La semana pasada, y justo en medio de la renuncia de todo el equipo económico, el INE dio a conocer los datos de desocupación correspondientes al trimestre mayo-julio de este año. Las cifras generales sugieren un comportamiento positivo del mercado laboral en el último periodo.

El desempleo se ubicó en 6,9% registrando una caída interanual de 0,2%, la primera desde febrero de 2016. Por su parte, el empleo total se expandió 2,2% -el mejor desempeño desde septiembre de 2015- lo que equivale a que en el último año se crearon 175 mil puestos de trabajo. La fuerza de trabajo mostró un incremento en 12 meses de 1,9%, que combinado al mayor incremento en el empleo, permitieron la caída en los niveles de desocupación.

El gobierno aprovechó la entrega para destacar el avance y en palabras de la ministra del Trabajo comentó que "siempre es una buena noticia que baje el desempleo, porque como gobierno siempre buscamos que más personas estén con trabajo". Sin embargo, al realizar un análisis en profundidad de las cifras, los motivos de alegría tienden a disiparse.

A nivel de sectores, los principales contribuyentes al crecimiento en el empleo total son áreas ligadas al sector público. Salud (con un incremento interanual de 11%, el equivalente a 46 mil nuevos puestos de trabajo), Administración Pública (con un alza interanual de 7,8% o el equivalente a 34 mil nuevos empleos) y Enseñanza (con un aumento anual de 4,5% y 31 mil nuevos empleos) son los sectores con mayor incidencia en el incremento del empleo total, explicando en conjunto casi dos tercios de la generación de nuevos empleos. Mientras, sectores más tradicionales como el Comercio (+1,5%), Industria (+0,6%) y Construcción (-3,4%) arrojan resultados mixtos, lo cual no es motivo de celebración. Salvo el caso de Minería, que aparece con un alza interanual de 7,1%, que solo responde a una baja base de comparación y que en la práctica solo recupera los niveles de dotación de fines de 2015.

Sin embargo, al analizar el empleo por categoría, los resultados son menos auspiciosos aún. El principal avance lo registra el empleo asalariado del sector público (7,8% o casi 70 mil nuevos puestos de trabajo), seguido por empleo de cuenta propia (3,5%, equivalentes a 61 mil nuevos puestos de trabajo), mientras que el empleo asalariado del sector privado crece a un magro 0,4% (o 20 mil nuevos empleos). Con estos resultados, la participación del empleo asalariado privado en el total alcanza su nivel más bajo (57,3%) desde mediados de 2010, por debajo del 61,2% registrado a comienzos de 2013. En contraste, en el trimestre mayo-julio de 2017 la participación combinada entre empleo asalariado del sector público y empleo por cuenta propia (33,5%) alcanza el registro más alto desde que existen cifras comparables (enero-marzo 2010).

Todo lo anterior refleja que la aparente resiliencia del mercado laboral ha sido gracias a un incremento sostenido de empleos públicos y de empleos precarios con baja protección social. Las conclusiones sobre los indicadores generales de empleo no deben empañar un diagnóstico en profundidad sobre las verdaderas causas de la debilidad real del empleo en nuestro país, ni menos retrasar la discusión sobre las políticas públicas que nos permitirán revertirla.