de Chile. En ese largo periodo de tiempo, la Roja no sólo se imponía por la cuenta mínima ante Croacia en el estreno de la China Cup, sino que además mostraba una cara futbolística llena de atrevimiento, con jugadores que no sentían la responsabilidad de vestir la casaquilla nacional en el extranjero.

El examen, hasta ese minuto, recibía una aprobación. Tanto en lo individual como en lo colectivo. Es cierto que más allá de la ventaja, el fondo chileno tuvo algunas complicaciones con las esporádicas apariciones en ataque de los europeos. Pero aquellos sustos no opacaban los pasajes de buen juego de la Selección, que merecía algo más que el gol de ventaja que mostraba el marcador.

Chile siempre fue mejor, antes y después de la conquista de César Pinares. Precisamente, el gol de la apertura de la cuenta fue un fiel reflejo de aquellos momentos de buen fútbol. Gran arranque individual de Eduardo Vargas por la derecha, dejando hombres en el camino y asistencia perfecta para el volante de Unión Española, que con un zurdazo cruzado hizo estéril el vuelo del portero croata.

A partir de ahí, Chile se asentó con mayor propiedad en la cancha, y si no estiró las cifras fue más por errores propios en la definición que por aciertos del rival. Es verdad que el portero europeo le ganó tres mano a mano a Vargas, pero el delantero en al menos dos de esas tres chances para convertir pudo buscar a un compañero mejor ubicado y sin marca en el corazón del área antes de buscar la acción individual. Ahí estaba la puerta abierta, pero el delantero traspasó esta vez su mal momento del club a la Roja.

Croacia, hasta los 75 minutos, estaba a al espera de un error del fondo chileno para hacer daño. De hecho, lo más peligroso para la Roja en el primer tiempo en defensa fueron dos errores en la salida con el pie de Toselli, producto de una presión alta de los arietes europeos. En el segundo, el portero debió extremar recursos tras un par de remates desde fuera del área.

Pero siempre fue más la Roja. Con una columna vertebral interesante, comandada por Díaz, Carmona, Pavez y Valencia, Chile hacía méritos para aumentar el marcador y sellar su paso a la final. Pero tantos problemas en la definición los terminó pagando caro.

Porque en una de las pocas veces en que la defensa fue pillada mal parada, Andrijasevic antició a Maripán tras un centro desde la derecha y clavo un remate inatajable para Toselli. Minuto 77 y todo el dominio del partido en ese momento quedaba reducido a nada. El empate desmoronó futbolística y anímicamente a Chile. El equipo sintió el desgaste de esos 75 minutos. Muchos jugadores ya no tenían la movilidad ni la reacción para sobrellevar el partido.

Pizzi intentó modificar el escenario con algunos cambios, pero ya no estaban los espacios ni las ideas para evitar los penales. Afortunadamente para el técnico, desde los 12 pasos, Chile por fin pudo sacar a relucir la mayor jerarquía. Ahí si que no hubo fallos. La Roja se instaló en la final de la mano de Toselli, héroe atajando dos remates en la definición, pero también gracias a esos primeros 75 minutos donde mostró carácter y fútbol, de la mano de un grupo de jugadores que no sintieron el peso de jugar por su país.