LOS CERCANOS lazos diplomáticos que han establecido los gobiernos de Chile y Colombia, unidos a los estrechos vínculos personales cultivados entre los mandatarios de ambos países, han permitido que Chile sea invitado a participar como "acompañante" en el proceso de paz que será lanzado formalmente en octubre. El Ejecutivo colombiano ha dado a conocer que concordó con la guerrilla de las Farc el inicio de conversaciones que pueden conducir a la desmilitarización del grupo subversivo y su integración a la vía institucional. Para ello, las partes han solicitado la presencia de Cuba y Noruega como garantes, y de Venezuela y Chile como acompañantes. La mesa de diálogo será inaugurada en Oslo, pero se desarrollará principalmente en La Habana.

Para Chile constituye un privilegio tomar parte en un proceso que, aunque muy riesgoso y de resultado incierto, abre la posibilidad de que se alcance una paz duradera en un país que se ha visto azotado por la violencia desde hace décadas. La función de la diplomacia nacional será estar a plena disposición del gobierno y la guerrilla para colaborar en que las tratativas lleguen a buen puerto. Para ello, el gobierno ya ha designado a un embajador de amplia experiencia -incluso en la mediación papal entre Argentina y Chile durante el diferendo por el canal Beagle- y que ya se ha reunido con todas las partes y conoce sus posiciones.

La participación chilena constituye una muy buena ocasión para contribuir a la causa de la paz y mostrar con hechos un interés por involucrarse de manera seria y profesional en materias que tienen un impacto regional relevante. Es muy positivo que Chile no haga uso de la retórica grandilocuente tan común en América Latina y que, en lugar de ello, prefiera realizar aportes sustantivos a través de acciones concretas.