El arribo de la temporada invernal no sólo aumenta la ingesta calórica. Muchos de los alimentos también implican un mayor consumo de hidratos de carbono (harinas y azúcares) y alimentos fritos, los que tienen la propiedad de acumularse inmediatamente como grasa en el cuerpo.

Rinat Ratner, nutricionista de Clínica Alemana, señala que la exposición al frío obliga al organismo a aumentar el gasto calórico para mantener la temperatura adecuada, pero "hoy la mayor parte de las personas cuentan con sistemas de calefacción y ropa adecuada, por lo que es muy poca la exposición real a bajas temperaturas, por lo que la diferencia en el gasto calórico es muy baja. Si a eso le sumamos que en invierno realizamos menos actividad física al aire libre y tenemos menos horas de luz, no debemos aumentar nuestra ingesta calórica", explica.

Roberto Gabarroche, nutricionista de Integramédica, explica que el requerimiento calórico de una persona en invierno y verano es más bien parejo. "Lo único que puede generar una mayor ingesta es la realización de más actividad física", dice, para así mantener el equilibrio entre lo que se gasta y lo que se consume.

AUMENTAR TEMPERATURA

Los especialistas coinciden en que para ayudar a la tarea de una mayor generación de calor corporal se pueden consumir más sopas, caldos, cazuelas desgrasadas, té, café, aguas de hierbas, cremas de verduras y guisos, pero no las preparaciones que entendemos como "comidas de invierno".

Saque cuentas. Una sopaipilla comprada al paso en la calle puede contener hasta 400 calorías. Eso sin contar los aderezos, salas y cremas que se le agregan. Si un adulto de peso normal y no sedentario debe consumir entre 1.700 (si es mujer) y 2.200 (si es varón) con una porción de cinco unidades de sopaipillas de calle con salsas ya tiene 2.000 calorías.

El requerimiento de los niños entre los 10 y los 18 años, según la guía de alimentación para una vida sana, es de 2.400 kilocalorías al día y de 1.900, si es mujer.

Según Gabarroche, el aceite en el que se fríen puede hacer una gran diferencia. Por eso, explica que una sopaipilla hecha y frita en casa, de diámetro un poco más pequeño, tiene 174 calorías, y unas 50 a 80 calorías menos si las hace al horno y no fritas.

Andrea Palma, académica de nutrición de la U. Andrés Bello de Viña del Mar, señala que sobrepasar el requerimiento de hidratos de carbono, con harinas y azúcares simples, genera que estos se transformen en grasa y sean almacenados en el organismo como tejido adiposo; mientras que el consumo de grasas no saludables (saturadas y trans) de la fritura "provoca el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares".

Además, añade Ratner, "si ingerimos estos alimentos en forma excesiva y sostenida en el tiempo se producirá ganancia de peso".

"Se podría recomendar una sopaipilla seca a la semana, pero sin los agregados de chancaca o materia grasa", insiste Gabarroche.

Palma cree que en el caso de las sopaipillas, al ser estas un alimento nada saludable por su elevado aporte calórico y alto contenido de grasas saturadas no debiera consumirse, pero entiende que se comerán de todas formas. En ese caso, recomienda, que sólo se consuma al desayuno o en la once y en reemplazo del pan, pero nunca como colación entre comidas, ni acompañamiento en las cuatro comidas del día.

OTRAS COMIDAS

También hay que tener especial atención con el tamaño de las porciones y los acompañamientos que puedan tener. El charquicán, por ejemplo, tiene aproximadamente 270 calorías, pero sólo si se respeta la porción de una taza.

Las legumbres también son bienvenidas, pero mejor si son sin arroz ni fideos (hidratos de carbono), ni longanizas o chorizos, que sólo ayudan a incrementar el aporte calórico por la cantidad de grasas que contiene. La porción para estos guisos también debe ser cercana a los 200 cc.